jueves, 12 de octubre de 2023

MACHO EN APUROS

  

            No entendía cómo su cuerpo se estaba transformando tan rápido. Una mañana comenzó a experimentar una nutrida catástrofe. Una mancha de sangre ensuciaba su ropa. Se escondió para lavarla, pero eso seguía ocurriendo.

             Vinieron Coquito, Florencio y Chicho a buscarlo para un picadito en la canchita. El padre refunfuñando lo dejó ir. ¡Cuidate Jorge! No llegués tarde y no sudés mucho… tu madre no te quiere todo rotoso. Yo tampoco.

            Jorge corre con los chicos es un pateador de primera, de chico, en la cancha trataba de mirar bien a los crack para hacer los mismos firuletes en el baldío con sus amigos. Pero le dolía la panza. Tomó agua y se sentó. El Florencio, muy compungido, cuando se paró, lo llamó y le mostró una mancha de sangre fresca. ¡Ah, eso, no sé, es que me golpeé con la pelota y me duele acá, y se tocó el ombligo.

            Lo acompañaron a la casa, luego de hacer un pacto de silencio. Si los padres se enteraban, adiós a jugar en la canchita por un largo tiempo. ¡Jorge, menos que menos decirle a los padres, eran tan cuidadosos y pesados! Entró discretamente al baño, se bañó, lavó la ropa y después de apretarse bien esos malditos bultitos que le habían salido, se puso un calzoncillo doble entre las piernas.

            La madre le sirvió la comida y lo miró. ¿Qué te pasa, que te veo tan chusco y melindroso; en qué andás con tus amigos? En nada mami, todo bien. Jugué mucho y estoy cansado. El jorgito se agachó. El padre lo miró con dureza, acá quiero machitos, nada de boludeces. Si estás cansado jodete, los hombres no se hacen con flaquezas. Sos mi campeón, acordate. ¡Futuro As de fútbol de primera! La madre lo miró de reojo y se dio vuelta.

            Tres días más tarde la cama estaba manchada. Dio vuelta el colchón, ya se estaba asustando mucho. No se animaba a decirle a los amigos que le preguntaron si lo había asistido un médico. ¡Sí, mintió, ayer me dio de alta era un cólico!

            Pasó un tiempo y la madre lo miraba con insistencia. Una noche escuchó una gran pelea en el galpón. Su padre le pegaba a la vieja y ella le gritaba cosas irrepetibles. Salió corriendo a defenderla. Ligó una trompada que le dobló la nariz. Sangraba. Bueno, por ahora tengo una justificación a mi colchón sucio. Pensó en decirle al padre que por su culpa había esa mugre allí. Pero algo desde adentro le dijo que era mejor callarse.

            La madre del Coquito, lo llamó y le hizo unas preguntas muy extrañas. ¡Que si le gustaba ser varón, que si había notado que tenía un cuerpo muy distinto a los chicos, si comía bien… y finalmente, como al pasar, le dijo si ya no tenía molestias con sangre como la otra vez! ¡La puta, seguro que al buchón se le había escapado lo del partido… si lo sabía el papá le daba otra biava con el cinto! Y mataba de un sopapo a la vieja. Se apretó más el pecho, dejó de comer golosinas y pan, corrió todos los días como veinte cuadras, se revolcó en los yuyales. Se peló con la máquina de afeitar del viejo. Parecía un presidiario. Comenzó a hablar poco, la voz no se le cambiaba como a los amigos, lo cargaban.

            Un día en la callé lo empujó uno del grupo de los “chorizos”, fumaban, bravuconeaban y tomaban cerveza. ¡Vení machito de cuarta, vamos a ver con una pulseada quién es más valiente! Se puso firme, plantó las dos piernas sobre el piso y le dio la trompada del siglo al grandulón, que no se lo esperaba. ¿A ver quién es acá el más fuerte? Escupió como hacía el Florencio, dejando una mancha blanca en la tierra y se fue caminando, como un hombre que era.

            Llegó a la casa con los nudillos rotos y la rabia remendada. Su padre se enteraría lo que había hecho y seguro, le compraría esa bicicleta con la que soñaba.

            La madre lo estaba esperando. Lloraba. ¿Otra vez te pegó el viejo? Un día de estos lo voy a matar. La sentencia cayó como un rayo en el corazón de la mujer.

            No Jorge, quiero hablar con vos. Mirá tu padre siempre soñó con tener un hijo bien macho… pero yo… bueno sentate y escuchá. Cuando naciste, él, estaba en el campo, yo no pude decirle la verdad. ¿Qué verdad? ¿No soy hijo tuyo? Algo mucho más trágico. Vos, Jorge, no sos Jorge, sos María Sol, naciste hembra y si él lo sabía te iba a matar a golpes. ¡Por eso mentí todo el tiempo que pude, pero, ya no se puede más, tu cuerpo y tu sangrado menstrual, ha delatado a los ojos zorrunos de tu padre, la condición de mujer. ¿Podrás perdonarme algún día?

            El inoportuno cuando ingresó las encontró abrazadas llorando. Había mucha historia que cambiar.

 

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario