No sé por donde empezar, si por el
final o el principio. Por ahora veo que empecé siendo yo sola en la plaza, con
la foto y el cartel. Me acompañaron mis abuelos. Al día de hoy ocho meses
después hay como quinientas personas. Cada 17 de mes- número de la mala suerte-
vengo con lluvia, sol, caminando con la foto de
Siempre vienen las maestras que nos
ayudaron en la escuela primaria.
La foto que traigo es de cuando ganó
la bandera en sexto. Está linda. Era tan hermosa que siempre la elegían reina
de la primavera.
Una mañana, mi amiga, me pidió si
podía bañarse en mi casa. Yo viví siempre con mis abuelos, porque mi mamá me
tuvo y se fue. Nunca más supimos de ella. A mi papá tampoco lo conocí. El
abuelo Felipe, trabaja con la chatita haciendo transporte en la feria. La
abuela Rita, cose para una fábrica clandestina de Avellaneda. Le pagan por
quincena y nunca me faltó nada. A
Sigo con la historia, señorita, me fui por las ramas. Comenzó a venir siempre y me ayudaba con las tareas. Cumplimos los doce y ella parecía una mujercita, bella y hablaba como una grande, porque vivía leyendo. Se comía los libros que le daban la seños de la escuela. Yo seguí la escuela secundaria, ella no pudo y salió a buscar trabajo.
Encontró de ayudante en una panchería
de Constitución y eso fue su perdición. Allí conoció al Tuerto. Él, le presentó
a un muchacho muy lindo y que parecía un príncipe de película. Jonathan no sé
cuanto. La llevaba y la traía a
Un día vino a pedirme si se podía quedar en mi casa. Tenía un labio partido y un moretón en las mejillas. Nos dijo que se había caído en la calle. Mi abuelo no le creyó. Es viejo y sabe. Así una noche de tormenta sentimos un ruido en la puerta. Se asomó el abuelo. Estaba tirada en la calle y sangraba. La abuela Rita la envolvió en toallones y nos fuimos al hospital. Quedó internada y la médica habló con la abuela. “Una gran paliza, embarazo perdido, aborto, posible muerte”. Yo no paraba de llorar. Se quedó mi abuela y fui a buscar a la madre. Estaba borracha y me tiró con la botella. Le dije de todo; se paró como pudo y salió tambaleándose a la calle. Se cayó y quedó tirada la muy puerca y el hombre con el que vive la arrastró hasta la vereda y se detuvo allí. La lluvia no la despertaba. ¡Era patética!
Vino a buscarla el “Príncipe”, tenía que trabajar en el burdel. Era la fundamental bailarina en el caño y no podía perder la clientela. Se la llevó de prepo y la madre, vieja desgraciada, la dejó ir sin decir ni mu. Después supe que era el “príncipe” el que le daba plata a la gran hija de puta. No la vi por un largo tiempo. Yo terminé el bachiller con 17 años y rendía para asistente social cuando apareció en casa. Estaba destruida. Parecía una mujer de cuarenta años. Tenía un bebé. Una nena hermosa parecida a ella. Carina. Me dijo que si le pasaba algo me la quedara. Yo no la entendí. ¿Qué le podía pasar?
Una mañana cuando salía para la
facultad, se me acercó una mujer policía. Me preguntó si yo era Elisa Medina.
Le dije sí. Venga su amiga Elizabeth Soria está muy grave y la llama. ¡
Llegué al hospital en el coche de la
policía. Estaba en terapia. El “Príncipe” la había rociado con nafta y prendido
fuego. Era un monstruo. Se moría. La doctora me pidió que acercara el oído a
los labios de
La mujer que me la entregó me dio unos papeles con sellos del juzgado en que me hacían responsable de la bebé. Yo lloraba a moco tendido. Había muerto quemada por el precioso Jonathan. Gracias a Dios fue preso. Después en el velorio supe que había zafado de la cárcel, porque es hijo una diputada nacional y tiene un montón de amigos en la casa de gobierno.
¡Por eso vengo todos los 17 de mes con la foto y el cartel pidiendo
Justicia! ¡No puede ser que ese maldito siga en la calle después de lo que le
hizo a
Sabe señorita periodista ¿
JUSTICIA,
JUSTICIA, JUSTICIA!!!!!!
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