¡Tener
dinero te dará poder! Ese era el lema de su familia. Habían trabajado como
mulas en los tiempos lejanos, hasta que la suerte los tocó. La abuela Herminia,
se ganó la lotería y con eso comenzaron las artimañas para conseguir mucho,
mucho dinero.
Se mudaron a un barrio muy “paquete” y se agregaron
apellidos que parecían plaquetas de brillantes en la frente.
Compraron
un caserón y llamaron a un decorador que era famoso entre los famosos. ¡Para
eso estaban las revistas de chimentos! Vino con un ejército de ayudantes y dejó
la casa como la de unos verdaderos magnates.
Les
llovían las invitaciones a cenas, bailes e incluso los instaron a hacerse
socios de un club exclusivo. Ropa nueva, calzado a la moda, peluquerías caras y
cambio de colegios. ¡Los públicos, son para los pobres! No importaba si
aprendían o no, los hijos, pero se hacían de amistades de ilustres.
Así
pasaron un par de años, con ciertos negocios que les dieron más dinero,
consiguieron aparecer en los espacios más prometedores del poder. Un grupo de
vecinos le propuso a don Silverio para que se presentara como concejal. Y
aceptó, así fue votado en una lista y comenzó su carrera como político.
De
puerta en puerta, de barrio en barrio, abrazando ancianos y niños, besuqueando
mujeres que lo miraban asombradas porque les besaba la mano, fue siendo
popular.
Mientras
tanto conseguía más renta y más dinero que solicitaba para la “Campaña” para
poder llegar al poder.
Ya no
manejaba el auto, que había cambiado por uno de última generación, el compadre
que recogía los sobres era su chofer.
Le
habían preparado una oficina con banderas y carteles de un partido nuevo que
prometía mil falsedades. ¡Total cuando se llega, nadie se acuerda lo prometido!
Y un
fatídico día, salió ganando en elecciones y llegó a gobernador. El despilfarro
de los que lo rodeaban era incalculable. Pero él, tenía poder. Se enemistó con
gente preocupada por la felicidad del pueblo. Puso cargas económicas infernales
y cerró negocios que se adherían a sus propuestas.
Un día,
desde una moto, pasaron unos tipos envueltos en cuero negro y metieron dos
tiros por la ventanilla. ¡Adiós poder! La muerte fue acallada. Nadie investigó
seriamente y hasta hoy se habla de don Silverio
el que quiso tener el mundo entre las manos y lo perdió todo en un momento.
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