martes, 2 de junio de 2020

VUELVE LA LUNA DE INVIERNO




            Hoy he caído dos veces. En la calle y en la puerta del baño. Si les cuento, me retan. ¡A escuchar la retahíla y no estoy dispuesta! El silencio cómplice será quien me acune. Tengo marcas moradas en los codos y en el alma.
            Hoy me he mirado en el espejo y comprendí cuánto han pasado los años. Fui joven, eso lo aseguro. Hasta fui niña una vez y mi madre me acunaba. Ahora, esto que vivo es la vejez. Fea palabra. Soy vieja. Salgo del estado de dolor asombrada y me acurruco en el sillón del living. Busco álbumes con fotos. Los recorro con ansiedad y esmero. ¡Era tan linda de joven! Miro asustada mi boda. Esa nube de encaje blanco era el amor. Ese hombre bello de smoking era el amor. Ya no está. Se fue hace muchos años. El amor se fue primero. Generosa compañera la soledad que me abraza.
            La casa se descascara. No me importa. Yo también me descascaro como ella. Miro la foto cuando fuimos a Río. Mi cuerpo en las aguas cristalinas, tibias y somnolientas en los brazos de hombre. Hoy me he caído dos veces. Y sus manos ya no estaban para sostenerme. ¿Un bastón, madre, te dará la firmeza que precisas? Me horroriza. Es la muerte que se acerca con un bambú que se aferra a mi mano temblorosa.
            La vejez me espera y acecha con su humo gris de olvido. Es el invierno con su luz que envuelve las arrugas del alma y la tristeza.

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