lunes, 26 de junio de 2017

2ª PARTE DE CUENTO DE PECADOS CAPITALES.

        ESTAMPITA.

            La noche comenzó con un calor pegajoso, bochornoso. Isabella con una bata de fino algodón transparente tomaba un poco de aire dentro del pequeño balcón terraza interior de su piso. Había llegado cansadísima de la oficina. Los faxs y los memos de Singapur, Thailandia y San Francisco se habían sucedido ininterrumpidamente. Tuvo que traducir muchos mensajes ya que la bolsa estaba al rojo vivo y la empresa tenía inversiones muy importantes. Sintió un suave  zumbido entre las leves cortinas del departamento frente al suyo. Trató de ver o adivinar al personaje que estaba allí. Una sombra le permitió presagiar una figura humana, pequeña pero clara, que con una máquina filmaba sus movimientos. La ahogaba el terror. No atinó a moverse por temor a una bala o a cualquier otro suceso. Luego que se acallaron los sonidos, llamó a la jefatura. El detective Rowers con su insólita figura de anciano acicalado y prolijo como la estampa de un caballero de antaño, le acercó el afecto y una sencilla amistad. Pasó una noche consolándola con viejas historias que la hicieron dormir como niña. Él encontró debajo de la puerta de calle casi al amanecer una estampita de la primera comunión de Isabella que luego supo había hecho en Italia, en su pueblo Verona, en la niñez. La nueva pista era un nuevo desafío para él.

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