miércoles, 10 de junio de 2020

CUENTOS MUY CORTOS



NARCISO

Lo seguí por el callejón como a lagartija de siesta en verano. Se escabullía y se escondía entre las ramas que caían en el zanjón de sauces viejos.
No podía atraparlo. Era malo. Tan malo como puede ser un chico criado sin familia conocida. Una vieja abuela que le gritaba casi siempre para que se bañara y durmiera como un buen cristiano.
Cuando lo atrapé, se mojó los dedos mugrientos con los mocos y me pasó por la cara. ¡Qué asco! Pero no me dejé aventajar. Le dije: -Narciso tu costumbre de echarle kerosene a los gatos silvestres y luego incendiarlos es una porquería.
¡Callate negra de mierda! No sos nadie para decirme qué tengo que hacer.
Pero yo insistí. Sos malo y eso que hacés es criminal.
-¡No, cuando salen esas bolas de fuego me hacen sentir como un dios cuando hizo el sol!
Y me tiró un cascotazo que me dio en el pecho y caí desmayada. Se fue y no regresó hasta hoy que vi un gato en llamas correr entre los viñedos.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario