Escucha...
el viejo laberinto nos observa.
Hay joyas en cada vidriera de
nuestro paraíso.
Capitán de la nave con la proa
deshilachada al viento;
toma mi mano ingrávida
voy a bosquejar cada arruga de
los rostros
que el tiempo amigo ha dejado
incrustado en el azogue
apoyaré mi cabeza blanca en tu
pecho macilento
nido de estopa esponja de perfume suave
madera de sauce flexible donde penetran los miedos
que cosechamos unidos
de ser tan extraños a los sueños.
Acúname y que tus ojos opalescentes de tiempo
me deslicen por el sendero de la
cumbre montañosa
dejaré en ella la materia de mi ser
de mujer y de poeta.
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