No puedo saber cómo ni cuándo aparecí en una caja de cartón en el portal de una casa. Hace un tiempo que sucedió este maravilloso hecho. Alguien ingresó conmigo en un ambiente cálido y se ocupó de mí. Crecí. Ya no era una bola peluda y apenas gruñona. Hasta es día en que me escapé por una puerta hacia la sala. Frente a mí había un ser muy interesante. Era gris, con manchas blancas. Una nariz rosada, húmeda y le estiré mi mano y ella también. Di un salto atrás. ¿Qué quería esa cosa peluda?
Alguien entró a la sala y me miró mientras reía. Yo avanzaba y retrocedía según me quisiera tocar esa imagen. Me distrajo el nombre que me dieron. “Carucha”, sos vos, son tus reflejos en el espejo…y se reía. Mi amiga, la que me daba de comer y me alistaba para que pudiera subir a mi sillón preferido enfrente a la chimenea, se reía.
Carucha, te pareces a un peluche. ¿Y eso qué es? Siempre dicen cosas que desconozco. Pero salí corriendo y me oculté bajo una mesa donde sabía que pronto me buscarían. Son tan agradables esos seres. Hasta que una noche sucedió algo horrible.
Comenzó una tormenta y a temblar toda la casa. Luces rugían como soles asustados. Alguien entró por la puerta de atrás. Estaba oscuro y solo se iluminaba mi escondite con cada rayo. Los truenos me aterraban. No lo había visto nunca en la casa. Era un hombre, de mirada furibunda como cuando el dogo del vecino cuando pasa cerca de mi ventana favorita y me mira como para morderme y triturarme. Comenzó a sacar cajones y revolver los muebles. Gruñía y su olor a mugre de la calle, esa que solía traer el jardinero cuando estaba el señor, me hizo agazapar bajo el trinchante.
De pronto se encendió una gran luz, era como fuego que abrasaba todo. Las cortinas se fueron desflecando en llamaradas agrias. El humo, estallaba en mis pulmones y no me atrevía a salir corriendo hacia el jardín. El hombre sacaba en una bolsa objetos que mi ama, adoraba y yo ni un maullido. El terror, me paralizaba, soy una gata miedosa y sin conocimiento de sobrevivir.
Finalmente, no pude más y salté al cuello del hombre que arrastraba un bulto. Lo mordí con mis dientes y impacté mis uñas en sus mejillas y ojos. Me dio un manotazo y caí a metros, pero dejó un rastro de sangre. Y escapé por las ramas del árbol de durazno y me enrosqué como una bola de pelo. Sentía el calor horroroso del incendio. La sirena de un enorme camión se detuvo en la puerta y bajaron unos hombres vestidos como extraterrestres, como las figuritas del hijo de mi ama. Agua, el agua caía por doquier y yo una gata, estaba despavorida y mojada. Llegaron mis dueños. Lloraban. Cuando pude bajé y ronroneando me acerqué a sus piernas y les demostré cuánto los amo. Sollozaban, tal vez habían perdido todo, menos a mí. ¡Carucha, fuiste tan valiente que lograron aprehender al ladrón por tu mordedura y sus uñas afiladas! ¡Ese día fui muy feliz!
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