Soy una caja de cartón
corrugado. Tengo un color indefinido entre gris y celeste. Tengo dos hendiduras
a los lados para introducir cosas. Me agrada estar con mi tapa prolijamente
puesta para evitar que se escapen los sueños.
Me gusta estar cerca del calor
de la ventana para espiar por las pequeñas hendiduras el sol y las flores del
jardín. Para mí hay música siempre, porque a mi lado está la compactera. El
olor del café recién hecho en la mañana o del vino tinto en la noche, me
penetra hasta por los pequeños resquicios que se abren en mi materia.
Por allí… algunas primaveras
se escapan mis sonidos como pequeñas mariposas. Deambulan por la casa,
desmembrando sonrisas de otros seres parecidos a mí. Otras, soy como una larga
cinta de seda de color sahumerio. Soy y no soy. Me gustaría estar sin que nadie
advirtiera que puedo ser abierta, transportada, rellenada, rota. Mi espíritu se
enrosca como un resorte dispuesto a saltar, si alguien abre mi tapa. Adentro
tengo cosas. Cartas de amor, fotos y rosas mustias.
Tengo muchas historias para
relatar, secretos muy interesantes que esconden mis paredes. ¡Por ejemplo…un
romance entre el marido de Victoria e Ivana! Ella es hermana de la esposa de
Rogelio. Y yo los vi. esconderse en mi rincón detrás de la mampara de seda con
flores de peonías chinas que guarda la vista directa a la puerta; allí se
besaban con verdadera lujuria. Y la pobre Victoria, no imagina que su propia
hermana, la traicione. Él, es un verdadero seductor. Hace un tiempo, para mis
días de cartón imprecisos, lo vi atrapar a una chiquilina que servía en la
casa. Fue antes que Victoria perdiera el bebé, cayendo por la escalera. Desde
acá no pude saber qué pasó en realidad. Escuché gritos y una pelea, pero no
entendía que sucesos reales se desarrollaban abajo. Pasaron muchas cosas. Una
noche del verano del setenta y dos, entraron ladrones a la casa. Eran unos
seres sucios con olor a mugre y aliento a alcohol. Yo traté de parecer
indiferente, pero me vieron y se acercaron con artes malignas y me sacudieron,
abrieron mi delicada tapa y revolvieron mi interior. Me violaron, eso sentí. No
pude hacer nada. Dejaron todo mi mundo desparramado por el suelo. ¿Acaso
podrían robarme los secretos? Igual, tiempo humano después, Victoria vino hacia
mí y amorosa guardó las fotos, cartas y recuerdos, con amor. Como si tuviera un
sentimiento enorme con mi pequeño interior.
Ahora he sentido un ruido
extraño en la planta baja. Rogelio, sacó hace unos días la compactera y ya no
escucho música, pero siento mejor lo que hablan. Parece que Ivana se va, viaja
a Italia. El revuelo se produjo, cuando Victoria le encontró en la cartera un
mensaje de Rogelio. ¡Si yo pudiera hablar! Le avisaría a la muchacha que su
amado hace planes para irse con Ivana. Para distraerla le ha traído un perro
pequeño, peludo y gritón. Pero yo los conozco, son subterfugios y mentiras que
van a terminar mal.
Recién escuché una charla
vergonzosa, Rogelio ha comprado un arma. Victoria le echó en cara el hecho de
gastar en algo para ella “innecesario”. Desde mi interior temblé al oír la
carcajada de Ivana y Rogelio. Sentí los sollozos de Victoria. Un ruido
ensordecedor y un grito.
Ahora hay silencio. Desde una
ranura vi, que arrastraban el cuerpo de mi querida Victoria, lo ocultaron tras
la mampara de peonías de seda. Allí, ellos, se besaron e hicieron el amor. ¡Ivana
y el traidor! Ella, mi amiga, estaba cubierta de sangre. Quieta como yo y en
silencio. Salieron, ellos, riéndose.
Hace un tiempo, no puedo decir
cuánto, llegó un hombre con cara de intriga. Encontró a Victoria. Llamó a voces
y entraron varios más y comenzaron a revisar todo. Hablaban entre ellos. Se
preguntaban qué había sucedido ahí. Y yo, no puedo hablar. Soy una antigua caja
de cartón que tiene muchas historias pero no tengo voz.
Quisiera decirles que Rogelio
e Ivana, que lloran y gimotean son los autores. ¿Quién le creería a una caja de
cartón?
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