viernes, 23 de diciembre de 2016
FELIZ NOCHE BUENA Y NAVIDAD
COMO CATÓLICA, INVITO A REFLEXIONAR SOBRE EL TIEMPO EN QUE VIVIMOS. DESEO PARA TODO EL MUNDO UN ESPACIO DE PAZ SIN GUERRAS NI ODIOS. POR LO QUE POR UN PAR DE DÍAS ME DEDICARÉ A BUSCAR EN MI INTERIOR EL AMOR CON MAYÚSCULA. A LOS CRISTIANOS LES PIDO MUCHA ORACIÓN Y REFLEXIÓN Y A LOS QUE NO LO SON, ES MI DESEO QUE ENCUENTREN PAZ EN EL ALMA, PORQUE SI HAY PAZ EN CADA UNO DE NOSOTROS EL MUNDO SERÁ MEJOR.
LA HUÍDA
Se fue en unas alas desplegadas
retazo
de sonrisa
Se
fue el sol
la
lira
el
viento
nos
ha quedado sospecho el sonido del tiempo fugaz
la
chispa arrinconada de la risa
su
cuerpo de milagros escondidos
unos
brazos enormes de glorieta con jazmines
el
torso borroneado de ternura
tal
que si viniera mañana
será
un verano con todas sus locuras infantiles
será
la música sincopada de la vida
su
voz transmitiendo a cada instante la fuerza del amor
Se
ha ido como el pez
buscando
lo imposible el mar infinito
caracolas
doradas mucha espuma
No
lloraré hoy no llores volverá. Ya volverá
tal
vez mañana.
POEMA 012
¿Dónde quedó mi árbol de hojas
perfumadas?
Un arpa de nácar arrancando el eco
de bosque mañanero
se perdió en mi montaña.
esa que hoy es jaula de barrotes de
acero. Barrotes de besos.
En su vientre de piedra se cobijan
mis sueños,
se desgranan latidos.
Mi lago de guijarros son el áspero
soporte
de la piel de mis entrañas tan
heridas.
Sonríen pasajeros los labios de
madera
Aprietan mis senos. Alguien, sólo
alguien.
Mis manos sangrantes se mueven
lentamente buscando
una caricia. Pero
llega un frío de abandono con su
largo capote helado y
el fuego huye con sus ojos
milenarios
hasta la cumbre errante de la vieja
montaña.
Está amaneciendo, hoy...
No tengo huída.
2ª PARTE DEL CUENTO
Azul, eres un pozo de agua
del manantial que tiene la gente de tu pueblo, tu abuelo debe estar orgulloso,
no te pierdas nada de todo eso. ¡Escríbelo! Profesor, dije, yo quiero que Usted
me cuente… y mirándome con dulzura... Te has ganado un premio. Se acomodó. Ya
el sol se iba enterrando en la pared frente a la ventana. Nací a la orilla de un río oscuro y ruidoso,
con olor desagradable. Los sauces lamían el agua cuando estaba manso pero
cuando se enfurecía derrotaba ramas que se desgajaban en la crecida río abajo.
Fui criado, mal criado por mi abuela materna. Mis padres me dejaron cuando era
muy pequeñito. Ellos fueron los exiliados de la pobreza. Como era delicado de
salud y muy enfermizo, me mandaron tarde a la escuela. Pisé un aula con casi
nueve años. Pero ya había aprendido mucho. De la naturaleza conocía el nombre
de cada planta, cada animal, cada lugar; en fin todo lo que me rodeaba.
Acariciaba con palabras cada objeto y mi primer cuaderno y lápiz, me lo dio la
mejor maestra, la primera. Enseguida ella descubrió que yo era un chico
diferente, un loco de la palabra. Me enredaba en ellas con el caudal que me
regalara mi abuela a puñados. Aprendí rápidamente. Tenía sed y hambre de nuevas
palabras. Ella, la maestra me prestó sus libros, que devoré. Cuando cumplí los
once años, ya le había sacado “varios cuerpos” a mis compañeros. Mi clase, los
niños, claro, me odiaban. Yo era el que escribía todo. En escondidas, la
maestra mandó mis “poemas” a un amigo suyo de la capital, que era un conocido
profesor de letras de mi provincia. Y se armó un gran revuelo: “Ha nacido un
gran poeta”, dijo y llegaron a verme como a un bicho raro.
¿Era usted
profesor? Se reía a carcajadas, ahora y el gato se desperezó, elevó su lomo,
erizó los pelos brillantes, curvó la espalda y saltó a sus piernas. No quería
perderse ese momento de euforia del amo. Ronroneaba feliz.
¡Yo profesor...! ¿Sabés Azul
que nunca fui a una facultad. Soy apenas maestro nacional. De campo y orgulloso
estoy de serlo. Los agrandados de la capital creen que si no tenés un montón de
“diplomas”; yo les digo cartones firmados ilegiblemente, no podés ser un poeta.
Es puro orgullo, insensatez, estupidez y locura. Pero no es importante para mí.
Azul, mi pequeña, aprenderás con dolor que se puede ser muy capaz y sabio sin
atravesar por el aburrimiento de “ciertos claustros universitarios”. Abre las
alas pequeña.- se hizo un profundo silencio. Acariciaba al gato, que supe se
llamaba Mefisto. Tomé una taza de té en largos sorbos. Repasé con la mirada esa
habitación. Él, se irguió y salió sin más, un momento. Afuera el sol se iba
deslizando sobre los muros, escapando de los dorados como encapuchado que huye
hacia un escondite lejano. Cambiaba el clima. Ya la música había enmudecido. El
gato ahora estaba sobre mis pies y afilaba sus uñas en mis botas nuevas de
gamuza marrón. No me atrevía a sacudir el pie. Era “su gato”. Pasaron unos
minutos interminables y al ingresar, trajo un brasero de bronce, con brasas al
rojo. El perfume de la madera quemada me recordó la infancia; recordé la casa
de mi madrina Flora, donde nos juntaban a todos los chicos a pelar castañas,
con los pies cerca del borde del brasero de hierro. Cerré los ojos y aspiré
profundamente. Él, se detuvo y colocó un disco. Es Vivaldi, me dijo, y se
precipitó en el sillón. Tomó el termo, preparó otro té. Yo le agradecí. No quiero más té.
Siguió callado. Bien
¿Maestro, cuénteme, se casó alguna vez?
¿Tuvo hijos? una enorme sombra envolvió su cuerpo. El rostro se
transformó y dejó caer el gato del regazo. Imaginé la “metida de pata” que había
hecho, pero ya estaba hecha. ¡Ay chiquilla, creo que tu flecha dio en mi
corazón. Sangra. Yo esperé sus tiempos. Me casé muy joven, muy joven. Apenas
había salido del colegio normal. Creía que siendo maestro tenía las puertas del
universo abiertas. Ella era una niña linda y buena. Nos amábamos. Sí, como dos
pájaros libres. Así nació nuestro primer hijo. ¡Era un niño diferente, retrasado mental. Mi mujer no soportó. En esa
época no se los trataba como ahora. No había nada y la ciencia estaba muy
atrasada. Un día la encontré flotando en el río con el niño atado a su pecho.
Estaban blancos como rayos de luna. Seguí solo hasta casi los cuarenta que
apareció un viento tibio con forma de mujer. Era de una ciudad del sur. Me dio
una hija. Se llama Cielo y vive en el extranjero. No la veo. Hizo un silencio
que respeté. El gato saltó de nuevo a su regazo. Después ella, mi mujer, como
vino se fue y sigo solo. Penetró en un abismo de silencio que duró un rato
largo. Su mundo interior se pobló de fantasmas, que yo, ingenua, había
despertado. Y ahora, interrumpí su recogimiento. ¿Qué premio le han dado por
sus últimas obras? Así se distrajo de su
dolor. El gato le lamía las manos. Tengo entendido que viajará pronto a Italia
para recibirlo. Niña, niña, los premios son como las medallas para un
combatiente. Tienen tinta roja en lugar de sangre. Cada premio ha dejado
cadáveres en su camino. ¡Cuánta injusticia encierran los premios! Sabés, Azul,
¿Cuántos grandes poetas han muerto sin que nadie leyera su creación? Tantos han
sido conocidos cuando yacían bajo una lápida en un campo olvidado. Bueno, pero
con tus veinte años mereces una respuesta. Sí, me dan un “honoris causa
magister” en Florencia, en la academia de letras. Viajo mañana a las veinte y
treinta por Alitalia.
Pegué un salto. Me voy,
maestro, así puede completar sus tareas antes del viaje. ¿Lo puedo visitar de
vez en cuando? Le pedí, casi le rogué, con todo mi cuerpo y alma. Sí Azul, acá
te espero. Avísame el día antes. Como tú, debe ser mi hija Cielo ahora. Es como
tener un Cielo Azul, vaya la perogrullada. Juego de palabras y de nombres.
Me puse el abrigo y
despidiéndome con un sonoro beso, para él, inesperado, en la mejilla, salí
corriendo hacia la calle. No quería perder el colectivo que me llevaba a casa
en Laferriere. Con la mano en alto me decía adiós parado sobre el escalón en la
puerta. Mefisto, en su hombro, movía la cola agitada y feliz. Yo ronroneaba de
satisfacción.
TURQUÍA- 2010
EL MÁGICO LUGAR LLAMADO "EL BAÑO DE ALGODÓN" EN TURQUÍA. BELLEZA NATURAL LLENO DE MINERALES SALUDABLES.
UNA MEZQUITA EN MEDIO DE IZMIR
LA BELLA E INOLVIDABLE CAPPADOCIA DONDE ME INSPIRÉ PARA ESCRIBIR ALGUNOS CUENTOS DEL LIBRO "TRASEGANDO HISTORIAS EN RITMO DE VINO"
HOY CON EL LUTO POR ATENTADOS DE ÍNDOLE POLÍTICO RELIGIOSOS. NUCA VOY A OLVIDAR ESE LUGAR EN EL MUNDO: TURQUÍA.
POEMA 099
ÚLTIMO INSTANTE
Saber de cada instante en que me
pierdo por las venas audaces
por la garganta celeste de palabra
y fuego de la vida.
Saber si entre las manos está el
corazón con su dilema indemne
sin conmover al sol de crisantemos
espejados.
Saber si es posible…
Tener una letanía de cerezas en la
boca con sabor almendrado
y dejar que fluya la luz en la
recámara sin lienzo
Tener una sombra en la silla de la
sala esperando
el tañer de la última campana
espectro de un tiempo que se perdió
en los almanaques
Saber que un trozo de piel esconde
la ternura
en la tristeza del domingo por la
tarde de otoño.
Saber que tengo y que no tengo eso
que llaman apego a la vida
que mañana diré adiós a carcajadas
y caminaré por la calle
solitaria y perfecta del silencio.
No sabré si estar quieta en ese instante
con los brazos abiertos a la nada.
Solo será un guiño de mi historia.
Tendré la torpeza de llamar por el
nombre a quienes amo.
Tal vez. Tal vez y entonces…
1ª PARTE DE UN CUENTO
“Yo lo esperaba en un sillón, y él,
apareció desde alguna parte y se sentó a callarse una larga hora y media”
En la calle jugueteaba el sol de otoño con las hojas
que fabricaron un tapiz dorado. El viento helado hería mi rostro. Busqué con
detenimiento el número que me había dado por teléfono su empleada. La doméstica,
con asombro, me dijo: “La espera el domingo a las diecisiete, es casi un
milagro que quiera recibirla”. Yo no cabía en mí, de nervios. Me temblaban los labios, las piernas y las
manos. Aferraba una carpeta como si fuera una balsa del Titanic. Unos
adolescentes me miraron burlones cuando me detuve en la puerta. ¿Sabían quién
vivía allí y seguro creyeron que me sacarían corriendo? Me detuve y quedé un
minuto observando esa casa. Era antigua, de arquitectura de la época del 20 o
del 30, muy cuidada. El enorme balcón tenía unas rejas de hierro forjado a mano
y desde un macetón de cerámica esmaltada en colores mediterráneos, surgía una
enredadera de flores. Estaba deshojada y sin flores. El otoño había hecho su
tarea muy bien. Igual, todo estaba impecable. La puerta de madera encerada
despedía un perfume exquisito, tenía una aldaba de bronce. Toqué un timbre y
tardaron apenas unos segundos. Yo esperaba a la mucama. Pero, frente a mí
estaba él. Con su rostro pálido y una suave sonrisa. Temblé. Me hizo pasar.
Ingresé y me hizo sentar en un sillón de pana azul oscuro. Todo olía a viejo y
a cierto perfume de humedad. Él, desapareció mascullando sobre el té y me dejó
sola.
Observé con cuidado. La
sala era impecable. Una enorme alfombra azul con pequeñas rosas en color rosa y
verde, variaban en guirnaldas. El tapete mullía las pisadas. Un gato negro
sentado sobre el piano de cola, abría un ojo cuando yo movía un papel o hacía
un rumor. Dormitaba pero estaba alerta. El sol entraba por las ventanas que
tamizaban la luz, por los vitreaux hermosos, los rayos calientes aun.
Seguramente daban a un patio interior. Un enorme retrato de mi admirado
profesor, firmado por Alonso, presidía la pared contraria a la desmedida
biblioteca, que abarrotada de libros, jugueteaba con mi curiosidad. ¿Qué no
leería ese gran hombre de las letras? Creí ver títulos de gente muy criticada.
Me confundió la idea. ¿Podría ser que él tuviera criterios diferentes a los
docentes de mi facultad? Sí, me intrigó saber.
Me fui tranquilizando.
Apareció desde alguna parte. Dejó una bandeja con un termo de plástico verde
manzana y que estaba lleno de agua caliente. Dos tazas de té de porcelana con
flores, una y con un caballo de carrera la otra. Seguro que eran inglesas,
antiguas y de sus antepasados. Unas cucharitas de plata y la azucarera de
cristal tallado, que brilló feliz con los últimos rayos de sol. Se sentó a
callarse una larga hora y media, mientras saboreaba el té. En realidad preparó varias
veces la infusión como una geisha. Yo lo observaba en silencio, respetando sus
tiempos. El gato ronroneó apenas entró en la sala mi admirado. El poeta, se acercó a un viejo tocadisco y
elevó la casi imperceptible música. Yo no sabía si era Mozart o Beethoven. Soy
poco conocedora de los músicos. Desde ya, que me gustan Charly y Spinetta, que
son de mi generación.
Luego sonriendo me
preguntó: -¿Porqué una chica de tu edad quiere hablar con un hombre como yo? Me
quedé quieta y algo sorprendida. ¿No era yo la que tenía que hacer las
preguntas? Pero enseguida le dije mi nombre y la edad. Azul, y tengo veinte
recién cumplidos. Sonrió. Azul, tu
nombre es un “pavo real que engarzó el sol de primavera en las pestañas”... ¡tenés
la edad de los suspiros! Sentenció, riendo, por mi alegría. Yo comencé a reír a
carcajadas. (Tengo una risa contagiosa) me acordé de todas las chanzas que me
han hecho por causa de mi nombre: en la escuela, en el club, en la facultad, en
cada encuentro con mi gente, la de mi edad.
¡Sólo la belleza de un estero en verano puede
envidiarte el nombre...déjate ser río, cielo o pañuelo al aire! Comprendí; ¿por
qué yo, estaba allí, junto al hombre que después de Neruda, había cambiado mi
visión de la vida! ¿Puedo hacerle una pregunta Señor? Me pasó otra taza de té y
me acercó la azucarera que recibí como a un trofeo de los dioses. ¿Desde cuándo
escribe? Me miró y después de un prolongado silencio me contestó: ¡Desde que
amanecí una tarde de invierno sin el chupete! No quiero entrar en mi memoria,
en el tiempo; me hiere saber que han pasado tantos inviernos ya. La palabra,
pequeña, sangra en mí desde antes de antes. Soy un inmigrante del silencio,
llegué al papel de la mano de mi abuela. ¿Tienes abuelos Azul? Yo comencé a
relatarle de cómo mi abuelo Roque, me contaba historias de su tierra europea
agreste y guerrera, para que me entretuviera, mientras mamá cosía. Él, callado
asentía con gozo. Me detenía el relato y agregaba ¿Y entonces? Y me volvía a
embarcar en leyendas y mitos que mi abuelo había trasvasado a mi corazón de
niña. El poeta, acotaba algún nombre o me corregía el lugar o las fechas.
Flameaba la bandera de los hombres célebres que hicieron la patria chica de mis
ancestros. El profesor festejaba cada una de mis palabras.
ALGUNAS FOTOS PARA EL RECUERDO
UN RINCÓN DE MADRID, ESOS ESPACIOS QUE INSPIRAN CUENTOS Y POESÍAS.
EN MI TIERRA, DONDE EL VINO ES VIDA, TRES BELLAS MUCHACHAS QUE REPRESENTAN A LOS LUGARES DONDE SE HACE EL VINO. TUNUYÁN, SAN MARTÍN Y JUNÍN. EL DÍA QUE SE FESTEJABA EL 200 ANIVERSARIO DEL DEPARTAMENTO DE GRAL. JOSÉ FRANCISCO DE SAN MARTÍN, EL PADRE DE LA PATRIA.
UNA ESCULTURA EN UNA PLAZA DE ESPAÑA, JUNTO AL MAR Y CON UN PAISAJE DE ENSUEÑO.
AL ESTILO GAUCHESCO
EL MARTIRIO
La mujer del gaucho...
Ei recebido de oídas de que un tal Fierro ha contao
los padeceres pasaos por tuita la paisanada
qui entre levas y conchavos pasaron mil estropicios.
Y si los machos risienten
no quiero contarle, amigo,
lo que padece el hembraje dende nace, mientras desanda la
vida
qui mesmito es para ellas el camino del infierno.
Cuando ansina abre los ojos, si es fiera como el dimonio
la amansan a rebencazos pa´qui no sueñe ni estorbe,
sólo trabajará a distajo para servir a los hombres
sin pensar en otra cosa, ni mesmo en el matrimonio.
La fealdá es muy fulera pa´ las hembras del obraje.
Y ni le quiero mentar...si es lindaza como rosa
como carancho a su presa revolotea el gauchaje
apenitas va criciendo y mostrando su hermosura
como perros cimarrones dentran a disparar
por el rancho donde habita, como presa pa´cazar.
Tuitos saben si la china se acerca para el poblao
trae siempre algún rigalo de gauchos que la cortejan
¡qui agua florida, una tela o cintas para las trenzas,
qui florcitas, caramelos o pequeñas chucherías
qui brillan en sus ojazos como el sol en el ocaso!
Si de un gaucho si enamora, comienza el padecimiento
se la lleva a la tapera más ligero que los vientos
cada año pare un crío y trabaja como mula,
barre la dura tierra ´el piso, con escoba e pichana,
si pripara el amasijo y no li queda bonito
l´aturden a puro grito y a los golpes di rebenque.
Con arao e palo prepara la tierra de su campito,
siembra papa, maíz, choclito y cosecha la simiente
y va pirdiendo los dientes y todo lo que era e bonita,
las trienzas que eran negrasas se le van poniendo e nieve
y junta arrugas profundas dende la frente a los brazos.
Ansí va pasando el tiempo y esa pobre mujer
resiste y hay qu´i es di ver con que entereza lo sufre
cuando la leva le lleva uno a uno sus hijitos
no pronuncia un solo grito, ni una queja, nada, nada
y se amaña pa`seguir aprietando en sus entrañas
el ricuerdo cariñoso qui le han dijado los hijos.
Ya se olvidó con el tiempo del gaucho que la casó
como presa e la jauría hace tiempo se marchó detrás de la
milicada
y aura vive entre la indiada
escapándole a la ley.
Sola , fiera y arruinada arrastrando su pobreza,
ansí la sigue peliando como si juera tigresa.
Por eso amigazo mío ió , le digo y sin vergüenza
es mejor que a su mujer la cuide como al rocío
como a la flor del cardón que unque criece entre espinas
piermanece todo el tiempo con tuita su galanura
proteja a esa hermosura como qui es gaucho argentino.
Ricuerde que un gaucho entero, hombre de campo bien puesto
no le queda otro palenque que la hembra que ha elegido
y es un primor ver la china en la grupa zarandeada
con sus trenzas enredadas con moneditas de plata
detrás de su hombre bien macho como pavo engalanado
para el veinticinco di mayo, en medio del paisanaje.
EL SOCIOLECTO USADO ES PROPIO DE LA
GENTE DE LA CAMPAÑA , DEL CRIOLLO ARGENTINO.
ALQUILER
Cinthya Mac Rowells después de la
operación supo que nunca quedaría embarazada. ¡Cosas del destino! Su fortuna
era voluminosa en bancos de su país y del extranjero, pero supo también que
para Patrick, su prometido era imprescindible tener un descendiente y si era
varón mejor. ¿Qué podía decirle, la verdad? La abandonaría por esa fila enorme
de muchachas casaderas de Danbury.
Tomó la determinación de mentir.
Escandalosamente y tenaz aparentó estar embarazada para que Patrick le pusiera
el codiciado anillo en el anular y la llevara al altar.
Estaba hermosa y el hombre se
obnubiló viendo a la graciosa mujer que esperaba su hijo. El padre O’Cannohill
quiso intervenir para aclarar ciertas cosas, pero fue imposible acercarse a los
Clark, todos eufóricos con el acontecimiento.
En el viaje de bodas, Cinthya
sorprendió a su joven esposo con descomposturas y teatralizó hasta el día que
se indispuso y una hemorragia poco convincente quiso delatarla. Ella lloró la
pérdida del bebé. Regresaron a Danbury y comenzó la extraña vida de la pareja.
Una mañana la joven esposa sacó su
BMW y se metió en una barriada oscura. Paró en el 9014 de la calle Nolan y
descendió directamente a una casucha humilde donde la esperaban. Allí contrató
el vientre de una inmigrante ilegal, que no salía a la calle por miedo a los
inspectores de Aduana que deportan a cada indocumentado que encuentran. Era una
joven blanca, de origen latino pero con ascendencia europea. Ojos grises como
los de Patrick y cabello castaño claro como el suyo. Pagó cinco mil dólares por
adelantado, al nacer el niño, pagaría diez mil más y todos los gastos de
medicinas, vitaminas y hospital, que debería ser privado para poder quedarse
con el niño.
Dos días después trajo en un condón
herméticamente cerrado la semilla de Patrick. Pasó un par de meses y el
embarazo estaba plenamente monitoreado. Eran tres bebés, dos varones y una
niña. Mientras tanto Cinthya, aparentaba estar nuevamente encinta. Pero
disimular tres era demasiado. Con absoluta frialdad le ordenó a la mujer que
abortara.
Ésta se negó y amenazó con hablar a
la familia Clark. Cerca de la fecha de parto, en medio de un gigantesco lío,
tuvo que decirle a Patrick la verdad. Él en silencio, la siguió hasta la casa
de la sustituta, y de dos balazos mató frente a la mujer a una Cinthya, que no
supo nunca el por qué. Cuando llegaron los policías, Patrick con la futura madre
de sus hijos, había desaparecido.
CUENTO NAVIDEÑO PARA REGRESAR A LA INFANCIA
Abuela Julia ¿por qué estás tan triste? Mi maestra dice que
tenemos que estar contentos por todas las cosas que tenemos. Por ejemplo, nos
enseña a ser cuidadosos con el agua. Ella no gasta agua pensando en las
personas de nuestra provincia que muchas veces abren el grifo y ni una gota
sale de allí y por ahí, ve a señoras o señores que lavan el auto o hasta la
vereda con la manguera y dejan correr el agua como si fuera aire. Ya cambiá esa
cara abuela, y abrazame porque yo te amo y mis hermanos también. ¿Hasta el
“Firulete”, mi perro te hace fiesta cuando te ve?
Perdoname Agustín, me estaba acordando de mi mamá. Ella era
muy buena y me esnseñó tantas cosas… desde chiquita me ayudó con las tareas,
aprendí a tejer, a cocinar y a ser buena compañera con toda la gente y con mis
amigas. Pero un día se fue de este mundo y la extraño, sabés bien que es raro
verme triste.
¿No será por las fiestas de Fin de Año que en pocos días
vamos a festejar? Tal vez por eso te sentís apenada… Mamá dice que tenemos que
estar muy contentos y dar Gracias de poder pedir regalos y cosas ricas para
comer.
¡Ay, Agustín, tal vez tenés razón! Yo pienso que cuando era
chica, no había todo esto de comprar y dale que te compra y quiero ese juguete
y esa tablet y esos pantalones y un sin fin de cosas que terminan tirados por
ahí. Hemos perdido la verdadera razón por la que nos juntamos en Noche Buena y
en Navidad.
¿Por qué abuela? – Y mirá ese día es el cumpleaños del rey
de la Creación ,
Jesucristo. Cuando veo que en la reunión no se dan gracias a la vida y ni si
quiera piensan en alguna oración de amor a la familia, no sólo me acuerdo de mi
mamá y mi papá, también recuerdo a mis abuelos. Ellos eran de un país lejano. La Nona era Italiana y el Nono
era Gallego. Eran bastante pobres pero vivían muy felices, trabajaron mucho y
les dieron a sus hijos estudio y le enseñaron que el trabajo es “Dignidad”…
¿sabés que significa ser digno? Es ser “Merecedor”, “Honrado”, “Honorable… y
varias cosas más que se han ido perdiendo”
Mi mamá, Agustín, me enseñó la importancia de no mentir, no
molestar a mis compañeros, lo que ustedes dicen Bullyn o algo así, a querer a
mis padres y hermanos… en fin y en Noche Buena lo Importante no era ni el
arbolito, ni Papá Noel, ni la comida y ni siquiera los regalos, sino agradecer
a Dios por participar de una mesa en familia, abrazando a papá y mamá. A los
abuelos…
- ¿No recibían regalos abuela? - No cuando yo era chica no
se recibían en Navidad, sino el 6 de Enero cuando esperábamos a los REYES
MAGOS. Ellos habían entregado a Jesús en Belén, tres cosas. ¿Sabes qué? –No
abuela, no me acuerdo.- Oro, Incienso y Mirra.
- ¿Y eso que es? – dijo Agustín. –Tanto que te gusta buscar
en Internet averígualo y luego me cuentas… Ja. Ja .Ja te embromé. Y aprende que
“No hay mejor Navidad que la que se Vive en Amor Familiar” ¡Es el cumpleaños de
Nuestro Señor Dios, Jesucristo! Y déjame hacer mis cosas que estoy llena de
tareas.
Agustín esa noche soñó con tres reyes vestidos con coronas
de oro y piedras, cuando despertó se restregó los ojos y se prometió portarse
mejor y un poco más todavía en Navidad.
Tolón-Tilín, este cuento llegó a su fin
027 POESÍA
Manos grises
alas de gaviotas heridas
que arrastran sobre el arrecife
un manto de algas impregnadas de cielo.
La profundidad en el agua inquieta de mareas
azules mórbidos del mar.
Manos quietas
socavando el páramo de cieno
con perfume de alambiques rojos
unicornios grimosos.
Hembras inmóviles con rostro de vampiresas. Miran
el cuerpo desnudo de la vida en el pecho.
Manos metálicas
penetrando la lava azul en tiniebla de sueño
desespigando trigales con esferas de hielo o
con tormenta de trombones mágicos
domando
truenos relámpagos lluvia.
Ellos haciendo el sonido del viento.
Otras manos muertas
silencio
un sonido de antaño
que en el eco murmura sibilante
el dolor de la ausencia
ojos vacíos en cuencas de piedra.
Hambre de niños que se sientan en la calle solitaria entre
los escalones
de piedra esperando una palabra de olor a pan nuevo.
jueves, 15 de diciembre de 2016
RELATO
Nada es
imposible, le dicen los médicos y encuentra un nuevo sentido a su vida. Estudia
medicina y se especializa en neurocirugía. Investiga junto a otros compañeros
las lesiones que tuvo su hermano en el cerebro. Su nombre es tenido entre los
más capaces e inteligentes galenos. Por ser taiwanesa no saben que es mujer y
la nombran permanentemente como “el médico”. No desea regresar, pero un llamado
de su padre la obliga. Es el hijo mayor, el que debiera hacerse cargo de los
padres, pero enfermo, no puede. Y debe asumir su condición de sostén de la
familia. Un golpe de mala suerte en la
Bolsa , ha dejado la fortuna acumulada por sus padres en la
más indigna miseria al grupo familiar. Su querido hermano no podrá casarse. Sus
padres no tienen el respeto que la sociedad les daba, así vuela hacia su
tierra. Allá la espera una carga que heredó por haber enfermado seriamente el
primogénito. Su carrera deshecha, su vida interrumpida. En un pequeño taller
arma carteras de fiesta de estilo “americano” para exportar a Sudamérica.
Pasan dos
años y recibe una invitación de un colega argentino. Habla con su hermano y
toma la decisión de emigrar. Un nuevo y venturoso cambio le espera en aquellas
lejanas tierras.
FOTOS PARA EL RECUERDO.
PRESENTACIÓN DE MI PRIMER LIBRO EN 2001. EN LA FOTO LEOPOLDO IGLESIAS, BEATRIZ BAUDISSONE, GLICINA FERCA Y YO.
EN EL ENCUENTRO DEL MERCOSUR EN GUALEGUAYCHÚ, CON POETAS DE URUGUAY, ZULMA NICOLINI Y YO, QUE PRESENTÉ MI SEXTO LIBRO.
CUENTO CORTO
Tgum
Pu caminó por la aldea sin mirar a los hombres que le sacaban la lengua. Estaba
manchada por los diablos blancos, a quienes les vendió sopa y leche agria.
Viuda con cinco bocas para alimentar, la suegra la echó al creer que era
culpable de la muerte del hijo. Enrolló la alfombra de lana de yak y entre sus
ropas ocultó el bulto en el que envolvió la ofrenda para la stupa en la montaña cercana al caserío.
Caía descamando piel de la palma de las
manos en cada paso que hacía, sangraba con cada roce de la frente entre las
piedras. Sus pequeños hijos caminaban silenciosos a pasos detrás de ella.
Las nubes bajas humedecían sus prendas de lana tejida
con lana de los animales, pocos, que aún quedaban del rebaño que le había
dejado el difunto. Un grupo de gurkas se
aproximaba.
El terror le impidió continuar con su
procesión. Se detuvo a un costado abrazando a los pequeños, que sin saber las
consecuencias, le sacaban la lengua evitando los demonios y el mal de ojos. Les
daba la espalda, pero uno de los hostiles mercenarios la ofendió tirándole tres
o cuatro piedras. Era una mujer. Viuda y pobre.
El
pánico le impedía moverse. Cuando se alejaron, escupió la huella que dejó cada
bota. Eran diablos armados con hierros traídos de China. Contó cinco pisadas.
En todas salivó siete veces para evitar el maleficio. Ellos habían emboscado a
su marido para robarle. Lo mataron a palos.
Siguió
luego con el sacrificio. Aplaudió en cada stupa
donde agregaba un guijarro nuevo, puso un trozo pequeño de manteca agria de
búfalo en la cima de las piedras y enarboló un pequeño rehilete con signos que,
según le dijo el “lama”. Le había
cambiado las preciosas banderolas por la túnica de su padre muerto. Tal vez con
ello lograra la promesa de mutaciones para su triste vida.
La
lluvia descargó la furia sobre la mujer y su cría. Un chubasco porfiado sobre
la tierra comenzó a concentrar agua en arroyuelos barrosos. Persistió fatigando
los pocos pastos y arbustos que se desprendían arrastrados hacia un nuevo río.
Ese feroz fárrago llegaría al Ganges.
Tgum Pu y su prole estaban empapados. Los pobres cueros que había
fabricado la mujer como calzado, se deshacían en las piedras y el agua.
El más pequeño, sollozando, pidió
quedarse allí, pero su madre sabía que si la noche llegaba morirían congelados.
Al pie de un risco apareció un pequeño templo. Albergaba al
“Buda” de Bahadur. Solitario entre los peñascos con su mirada atenta, la figura
dorada, observaba el camino. La esforzada promesante dio cobijo a sus retoños. Después continuó el trayecto cayendo
cada tres pasos y aplaudiendo al dios de la montaña sin desmayar. Hasta que
agotada, se desplomó a los pies de un lama.
Éste
contempló la inmolación y le sostuvo la frente ensangrentada. Sahumó con
incienso el cuerpo aterido y entregándole una manta de cachemir que guardaba en
un arcón la consoló en silencio. Ella apenas podía balbucear rogando por los
niños. Otros monjes del santuario se apiadaron de los pequeños y salieron en
medio de la tormenta para auxiliarlos.
Se
quedó dormida sobre una alfombra de yute. Cálido el fogón despedía pequeñas
chispas perfumadas. El olor del té y el arroz con especias penetraba el templo.
Ella ensoñó que había llegado al Myamma,
la Tierra de
los Sueños Dorados. Pero todo era una ilusión. Obligada por la férrea regla
búdica, dejó el solar sagrado y partió pasada la tormenta monzónica.
Sólo
pudo dejar a sus tres hijos varones. Allí estarían protegidos de los satánicos
hombres del Sur. Partió a la aldea, con las niñas que la siguieron para cumplir
su destino de “innecesarias”.
VOCABULARIO:
Yak: bóvido típico del Nepal, parecido al búfalo y de cuya
piel, carne y leche dependen los nativos del Tibet.
Stupa: pequeño altar de piedras que se levantan
en los caminos con banderolas y guirnaldas de colores.
Gurkas: tribu hindu-mongol que superó en las guerras a los
“newas” verdaderos naturales de Tibet.
Rehilete: especie de banderolas de tela de seda o papel, que
tienen la característica de ser verticales.
Lama: monje o sacerdote de la religión
“budista” cuyo máximo modelo y Jerarca es el Dalai Lama, hoy habita en India
por razones políticas.
Buda de Bahadur: Estatua de un Buda perteneciente a la
dinastía de Jan Bahadur (1846-1951) gobernantes del Tibet en Nepal.
Innecesarias:
Parias, en general en las sociedades
provinciales de países con regímenes medievales y patriarcales, la mujer es
considerada de menor valor social y económico. En algunos países se cree que la mujer no es humana y no se le concede valores.
POEMA 90
GRITOS
No salen de mi boca palabras de amor, sólo de ira
de destierro de sueños, soledades y dudas
No puedo hablar de amor si soy cautiva de un celo singular
en comarcas de
silencio y odio.
No puedo hablar de amor.
Por eso…
envidio las tormentas que en su furia
construyen descontrol y matorrales que huyen a la nada.
Añoro en mi orfandad,
el rugido esparcido en humedales, la arena que marea
en silicios de oro y álamos que gimen como bestias heridas.
No puedo hablar de amor. Tampoco quiero
soñar con lo que nunca podrá ser ni ha sido
y en momentos de paz en el crepúsculo, pensaré que mañana
el sol será igual desde el principio y la luna intangible
allá en el infinito. No quiero que mi boca pronuncie la
palabra
que amor no ha existido ni vendrá a mi cielo.
¡Amor!
En mi lecho de muerte estará tan lejano, como en mi cuna.
POEMA 017
Y fue
despertar en la
mañana de verano
con los frutos
maduros que trajeron un fresco perfume
al pinar dormido
la nave llegó al
puerto esperado con engaños previstos
bajamos los
cordeles de las velas armoniosas
un revuelo de
gaviotas mercuriosas atravesaron el cielo.
Te esperaba en
la calle con la trampa de un niño
que emborrachó
los sentidos con el juego de canicas de cera
almíbar de
cuentos arremolinaron nuestros brazos
caí en tus
ágiles engaños.
Me dejé mentir
aprovechando el verano con su manantial de
besos cayendo en
cascadas en mi cuerpo.
Así llegó la
luna.
Creí ser la
dueña de un nuevo paraíso.
CUENTO NAVIDEÑO PARA CHICOS NO TAN CHICOS
Papá,
el tío de Rufa, vino de un viaje y le ha contado que hay unos países de Europa
lleno de gente que escapa de una guerra porque son Cristianos y los quieren
matar. ¿Qué significa eso papá? ¡Ay, hijo, cómo se llama el tío de Rufa? Creo
que Bautista pero le dicen “padre Bautista”. –Bueno entonces es un sacerdote y
debe saber lo que tanto hablan en la Televisión y en los diarios.-¿Me podés explicar?
Pero fácil para que entienda.
En
Medio Oriente hay un grupo de gente de otra religión que es perseguida por sus
propios hermanos de sangre y Fe, pero también huyen los Cristianos porque los
consideran sus enemigos. Pero es muy duro y triste explicarte algo tan
complicado. Hijo, debes saber que no todos los cristianos somos iguales, ni
pensamos lo mismo. Por ejemplo la vecina de enfrente es Evangélica y es muy
buena persona, pero ella no asiste a misa, va
a un templo y tiene un Pastor, que les ayuda a leer la Santa Biblia , en oriente se
cree en Alá, que es Dios. Pero tiene otros ritos y otras costumbres, hay islamitas
muy buenos y otros muy malos, como en todos los lugares hay humanos que temen y
respetan las leyes y otros que no. Bueno, te debo estar aburriendo.- No papá,
sigue… yo quiero saber- dice Fito.-Dentro de pocos días vamos a Festejar la Noche Buena y la Navidad , ¡sabes Portu
abuela de qué se trata! Pero en otros lugares del Mundo, está prohibido
festejar el Nacimiento de Jesús, Dios hecho Hombre, porque los matan si los
pillan. En verdad es muy penoso.
-¿Y
nosotros qué podemos hacer papá?- habla con duda Fito.
Muy
poco. Por lo pronto enterarnos qué sucede
y aprender a respetar a los que piensan diferente, a los que tienen otra
religión distinta u otro color de piel o qué se yo, tantas cosas que nos
separan pero no hacen humanos iguales. En realidad Todos somos Hijos de Dios,
aunque los nombremos de diferente forma. Jesús era Judío… eso lo conocés por la
charla con tu tía Judith. Pero hubo épocas que mataban millones de judíos en el
mundo. Ahora les toca a los Cristianos que en la Roma antigua también mataban.
Lo triste es que no aprendemos a respetar al que tenemos al lado. Prójimo viene
de “próximo” y el que está al costado tuyo puede ser totalmente distinto en
todo a vos.
-Papá
en esta Navidad voy a tratar de pedir para esa gente que no haya más guerra y
no tengan que irse a otros países lejos de su casa.
-Si
te metés en Internet, podés leer algo de todo este “rollo” pero cuidado, porque
es muy complicado. Mejor preguntale al tío de tu amigo: el “padre Bautista” y
que él te lo va a explicar mejor. Ahora a preparar ese bendito árbol de Navidad
que me da tanto trabajo y tu mamá quiere que hoy lo termine de adornar. Es 8 de
diciembre y se acostumbra desde siempre dejarlo puesto hoy. Tiene listo todos
los regalos para Noche Buena. Dame una mano Fito.
Tolón-tilín, este cuento llegó a su fin
lunes, 5 de diciembre de 2016
SOLSTICIO DE INVIERNO
Galopé los médanos con brillo de luna
castigué mis ojos con otoño de pesares
alucinando miedos inconclusos
atrás
quedó la pequeña ventana encendida.
La casa
tu pecho. Mis párpados de plata contagiando la espera.
¿Adónde estaremos cuando el sol regrese?
No quiero acompañar a la niña del estanque.
Se perdió en una caja sin llaves, se quedó
dormida.
Yo estoy palpitando aun llena de vida
y
Tengo, un grito entre los dientes. Un grito
azul
Un vientre deformado por el tiempo.
Las palabras vuelan con un viento en los
médanos de lirios
Volveré a la casa. La lumbre espera.
Enciende la ventana enciende la esperanza en el regazo.
VIEJAS LÁGRIMAS
Esas mis
viejas lágrimas latentes se descuelgan por la piel
Son mis
heridas las que manan desde el centro de mi universo
gentil y sin
medida se malcrían en las arrugas pálidas del viento.
Siento la
descarnada distracción de las palabras que en mi pecho enhebra
una carga de
tristeza que recibí una siesta de invierno
un lunes lejano siendo frágil
cuando no
conocía la verdad inesperada
traición de palabras impensadas con caricias codiciosas
de mi alma.
Viejas lágrimas, las mías.
VIEJO MANUEL
En
la oscuridad brilló el cerillo con luz roja hasta perderse en sombras de humo
azul. Estaba apretado contra el muro de piedra, como cobijándose de un chubasco
inexistente. Envuelto en la noche sólo se oye el rumor de algún paso lejano en
los corredores solitarios.
Ya
no era Manuel el que miraba interrogando las sombras, era otro. Encendió otro
cerillo y paneó alrededor con admiración y sorpresa. No había nadie. Otras
veces había guardias que lo jaqueaban con sus batas blancas y ojos cetrinos.
Ahora buscaba a Violeta que seguro no estaba tuberculosa y viviría para cantar
o a Lucía para evocar la escena de locura o Julieta cantando en el balcón para
él. ¡No puedo! Han pasado las doce y el carillón del parque no ha sonado como
todos los días.
La
luz titila en su mano temblorosa. Se agazapa escondiéndose de sus
perseguidores. Tiene puesta la capa de la obra que interpretó hace muchos años.
“Hamlet”. Se desliza por el pasillo y abre una puerta con protesta de metal.
Ingresa y la mirada perdida desplaza una visión fantasmal por la habitación. En
un lecho duerme un hombre tapado con un hilachento cobertor blanco que
desentona con el gris que los envuelve. Manuel se acerca, le tiembla el pulso
cuando toca la frente húmeda del yacente, éste se mueve y alarga una mano
vendada buscando algo. “Tartufo” acá tienes tu pan. Tal vez el alimento que no te
han traído hoy, te creen moribundo. Te han olvidado en la espera. El viejo le
entrega un bollo que escondió entre sus ropas y sale casi como un alma en pena.
El
hospicio es frío y oscuro. Todos son forasteros de tiempo, que están allí por designio
del destino, no es una penitenciaría pero lo parece. La soledad envuelve a cada
interno. Forzados a ser nada por un descuido de su familias están esperando la libertad
final. ¿Todos son desperdicios humanos? No poseen nada y eso atrae la soledad y
la desidia del mundo indiferente.
Acorralados,
detenidos en una nada de estratégica espera; buscan la escapada última. Son
simples cosas, son los “viejos” que van declinando en el espacio y el pasar de
los calendarios y relojes.
Dulce
muerte que llega siempre a tiempo en primavera. Es paradójico pero mueren
siempre en primavera. Manuel, otrora gran tenor, canta cuando puede y escondido
en un armario tras la puerta de un salón, para que no le den esas medicinas que
él escupe cuando sale la matrona de las llaves, a su encuentro. Es el
cancerbero de la honorable sede de gerontes olvidados. Siempre de blanco
inmaculado el uniforme, sin arrugas y afeites que la transformen en humano. Su
nombre es Dorotea, pero nadie la llama así. Señora Tremon a secas. El médico
del Estado viene dos veces por semana y sólo asiste a los que presentan
dolencias fatales. Moribundos silentes. Revisa apenas a los a que están exánimes.
Deja junto al camastro, con una cinta con goma sobre la cabecera, un papel con
el nombre de algún calmante u otro remedio que nunca llegará a tiempo. No los
toca, no los ausculta, no los ve. Sólo se detiene en los que ya son un despojo.
Tiene que correr a otro nosocomio y tiene 60 turnos dados por otra enfermera
inhóspita.
En
la mañana del jueves quince de diciembre Manuel despierta con un suave cosquilleo
en la espalda. Tiene una pequeña saliente en los omóplatos. Pasan los días y
cuando canta “Trovatore” o “Cosí fan Tutte” le crece y al pasar varias semanas,
la señora Tremon trae al doctor, está preocupada. Ha visto que en la espalda
del viejo Manuel hay pequeñas plumas de color ambarino, que pasan a ser un
objeto indeseable en la institución. ¡Son un hermoso par de alas, dice el
doctor sin pestañear! Si bien no es común, en los viejos artistas soñadores
puede suceder que le crezcan alas.
Los
corredores se han iluminado y ya no hace tanto frío. Es verano. Manuel emprende
un primer vuelo por el patio. Luego ensancha el horizonte y desaparece como
Ícaro volando hacia el sol, cantando, siempre cantando una ópera de su
repertorio.
UN CUENTO CON RECUERDOS
RECUERDOS DE LA INFANCIA.
Se descolgó del tranvía con el
diario jugueteando bajo el brazo. Miró a derecha e izquierda. Sólo vio el
cartel desdibujado, del almacén “El Progreso”. Cerrado. Todo alrededor
moribundo. Los árboles agonizando. Las veredas rotas. Las casas quietas. Volvió
para asirse del barral del transporte, pero éste doblaba la esquina en huída
fervorosa.
Parado. Recorrió con la mirada las
pocas viviendas amortajadas por la soledad. Comenzó a caminar por Morín
Navarro, hacia el sur. Un aire gélido le descolgó el sombrero que rodó por los
adoquines junto al recuerdo.
Observó la otrora magnífica casa de
Lucinda. La hiedra invadía todo. La bella reja española, orgullo de la familia
de la niña, se quebraba por el moho. Un fuerte olor a orín de gato le cacheteó
la evocación. Se detuvo un instante frente a la puerta e ingresó al territorio
de sus imágenes perdidas.
Allí
jugaban a la rayuela con Tato y el Colorado. Allí la vio por primera vez. Junto
a la reja. Tenía, un vestido celeste, trenzas gruesas y zapatos negros
brillantes. Hoy se que eran guillerminas de charol. El pelo me pareció,
entonces, como una cortina de luz solar. Era una primavera cálida. Mis pasos se
dispararon y caí junto al cielo de la rayuela. Ella era el cielo. Se fue corriendo
y se perdió tras el cancel vidriado de su casa.
Tenía
once o doce años. Era como un pedacito del paraíso. Las canicas se
transformaron en un bulto desubicado en mi pantaloncito corto. El trompo me
clavó su ponzoña allí en el corazón, que comenzaba a sacudir catorce años.
Pasaba todos los días para tratar de verla. Un día me atreví y le puse en la
ventana, en la preciosa reja, una hoja que arranqué de un libro de mi hermana.
Era un verso de Pablo Neruda. Me costó una pelea con mi hermana y una penitencia
de mamá. Papá no dijo nada, sólo me miró de otro modo.
Pasó
un mes antes que me atreviera a hablarle. Ella, con una sonrisa pícara, me
regaló un jazmín. Lo estrujé contra mi corazón, bajo mi almohada lo encontró
mamá, que asombrada me preguntó mil cosas. Por pudor no le conté. Conocí su
nombre por el Colorado. Lo repetí mil veces. Lo escribí en papeles, en el
pupitre, en mi mano. Lo besé. Lo mordí. Lo busqué en diccionarios de nombres
para saber el significado. Loco de amor, con mi adolescencia empujando.
Llegó
la fiesta de la Virgen
y mi tía me obligó a acompañarla al templo. ¡Oh, sorpresa, allí estaba con un
vestido de ángel, con alas de color blanco! Desde ese día fui un católico
angelical. Rondaba por la iglesia, y así logré que me hablara. La pasadita,
era mi deporte preferido. Los pibes de esa barriada eran todos iguales. Ella me
daba una flor, yo un poema copiado de algún libro, que furtivo robaba a mamá o
a mi hermana.
El timbre del tranvía que se
acercaba, lo despertó de la nostalgia. Ahora no conocía a nadie. Cada casa
parecía un monumento a la soledad. Al silencio. No se rindió. Se acercó a la
esquina del café “Los Primos”. La vidriera empastada de grasitud y de tiempo,
lo invitó a pasar. En la penumbra de tango triste, gardeleaba historias como la
suya, una radio. Pidió café. El anciano que se acercó penetró su memoria y
recordó su nombre. –“¿Vos no sos el Chino
López?”- se sentó a horcajadas en una silla. La mesa destartalada ofreció
una queja. Lo miró como queriendo desnudar el alma. Soy yo, pensó y usted es
Don Rubio. Atinó a alargarle una mano en señal de reconocimiento. El viejo lo
abrazó. ¡Cuánto tiempo! Treinta años y muy malos para mí. Revolvió el café en
el pocillo cuarteado. Espantó moscas que intentaban apoderarse de todo. ¿Qué tiempos?
Ya no queda nadie, de la gente de esa época.
El anciano, con una servilleta,
muestrario de variedad de tiempo y menú, sacudió las moscas y espantó el
recuerdo.- ¿Don Rubio, qué pasó en mi ausencia?- cuénteme hombre, por favor. –No puedo, el corazón, pibe, me falla cuando
hablo. Sabés, me falla. Me hicieron tres bypass. Pasaron tantas cosas. La
muerte de mi mujer, luego se llevaron a mi hija. Desapareció. Mi hermano se
volvió a España. Y del barrio se fue yendo la gente y la que vino, puros
“cabecitas negras”, como decía el General. Y, ¿Vos? ¿Qué fue de tu vida?-
Gardel comenzó a apagarse. La luz se quedó dormida junto con el recuerdo. Y el
fantasma de la memoria se instaló allí, en el café.
ARTE.. UNA FORMA DE REPRESENTAR LA HISTORIA?
EL GRECO... CRISTO PORTANDO LA CRUZ EN JERUSALEM.
UN RETRATO DE MUJER DE LA ETAPA IMPRESIONISTA
¿RUBENS? UNA BELLA MUCHACHA DE LA CALLE PINTADA PARA MOSTRAR LA VIDA EN UN MOMENTO DE LA HISTORIA.
POEMA 018
SI ME NOMBRAN.
Si me nombran soy mujer doliente
locuaz, aventurera y poderosa
cuando me miran, pasando junto a mí,
recuerdo la juventud perdida entre la hoja inestable
de un viejo almanaque.
Foto en blanco y negro. Quimera.
Cuando escucho esa canción lejana desgranando nostalgia
siento que me llaman voces inexistentes.
Si me nombran vuelvo por un tú al futuro
me entrego a un pasado muy lejano
y no encuentro a nadie que responda.
Si me nombran
son las voces de los muertos que desgarran su tristeza
las que escucho en el viento.
POEMA
PUEDES HUIR...
Sí
puedes huir hacia el encaje de
escombros
como un ave rapaz en celo
puedes huir, dejando el aro
enmohecido de un reloj
sin tiempo
allí en la estepa dorada sarta de caras de una luna
cuyo reflejo muestra apenas una
lágrima
derritiendo un grito
Sí
puedes huir te digo
como una presa derrumbada entre
escoria de sueños
limadura de piedras afiladas
lenguas de ofidios zigzagueantes
que atraviesen la carne agujereada
allí, donde no quepa ni el odio
ni un sueño
Sí, puedes huir
por favor
no dejes huellas.
POEMA DE AYER
¿En qué
crepúsculo estás?
Escudriño mi
destino sin sorpresa.
Acaricio el
rostro del niño entre las manos.
Pasearán
marfil tus dedos mientras suena
el Claro de
Luna o El Choclo
con la fuerza
vital gastando el piano.
Estarás
levitando en la comarca celeste
de ángeles o
entre viñas fértiles que esperan el vino nuevo
Tal vez,
estarás caminando o flotando sobre trigales maduros
en el final
del terraplén que te llevaba un tren a Las Parejas.
Allí tus
inquietudes de quinceañera soberbia y
mimada
entre la risa
fácil de la muchachada del veinte.
Capelina y
tacones con tafetán a lunares.
El andén
atiborrado de gente que paseaba
esperando ver
llegar a los de la ciudad vital, la de otro siglo.
¿Adónde
estarás madre? Qué inconfundible el recuerdo de tu risa.
¿Qué habrá
quedado de tu amor entrañable a la belleza,
a lo grandioso
del barroco, a la madera con perfume a
cedro,
al oro
filigranado en una laca inflamada de coral y nácar?
Artista sin prestigio por ser mujer, en un
tiempo
irremediable
de misoginia y desprecio. Fémina feroz. Inimitable.
¿Adónde y cómo
estarán tus manos? Hábiles contrincantes de la pereza.
Hacedora
incansable. Incomprendida por todos. Por mí también.
Torpes
palabras hoy tratan de abrazarte en la inexplicable soledad
donde yaces
dormida. Me desprecio.
Tu carne ha
consumado un amorío con los huesos del amor
que están en
las tinieblas. ¿Cómo logras integrarte al amasijo de barro
y piel bajo la
tierra?
miércoles, 30 de noviembre de 2016
POEMA 095
Y un día, un día como hoy
atravesaré la calle como el duende curioso
como la lluvia fina que desgrana lamentos y
un perro solitario detendrá la pisada gótica del viento
Arrancaré una espina
caerá una rosa con pétalos mojados
sobre las pulcras piedras de la esquina
nuestra esquina donde los augures
transformarán una vez sola en marejada de escombros
el espectral camino de mi talle perdido
solar vegetal de tu mirada
remanso cauteloso de los ojos que
dormitan.
Una aventurada marcha hacia mi trenza de hieba
besando el polvo de la calle despierta como un alce
con los cuernos atrapados en las ramas del destino.
y una grutas profundas colmarán mi cintura
con caricias de estrellas o rasguños de tigres
dejando que los pétalos de las rosas me cubran en el lecho
y los escombros gritarán tus palabras prohibidas.
Déjame dormir en silencio de huesos olvidados
para calmar mi apetito de solidario encuentro con mi Dios
escondido en las tinieblas del cielo. Quiero dormir ahora.
POEMA PARA GABRIELA MISTRAL
“Y el amor como el
espino nos traspasó de fragancia”
Dios
lo quiere. Gabriela Mistral
Lucila con tus
rodillas rotas y la mano desolada
Cuando una gruta
profunda de besos llene tu alma
Se pintarán de gotas
de azahares tus miradas
Y la tierra en sus entrañas
murmurará una palabra
No te duermas mi
Lucila que con misterios te apañas
Y transformada en
Gabriela soñarás sueños de algas.
Las nubes esconderán
tus penas y tus risas en el pecho
Resonaran en campanas
con temblores de bronce
Que galoparán en el valle,
allí donde te quedaste, amor
Que nadie lo extrañe.
Tu nombre hermosa doncella
Quedó grabado en la
arena y la espuma no lo borra
Quedará hasta que el
mundo se acabe.
MI JARDÍN EN FLOR
ROSAS EN MI JARDÍN DE LA MONTAÑA
EL ROSAL MARÍA CALLAS EN PLENA FLORACIÓN Y PEONÍAS BLANCAS QUE HEREDÉ DE MI ABUELO ÁNGEL VESPA.
POEMA 062
POR CIERTO
Por tu rostro y
mi pecho, por las calles y el viento
va la lluvia.
Recuérdame tu nombre.
Así se aposenta
tu máscara de carmín celestial.
Una lámpara
flota entre los latidos tenues de la noche
en donde dormita
el calor entre frágiles manos conmovidas.
Allí flotan las
caricias como plumas de aves
Duendes
amarillos juegan en la orilla espumosa del río
Y los sauces se
hamacan entre las aguas claras que corren río abajo.
Encuentro en la
arena escrito con perfil de flores.
El nombre del
Amor que duerme la siesta junto a ti,
y me detengo
para tocar el aire, el rocío en las hojas.
Un espejo me
muestra el rostro tibio del amigo del tiempo.
¿Por…
cierto es que me
esperan en un horizonte soleado,
cierto es que me
arrullará un zorzal de alas blancas,
cierto que me
abrigarán los vellones del cordero blanco.
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