Mi piel se ha marchitado con los años.
Mis manos marcadas con espuma se arriesgan a las caricias
Sutiles matrices de cáñamo en los brazos tejen
Largas márgenes de ríos despeñados entre rocas.
Quien dejó su trabajo entre las vigas, se desmorona
En misterioso vuelo de plumas y vellones.
Quedó el incendio aplastando al ave que gritó al aire
Una súplica de relojes olvidados. Tiempo ido.
No me distraigas ahora, no me distraigas.
El murmullo sonoro de las hojas pregona mi Ser
Como una altiva vibración de estrellas
Que vislumbran el sueño de los cisnes migrantes.
Victoriosa mi frente con estrellas fugases
Aturde al amanecer los pensamientos
Presagios de un acontecer distante, donde duerme el sol
Se acurruca el cristal de la conciencia alba.
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