viernes, 19 de octubre de 2018

XENIA


Xenia: ella era tan perseverante, que a pesar del peligro, se calzó las botas largas, una vez más.

                         

 Miró hacia la montaña y reconoció que la tormenta se avecinaba,  perturbada tomó su poncho mapuche, ese que la acompañaba desde que Horacio había partido la primera vez hacia la frontera. Negros nubarrones cargados de nieve pesaban en las laderas. Bajaban los grises sobre los riscos.
 Comió un buen trozo de pastel, un trago de cognac y se enfundó la mochila a modo de refuerzo, llena de jamón, queso de cabra y agua, para llevarle apoyo al hombre. Él, la esperaría en el viejo puente junto a los abrevaderos. Las llamas y las guanacas estaban en tiempo de parición y no podían dejarse solas. El comprador europeo, llegaría en verano para pasada la esquila, llevarse los vellones de mejor calidad a Milán.
 El año anterior, habían sacado un muy buen precio y las colecciones de moda en Italia, se regocijaban con la novedad de esa lana fina y natural americana. La tormenta, con sus ráfagas de viento helado, la tiraba sobre la agresiva senda. Siguió un trecho pero un tapiz de nieve se iba acumulando. El frío le impedía continuar. Decidió regresar a la cabaña. Horacio la estaría esperando ansioso. Era imprescindible que se abrigara. El calor de la chimenea era una fuerte tentación. Pero... debía volver a salir hacia ese destino previsto.
 Ella era tan perseverante, que a pesar del peligro, se calzó las botas largas, una vez más. y salió hacia la tormenta.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario