lunes, 24 de mayo de 2021

UNA MADRAZA


         Esta vez lo haré sin mezclar las pasas con el alcohol” – dijo la cocinera mordiéndose el labio y miró por la ventana hacia el jazminero. El día jueves anterior, había encontrado a Amiela debajo de los jazmineros del jardín bajo el efecto de una terrible borrachera. ¡Esa mujer, su ama, estaba pasando una terrible depresión! Cuando Javier se fue a  Punta del este, ella se derrumbó. Cada mañana despertaba con terribles jaquecas por la bebida, que desparramada en la alfombra, denunciaba su impotencia.

             La vieja cocinera tomó la determinación de investigar con quién había viajado el hombre. Supo por Fermín, el chofer, que lo había llamado el gerente de la empresa desde allí, el Uruguay, por un encuentro con inversionistas chinos, que no querían ingresar al país. Así, ella, Amiela, pensó que él, había huido con alguna fémina. Hizo unas llamadas secretas al hotel donde se alojaba su muchacho ( ella lo había criado desde pequeño) y luego de una charla bien clara, se comprometió a hacer lo que debía.

            Cada día, Amiela, buscaba en cada rincón de la casona una botella sin encontrar nada. Su samaritana, estaba despierta a las necesidades de la joven mujer. No fue fácil impedir que bebiera. Era una adicta. El socio, Fermín, no malograba el esfuerzo. Unos días más y llegaría el amante esposo. Era cuestión de resistir.

 

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