miércoles, 8 de septiembre de 2021

UN AMOR IMPOSIBLE

                    Había dejado de llover. Leandra entró al comedor y comprendió que había llegado demasiado tarde. Se  oía  la cascada de los desagües desagotando agónicos el canal de la azotea sobre el pequeño patio interior. Estaba sola. Unas sombras se alargaban en los mosaicos mojados. Dejó el paraguas húmedo con pena apoyado en la silla. Se quitó la bufanda y los guantes que hacían juego con el hilo de sangre que se diluía en el torrente hacia la pequeña rejilla de la terraza. Lo vio allí caído. Solo, quieto. La cabeza destrozada  contra las frías baldosas. ¿Por que a  ella? ¿Por qué en su tragaluz?

¿Por qué ese hombre que llenaba de sueños sus largas tardes grises de domingo?

                     Ahora que era  primavera, él le dejaba ese regalo entre sus plantas. Cortó una flor de una maseta. Se la puso en la mano y fue al teléfono. Marcó el número que él, un día le dejara. Se sentó y lloró. Se había quedado sola. La noche  cubría la ventana como cortina de pena.

                     Llegó su madre, la misma que meses antes le dijo: “Ese hombre te hará muy desgraciada”. Pero ella había soñado con el amor. Ese imposible para su vida gris y sin sentido. Sólo trabajar y cuidar unas plantas y a un gato que se escapaba por las noches por la ventana de la cocina.

                     La miró a los ojos , quería escrudiñar su alma... quería saber si aun su madre la odiaba. Te extrañaba. Yo te dije…

                     Madre él, me hizo feliz, no entiendo qué ha pasado. Anoche hablamos hasta casi la madrugada, hicimos planes, pero…pero acá dejó una carta. Se despidió de mí, sólo lo angustiaba el haber matado hace un año atrás a su exmujer. ¡Bueno, tal vez, fue mejor!

                     Tal vez, hija, estuvo a punto de volver a cometer un asesinato.

                     Entonces no lo hizo por amor, sino por miedo a volver del lugar desde donde vino, la cárcel.

                     Sonó el timbre. Era la policía que venía a buscar el cadáver de Julio. Se secó una lágrima con la manga del saco y abrió para deshacerse del cadáver del amor imposible. La gata entró corriendo y se acomodó en el sillón, frente al televisor. Todo volvió a la normalidad.

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