miércoles, 20 de junio de 2018

LA MARQUESINA




            Ischa llegó al teatro. Había soñado con ingresar “Al Molino Rojo y ser tapa de magazines y fachadas de famosos teatros. Desnuda posó para aquella extraña mujer sueca, que fotografiaba a los famosos; parecía estar frente a una estatua de Rodin, esculpida en mármol blanco. Recordó a su madre, que veía películas de Ingrid Berman y Marlene Dietrich. Eso la impulsó a estudiar arte y emigrar a la capital. Como hija única debía asegurar la felicidad y los sueños de su madre. Unas tarjetas amarillentas la conectaron con ciertas personas del medio artístico. Entre ellas la fotógrafa sueca. ¡Ella debe hacer tu libro de presentación, hija, es la mejor!
            La dejó allí, muerta de frío. De pronto comenzó a tiritar y un dolor punzante ingresó en sus pulmones. La joven con una fiebre altísima llegó a su habitación. No supo cuánto tiempo tardó en mejorar. Allí envuelta en un edredón sufrió un delirio  donde un sin fin de hombres la poseían. Todo pasó con suerte. Salvó su vida.
            Cuando regresó curada al teatro en la marquesina figuraba su desnudo abrazado y besado por un sin fin de hombres iguales a los de su pesadilla.
           

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