miércoles, 10 de junio de 2020

LA TAZA DE TÉ INGLÉS




María Fernanda sirvió el té justo a las cinco con aire de hija de buen inglés. Sonrió casi como si fuera un ángel. La anciana la miraba con los ojos entrecerrados. Las cataratas le impedían ver nítida la figura de su ahijada.
Era la única que la cuidaba. Ni bien ni mal, sólo con una irónica sonrisa que desparramaba con silencio sobre los hermosos muebles antiguos y los adornos de porcelana.
Nunca pudo tocar nada, excepto los utensilios de uso diario. Ella compraba con su dinero el azúcar y el té, las galletas y manzanas que la anciana comía cada noche antes de que la acostara. Las sábanas de lino bordadas por las monjas de clausura en tiempos lejanos parecían de papel de seda, gastadas pero limpias y perfumadas.
Del jardín cortaba algunas rosas y las ponía en un recipiente junto al lecho. Le peinaba la trenza y la acariciaba. Casi era un ángel. Lástima que en el té le ponía una gotita de arsénico que iba debilitando lentamente a la vieja. El gato ronroneaba junto a los almohadones mientras se iba durmiendo. Tardó un tiempo largo en hacerle efecto el brebaje.
La muy dulce María Fernanda, esperó con paciencia. La casa con todas sus fabulosas posesiones lo valían.


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