Risueña sentiré una marejada
de sonrisas con aire de ángeles de miel en tu ventana.
Emily
entró como un remolino multicolor por la puerta de la sala. Su risa golpeaba
cada rincón de la casa. Su vestido de algodón verde claro era una brisa fresca
en esa hora en la cual el cielo se emponchaba con morados vertiginosos y
rosadas. El sol había cargado de humedad e insectos la zona del jardín. Unos
rayos intrusos se colaban entre los árboles de la calle.
De
la sonrisa pasó rápido a un silencio oscuro. No sabía que Rocío había sufrido
un asalto en el negocio de su padre. Un par de matones habían ingresado con
armas y tomándola por el cuello, le habían intentado sacar la blusa. Sus gritos
despertaron la curiosidad de sus vecinos y pronto aparecieron los guardias de
seguridad. Ella quedó golpada y llorando en el piso del pasillo y sin sus
brazaletes y reloj.
Los
ladronzuelos habían escaparon corriendo y lograron evitar ser detenidos. Un
patrullero, la había traído a casa y fue un revuelo general en la familia y el
vecindario. ¡Un milagro evitó algo peor!
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