lunes, 26 de junio de 2017

CUENTO DEL LIBRO DE TRENES Y...

FUTURO.

            Desconectó los neurofibriladores y los cables de los aspiradores de los gases sulfhídricos y de las  hondas electromagnéticas. Se sentó frente a los observadores abismales y contempló la larga noche invernal del exterior. Algo le molestó en la cara y se sacó los guantes, luego se tocó con suavidad y le pareció que allí había algún líquido extraño. ¿Estaría  sucediéndole eso que él había leído en los antiguos chips de los arcaicos  que llamaban "llorar" ? ¡Eso parecían verdaderas lágrimas! Palabra extraña para un hecho más raro aún que por primera vez le ocurría. Ahí estaba él solo con su nodriza y las viejas máquinas. Se acodó en la butaca y se quedó perplejo pensando en su existencia. Tendría que volver a consultar los archivos del pasado.
                        Se incorporó con mucha dificultad y fue hasta la descontaminadora de líquidos, le dolía el torax y su débil piel sudorosa por el esfuerzo le provocaba ardores. Hacía pocos movimientos en ese habitáculo y bebió el líquido con avidez. Sintió el sabor acre del agua que le supo muy ardiente y salobre como casi todo lo que comía. Pensó que había leído que los antiguos tomaban el agua de fuentes naturales del planeta. ¡Qué insanía! Por eso sufrían raras enfermedades desconocidas ahora. Se volvió a ubicar en su cabina y miró  la blanca planicie desolada del planetoide. ¡Qué solo estaba!. ¿Qué podía hacer con ella ahora, tirarla afuera como chatarra?,¡ jamás podría pues era su madre y sin ella no hubiera sobrevivido !. Recordó cuando lo depositaron en la nave allá por el  año 2573 de la era de Teresio el Grande, ya no podía relacionar las fechas de la era de un tal Cristo. Él en ese entonces era un embrión crioengendrado y se fue descongelando gracias a su nutricia y cálida acompañante de viaje. La que sin querer comenzó a llamar madre como en los tiempos primitivos. Volvió a sentir  un extraño dolor en la zona abdominal y un gusto desagradable en la boca. Le hizo bien cuando volvió a salir agua de los ojos. Desconectó los conmutadores de la vieja estación del planeta  y se quedó en la semi penumbra azulada de su cúpula a la deriva porque interrumpió las interrelaciones sonoras y sondas cargadas de referencias legibles en las pantallas.
                        La miró largamente, estaba callada y quieta como algo ya inútil. ¡No podía comprender cómo no sabía que eso le podía pasar antes de completar su misión!. Recordó sus primeros tiempo descronificados y observó sus mascotas cibernéticas que le enseñaron muchísimas cosas, en especial a tener amigos electrónicos con los que se podía comunicar telepáticamente. Al principio cuando se gastaban o se cansaba de ellas las desechaba al exterior. Ya más tarde comenzó a guardarlas y las ubicó en hornacinas en la nave. Sus principios fueron muy silenciosos. No oía ningún sonido y en realidad no sabía, porque no había desarrollado sus percepciones telecinéticas, que las claves estaban entre esas luces que titilaban. Un día descubrió el panel y su nodriza le fue indicando los pasos a seguir. Lástima que ella fuera muda. En otra oportunidad  escuchó por primera vez los sonidos y el rumor de los motores y hasta percibió el dulce rumor de unos sonidos proporcionados desde la pantalla de cuarzo que le mostraba la rara figura de un humano muy extraño de la era arcaica. Leyó o pensó "música de Vivaldi". Le gustó y siempre que pudo le prestó su atención.
                        Sintió otra vez una aguda laceración en su gastado cuerpo. Ya no le funcionaban bien las mangueras de oxígeno puro y le quedaban pocas porciones de sustancias de sostén. ¡Su
amada señora estaba inerte ! Los humanos eran crueles porque no le dejaron instrucciones. Deseó imitarla y morir como ella. La inmensurable extensión del espacio entre novas y agujeros negros se expandía ante él. Tomó una determinación: fue un rayo que ingresó en su cerebro, sacó su traje para salir al exterior pero no se colocó el antitóxico ni se inyectó la anti bacteria puso en su morral algunas herramientas, se ciñó a su madre con una ligadura de oro elástico y magnetridia y se zambulló en las abisales magnitudes del  futuro. Su  nodriza en el  exterior comenzó a desintegrarse,
cada pieza de sus metales irreconocibles de otros planetas rebotaban entre las nubes de gases raros. El humano comenzó a deteriorarse rápidamente y se transformó en un extraño geronte pero se aferraba a su madre electrónica, magnífica madre que amaba con desesperación y no aceptaba separarse de esa máquina que lo crió. Se perdió en el abismo en la noche del futuro. 

                                                           

No hay comentarios.:

Publicar un comentario