viernes, 27 de agosto de 2021

ELEAZAR


                        Es pequeño y desnutrido el pequeño que me golpeó la puerta aquella vez. Sus ojos tristes parecían el cielo bruscamente derrumbado en la tormenta de verano. Se había sentado junto a mi puerta esperando. No sé qué esperaba en realidad, porque me miraba y no hablaba. Vestido apenas con un bucito sucio y agujereado, me mostraba las costillas marcadas con tierra y sudor. Era tan pequeño que cuando le pasé un emparedado bien gordito de jamón, queso y tomate, su sonrisa transformó la tarde en fiesta.

                        Le pregunté el nombre con la curiosidad de las ancianas solas, sin familia. La edad y no me supo responder, sabía que le decían Eleazar pero no sabía cuántos años tenía. Vivía lejos, como a tres horas de colectivo que él caminaba desde la Villa porque nunca tenía dinero y ya le habían pegado varias veces por colgarse del estribo. Sus piecitos descalzos fabricaron una costra de durezas que entre la mugre y los pesares parecían una sombra de zapatillas. Se quedó allí disfrutando el festín inesperado. Le ofrecí gaseosa pero me aceptó agua. – En la villa no hay, ¿sabe? Y es tan rica el agua que sale de la canilla de su casa.- y siguió con tesón mordiendo su comida. Le di una naranja. No sabía comerla. Le enseñé a “chuparla” como me enseñó mi abuelo. Le corría el jugo por los brazos flacos y con la tierra se le hicieron caminitos como si fueran huellas. ¡Se reía! Yo lo miré con ternura cuando me dio las gracias. Cerré la puerta y me quedé junto al televisor para ver las noticias.

                        Eran como las veintiuna horas cuando sonó el teléfono. Era mi vecino, don Francisco que me preguntó sin rodeos si sabía lo que había en mi puerta. Yo asombrada negué. –Salga y vea- me dijo con su mal humor constante. Salí, allí hecho un ovillo, dormido, abrazado a un perro,“ puro perro de calle”, a decir de mi amigo Justo. Me conmovió y el corazón comenzó a tamborilear en mi pecho. Con delicadeza lo desperté y lo invité a entrar pero se negó y dijo: - Voy a volver, se lo prometo. Se perdió en la calle que iluminó su figura pequeñita.

                        Pasó como un mes y una mañana sentí su voz en la ventana. Y venía limpio, con el pelo mojado, peinado a la Gardel. Me alegré y lo hice entrar al hall.

 

 

 

Miraba apenas entre sus largas pestañas ralas. Se detuvo en el cuadro con la figura de un paisaje de mar. -Yo, me dijo, conocí el mar. Una vez, me llevó una familia, cuando era más pequeño. Y vivían cerca del mar, me escapé porque el hombre me golpeaba mucho.- y se sentó sobre un almohadón de seda que tengo en la sala. Le traje otro emparedado con agua fresca. Agradecido, me contó que no había venido antes porque no tenía bien claro dónde quedaba la casa y caminó mucho hasta que la vio. Eso había sido ayer. Hoy, le pidió permiso a un vecino y se bañó y se puso una ropa que le dieron en la iglesia. Tenía un perfume a humo y a lavandina, que me recordó un viaje de mi niñez. Me pidió que le permitiera venir seguido. Le aseguré que podía visitarme cuando quisiera. Y escuchó con alegría la oferta. Juntos vimos al “Chavo” y nos reímos a carcajadas con las ocurrencias de los actores. Se abrazó a mi cintura y salió con un paquete que le armé con zapatillas, ropa y comida. Al salir le entregué una manta para que se hiciera un nido. Era como un pajarito cantor, salió cantando y silbando un tango bien arrabalero. Nos hicimos muy amigos. Yo le ofrecí que viniera a vivir conmigo. Me dijo: - No, Amalia, yo soy de la calle. No sé vivir encerrado. Soy feliz con usted, pero si me quedo me va a dejar de querer cuando haga una “macana” y no la puedo perder. Usted es mi abuela, mi amiga. Y así vino muchas veces.

                        Le festejé una navidad y una cumpleaños con “pibes” del barrio. Hasta hoy que al abrir el diario leí que una bala perdida había matado a un chico que entró a robar en un bar de Constitución. Al mirar la foto, vi que era mi pequeño Eleazar. ¡Él, nunca hubiera robado a nadie!. Lloré y fui a reclamar su cuerpito. Ya no me visitará pero yo sé que nació bajo una estrella equivocada.

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