Llegué como inmigrante
A rodear la vivera de los sueños.
En una región con paso arrogante y lúdico
Ingresé a praderas fértiles
Oí voces viejas
Susurros.
Un olor de violetas creció con glorioso desafío,
Como tormenta azul
Con congoja y tristeza.
Encendí algunas luces, armoniosas y bellas,
Una luna, un lucero,
Una esperanza tierna.
Como espía ingresé en la esfera del tiempo
Almacené manzanas
Guardé abanicos y velos
Usé luto umbroso esperando un regreso
Y a la hora del véspero, sólo escuché campanas
Que anunciaban más penas.
En el lejano manto del vespertino sueño
Una estrella me busca con lágrimas de madreperla
Oigo voces extrañas
Susurros de antiguas almas, merodeando
en espera.
Me voy caminando por la vereda gris
Sola, sin luz de ámbar, ni velas.
¿Dónde quedará el ensueño de aquella primavera?
He quedado despojada, sin color y sin aliento.
No hay cantares fabulosos de aves de madrugada,
Que atrapen mi desconsuelo.
Estoy triste, es cierto.
Me conmueve el silencio.
¿Será así estar muerta?
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