Entró la supervisora a la escuela
con dos o tres docentes que la acompañaban. Parecía una reina con su séquito.
Pasó derechito a la dirección. Se sentó en el escritorio principal y desplegó
papeles.
Yo la miraba sorprendida y con
cierto temor. No siempre vienen a felicitarte por haber solucionado la vida de
un niño maltratado o una cloaca colapsada, no, vienen a pelearte porque un
padre o una madre se queja por una nota que según ellos, los niños no merecen,
o vienen a recriminarte porque creen que se ha “Discriminado a un alumno que
llegó drogado o alcoholizado” y vos tuviste que llamar a un médico del centro
de salud. Pero esta vez, no, vino con órdenes de la superioridad: “Los niños
tienen que tener un Televisor en cada aula o en el salón de uso múltiple para
ver el Mundial”. ¡”Chupate esa mandarina, pens锡 ¿De dónde saco un televisor
para cada aula y el único que hay lo trajo Colón cuando llegó a la Antillas ?
La orden viene de arriba y hay que
cumplirla.- dijo con aire autoritario. Y yo no supe si reirme o llorar. –Señora
no tengo un buen televisor. – y esperé una respuesta que me dijera que bueno,
que el gobierno me daría uno o varios; pero no. Arreglese como usted sabe, para
eso está nombrada como directora titular.
Se levantó manoteó los papeles, su
cartera y salió con las mujeres que la habían acompañado. Me quedé entre lívida
y furiosa. Tenía ganas de ahorcar a alguien y di gracias a los consejos de mi
abuela que decía: “Frente a un dilema, calma, piensa, cuenta hasta diez y luego
actúa”. ¿Qué podía hacer? Si traía el de casa, mi familia me ejecutaba en medio
del living. ¡Comprar uno! ¿Con qué si nadie paga la cooperadora? Hacer una
rifa… ¿Otra vez señora una rifa? Si nadie compra y tenemos que terminar
comprando nosotras que apenas llegamos a fin de mes. Me quedé allí, quieta y
muda.
Cuando entró el celador, con una
taza de café, y me vio tan alterada, me preguntó qué pasaba. Me puse a llorar.
Él, hombre grande y con mucha experiencia, se acercó y me dejó que me calmara;
luego me inquirió: ¿Señora qué le pasa?
-Necesito un televisor nuevo o
varios por orden de la superioridad y ¿de dónde saco el dinero? – seguí secando
lágrimas incontenibles que caían por mi cara.
- Mire mi experiencia dice que si
usted les dice grado por grado a los chicos para qué quiere la plata, le llueven
billetes. No se olvide que está en un país futbolero. Acá se da la vida por un
partido y si es un mundial… cualquier cosa. ¡Se arrancan un riñón, una mano,
venden a la abuela…!
Le hice caso. Primero fui aula por
aula, después cayeron los padres y al final llegó un camión de una empresa
conocida con siete, sí, siete televisores nuevos y todas las aulas vieron el
Mundial. ¿Alguien me puede explicar cómo puede ser tan penoso un país, que sólo
tiene billetes para el fútbol?
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