NIÑOS DE ENTRE 8 Y 12 AÑOS, SALEN A LEER A LOS VECINOS CUENTOS Y LEYENDAS. ES UNA FORMA QUE TIENE MI PAÍS DE INVITAR A LA BUENA LECTURA
DE LA ESCUELA A LOS VECINOS. HAY QUE LEER. ESO TE HACE MEJOR PENSANTE Y CRÍTICO.
¡Y PENSARON QUE NADIE LOS ESCUCHARÍA! NO FUE ASÍ, LA GENTE ESCUCHÓ AMABLE Y CONTENTA.
viernes, 27 de septiembre de 2019
CUENTO PARA CONTARLE A NIÑOS PEQUEÑOS QUE AMAN LOS CUENTOS DE MIEDO
UN MONSTRUO AMIGO…
MORUCÓM.
SU PIEL ES SECA DE COLOR ANARANJADA Y TIENE UNAS RARAS
ALETAS CON RAYAS AZULES. ¡POBRE! HUELE MAL, OYE MAL Y VE… PEOR.
¡SI NO FUERA POR LAS ANTENAS NO ENCONTRARÍA SU CUEVA! POBRE
AMIGO MÍO.
TIENE UNA NOVIA Y SE QUIERE CASAR. SU PAPÁ LE CONTÓ QUE
TENDRÁ QUE ESPERAR TRES AÑOS PARA
VIVIR EN SU PROPIA CUEVA.
CAMINA LENTO Y JUEGA, A VECES CON LOS PÁJAROS GRITONES DE
COLOR ROJO FUEGO.
MORUCÓM SÓLO COME
GUSANOS. SU CACA ES OLOROSA Y COMO TIENE MUCHO AGUA, OTROS ANIMALES VIVEN
PICOTEÁNDO SU CACA. ¡PUAJ! QUÉ ASCO…
PERO ÉL ES MI AMIGO. YO LO QUIERO. CUANDO TENGA HIJITOS, YO
QUIERO QUE MI PAPÁ ME REGALE UN BEBÉ DE MORUCÓM.
¡PROMETO CUIDARLO!
JORGITO.
COMO NIÑO
Como niño
avanzo hacia la luz
Retorcido
en la espera de un sonido musical
Con los
reflejos del sol en la nieve de mayo
Aproximando
el cuerpo a la fogata de unos ojos
Ojos que
atrapen la neblina de mis sueños
Como niño
busco la voz cantarina del agua
Edulcorada
de rocío en la mañana de febrero
Cambiando
el solsticio de su boca y sonrisa
Con las
palmas abiertas en jugosa fluidez.
Mirando la
montaña que anuncia otra vida
TRAICIÓN
Un
pensamiento vuela hasta ser atrapado
Por el hada
que anuda la dicha y el dolor.
Un miedo
que atormenta el corazón perdido
Ese, que se
mueve hacia el peligroso sueño de amor.
Rojo
profundo, él olvidó su rostro en la vana inconstancia
De otra
aventurada escapada al misterio
A la
extrema victoria de conquista y perdón.
Dónde quedó
el suspiro y la lágrima etérea
Dónde el
beso robado, dónde el abrazo burlado
A quien
miente una espera que bifurca el tedio
Una afrenta
a la ingenua esperanza traviesa
De una niña
que espera el sublime candor.
Esa niña
atrapada que esperará y espera... un amor
Que no
llega y un recuerdo burlón.
LILA
“Cae lentamente al estanque, donde los nenúfares le hacen bromas a las
libélulas que copulan para continuar con la vida”
Anónimo.
La pequeña Lila va dejando
esa edad, cuando no se ha vivido sino una niñez tranquila y festiva. Al cumplir
los once años, su amada Edelmira, madre del corazón, comenzó a tener esa tos
pertinaz y dolorosa, que la derrochaba sobre blancas sábanas y almohadones
orlados de puntillas. Comía poco y dormía mucho. Su piel se transformó en un
frágil alabastro suave, a veces ambarino, a veces por las fiebres y calenturas
de un encendido color encarnado. Una fina pedrería de sudor, refrescaba su
arrebol. Cual rocío matutino cada prenda que cubría su escuálido cuerpo humedecido,
el satén y las sabanillas. El ralo cabello otrora dorado, era una mata
selvática que desparramaba sombría, desdibujada y pajiza.
Lila la veía como se iba deshaciendo día
a día. Casi como una hoja transparente de seda, o de esas que se colocan entre
las hojas de los libros y semejan un encaje ocre, simulando ser hoja, simulando
ser un tul de finísima estructura. La amaba. Espiaba cada momento sus
convulsiones que comenzaron a ser cada minuto más cercanas y terminaban con
unas gotas de sangre. Los ojos hundidos y condecorados por medialunas
violáceas. Su padre, Alcides Morelos, la había
traído cuando Lila apenas daba unos pequeños pasos para caminar, y ella, le dio
la mano y el amor de una madre inexistente. Nació del amor de ellos, un
muchachito de cabello negro, ojos oscuros y rebelde. Creció jovial y dislocado.
Reía y rompía cada regla, cada voto, cada reflexión que quisieron inculcarle,
en la casa era infrecuente verlo sentado a la mesa, dormir a las horas
apropiadas y en la escuela duró tan poco que apenas aprendió algunas letras y
números del ábaco. Siempre el padre observaba a ese
muchacho díscolo y mal aprendido, con desconfianza. Y sí, un día se escapó
llevándose una jaca brava. Tenía apenas doce años. Lo trajo un juez, con un
moretón en la mejilla y un brazo fracturado. Sin caballo y sin zapatos. El padre,
pagó la deuda de los destrozos que había hecho en el pueblo y lo encerró una
semana en la alcoba. Lila le llevaba en escondidas algunas confituras y
limonada fresca. Salió más tranquilo, pero… lleno de
ganas de vengarse. Edelmira murió. Su esposo, lloró sobre el cuerpo triste y el
corazón vacío. Lila lloró a su lado y juntos la llevaron bajo el jacarandá que
ella amaba. Cuando el muchacho cumplió quince años,
su padre fue a buscar un cargamento del puerto y se quedó dos meses, esperando
el barco. Cuando regresó encontró a Lila con el rostro sombrío. Callada y
triste. Creyó que extrañaba a Edelmira. Pronto supo que la muchacha estaba
embarazada. Su hermano, la empujó por la escalera y el niño murió sin nacer. Pasó un tiempo en que el padre trató de
saber quién era el padre de aquel vástago. La niña callaba. Cada momento más
taciturna y esquiva. Su hermanastro la miraba con dureza y presagio de
golpizas. Ella cumplió quince años y el muchacho catorce. Lila le rogó a su
padre que la dejara marchar de la casa a un convento. No era posible que la
aceptaran si sabían del embarazo y pérdida. Se transformó en un fantasma en
vida. Cada noche, encerrada en su alcoba, espiaba por una hendija cuando su
hermano pasaba rondando por los pasillos como gato silenciero. El padre necesitó marchar nuevamente al
puerto y cuando regresó, ella nuevamente estaba encinta. La duda ya no era
duda, claramente era el muchacho el causante de ese destrato. Golpeada y
arrastrando su pudor adormecido, llegó a término. Nació una hermosa niña. El
muchacho, en la noche, la tomó cuando Lila dormía y la llevó al río y allí la
arrojó sin el menor dolor. Los gritos despertaron la casa. ¿Dónde
está la niña? ¿Adónde y quién me la ha quitado? La risa descontrolada del
muchacho dejó a todos boquiabiertos. Un malvado demonio vengativo. Un truhán.
Un asesino. Con quince años había sido capaz de
abusar de su hermanastra y matar su hijo. El padre tomó la escopeta y sin
pensarlo mucho, lo corrió por el campo y lo acribilló cayendo, este, sobre el trigo
dorado que ya maduro, quedaba mojado por la sangre de quien fuera de su propia
sangre. Dicen los lugareños que al día siguiente
Lila flotaba en el estanque junto a las libélulas y flores de pétalos blancos.
TANGUERO
Como hombre
ató las burbujas de nieve
para
amarrarla con lianas de rosas a su amor.
Dijo el
poeta, en la sonata nocturna de aquel tango.
Pero llegó
la noche y los envolvió el ensueño
Dio media
vuelta, él, y las piernas, atraparon la luz
Bailaron la
milonga con trazas de malevos.
Ella apenas
movía sus lujosas caderas
El tocaba
la espalda con magia de poseso.
Los
violines lloraban su sueño de bohemia
El acordeón
gemía su tristeza de piedra.
La soledad
cantaba junto a la mujer morena
Y entre las
manos mustias un cigarrillo murió.
LA ABUELA
¡He
cometido la indiscreción de seguir viviendo! Jorge Luis Borges
Entró corriendo, deshilachando el aire cálido de la calle. Dentro de la
casa un suave fresco envolvía el cuerpo de la abuela anciana. Estaba sola y
sentada como una muñeca de seda y puntillas. Su cabello largo, suelto atado con
una cinta azul, algo desvaído. Las manos, como dos alas de golondrinas heladas,
se apoyaban sobre un almohadón de terciopelo rosa. Parecía una reina triste.
¿Cuántos años puede tener, se preguntó la nieta?
Se acercó y la besó levemente en la frente. Estaba tibia y suave entre
las profundas heridas que llaman arrugas. Son señales de la vida. Señuelos para
el ángel negro. Le preparó un té y se sentó a su lado. Abrió el libro de poemas
y le leyó con calma el último que había dejado marcado con unas hojas de tilo.
La abuela, cerró los ojos mientras discurrían los poemas. En su juventud era
quien recitaba frente a una concurrencia eufórica. Antes, la gente amaba
escuchar poesía. Había personas que leían por radio, en galerías de arte, en
las plazas y en las noches de frío junto al fuego. Ahora se reirían de esa
costumbre.
¡Pero la belleza no ha muerto! Murmuró con voz cascada, mi niña, lee
ese, el de la página 27, el de Garrid. ¡Ese es muy bello!
Volvió a releer el mismo, ese que le pedía y luego la anciana sollozaba.
Abuela te leo uno de Rubén Darío o de uno de Alfonsina… son más dulces. La mano
apenas se cerró en su brazo. Tráeme un vaso con agua fresca, hija, por favor. Y
tomó el libro para abrirlo en la página 27. Cuando la muchacha regresó, ella se
había dormido.
Seguro soñaba o simplemente entraba en un pasillo de amables recuerdos
de amores contrariados. Apena la tocó. Abrió los ojos de un verde claro como
agua y sonriendo le dijo: Mi pecado es seguir viviendo. Él ya se fue hace
muchos años y si viene, me encontrará muy avejentada. No quiero que me vea así.
¡Por favor, llévame a la cama!
La envolvió en una bata delgada de seda verde y se acurrucó entre las
puntillas de antigua hechura. Seguro, esperando que él, entrara en cualquier
momento y la besara.
ESPERANZADA
Camino al jardín donde el frío de
una mentira,
enmarañada de verdes frondas, pinta
el atardecer.
¿Quién que domina con una venganza
el futuro puede desterrarme?
Tus miradas me liberan de la
miseria,
nunca estaremos manchados por el
miedo.
Un espíritu benigno despeja el ojo
de la ventana húmeda
donde se refleja la historia de nuestra aventura
Quien
nos amarró a las primicias de la cosecha de besos.
Soy
caminante de las calles milenarias que esperan.
Donde
fulge el sonido de los árboles y el tañer de las campanas.
Ese
sonido sinfónico de insectos y de aves nocturnas.
Han
pasado los años, es cierto.
Somos
ancianos.
Vivimos
con la lentitud de los caracoles.
Con
las sonrisas de recuerdos que nos miran.
Esa
es la mentira. Estamos vivos.
DIÁSPORA
Isaac
Alkyn bajó del camión que lo arrancó de su sastrería en Dessau. Le pesaba en el
brazo la estrella de paño amarillo que le cosió Vielka, su mujer. ¿Adónde lo
llevarán ahora? La carretera helada se alarga y es cada vez más dura.
Sobre
las tablas, todos llevaban gestos de angustia y miedo. Isaac de horror. Le
duele el cuerpo hasta los tuétanos y un sentimiento atávico lo hace pensar en
sus ancestros. Ellos allá en la primera diáspora, Moisés de Egipto cuarenta
años y luego huyendo de la árida Israel y ahora en esta nueva huída
obligatoria, sólo el rostro de un viejo Kaiser, que alcanzó a esconder entre su
ropa, pueden comprar la libertad.
La
libertad que se le ha negado a toda su estirpe. Por eso no quiso tener hijos.
Por eso no quiso salir de ese pequeño pueblo donde se sentía seguro.
A
su lado un gitano le muestra unas monedas de oro, tiene la esperanza de
conseguir sobornar a los soldados. Isaac recuerda la caja con alhajas que le
dio a Vielka antes de que lo arrancaran del negocio donde vivían. Tal vez si él
las conservara podría llegar más allá de los campamentos de trabajo donde había
unos extraños hornos en ese lugar llamado “Bergen Belsen”.
Su
mujer conseguiría salir del otro camión ya que iban niños y ancianos. El
vetusto transporte se dirigió hacia el otro pueblo en donde decían se trabajaba
y comía mejor. Lástima que a él, no le darían esa ducha de la que comentaban
algunos paisanos. Igual, cerró los ojos y se puso a cantar los Salmos de la Torá. Pronto todo el
grupo lo seguía en su canto. Se detuvo el camión y un soldado les ordenó
silencio. Molestaban a la gente amable que vivía por ahí. Entonces comenzó a
rezar. El gitano se reía, yo no rezo, le dijo, porque estos alemanes me han
prometido un paraíso.
Isaac
Alkyn pensó que después de todo al lugar que los llevaran sería el precio que
pagarían por no haber vivido nunca en la tierra de sus mayores. El motor se
detuvo, los hicieron bajar, ponerse en fila y uno por uno fue cayendo en tierra
con una bala en la frente. Habían conseguido la libertad y el paraíso en ese
pueblo llamado “Bergen Belsen”
CINCO ESTRELLAS, HOY ES ROSHA SHANÁ
¡Sabía que
las noticias malas llegan como las tormentas sin aviso!
-Señor
Gordon, tendrá que acompañarnos-
Llegó cantando. Estaba feliz. Se había tatuado
en la nuca cinco estrellas de cinco puntas. Eran de tamaño pequeño, pero se veían
hermosas. -¡Nosotros pusimos el grito en el cielo. ¡Un judío no puede hacerse
eso. La Ley lo
prohíbe. Ya verás como se enojará el rabino.- dijo la madre.
-Mamá, yo no practico, me he cortado la barba y
los peiot.- ¿Qué dirá el Seide? ¡Hay, qué fácil es para ustedes todo ahora!- ¡Cortala
mamá! Soy el mejor de mi clase y en básquet y tengo el record en natación en la
piscina juvenil.
-¡Ariel!¡Hijo Mío! Que Yahvé te proteja.-
Esa
madrugada del sábado llegó la patrulla hasta el edificio. Salió Esther con la
peluca sobre los ruleros y apenas cubierta con una bata gastada. -¿Familia
Gordon? El dueño de casa por favor, que baje a la vereda con documentos somos
de la policía estatal.-
Ismael se
puso un pantalones, se acomodó la kipá, como pudo en su calva y bajó corriendo,
con el documento en la mano y aterrado.
-¡Hay una
posibilidad que identifique a unos muchachos que se han accidentado!-
¡Mi Dios! ¡Subió,
se cambió bajo el diluvio de lágrimas de su mujer y su hija! Ya verán que no
pasa nada, les dijo. Subió a su coche; que como todas la familia de esa cuadra estacaba
en la calle. Siempre defendiéndose de los bribones, entre la vereda y las alcantarillas.
Siguió a los policías. Llegaron, como era de esperar a un edificio descascarado,
sucio y sombrío. Con olor a creolina y a cigarrillos, humedad que atravesaba
cada pared y arista de las habitaciones mugrientas. Lo hicieron entrar a una
sala donde estaban sentados unos tipos ignotos, groseros malolientes, con lentes
gruesos, ropa vieja; que se escarbaban con palillos comida de la boca mal
cuidada. Algunos sin rasurarse y silenciosos que lo miraron con desprecio
¿Quién sabe quién este fulano?
Señor Gordon pase. Sobre unas mesas de granito
negro lidiaban con tres cuerpos. Se acercó despacio; destaparon a uno de los
jóvenes. Sus ojos se agrandaron cuando
vio en la nuca del muchacho cinco estrellas de cinco puntas con un balazo en el
medio. Un grito se atascó en su garganta y cayó
BUENOS AIRES… TANGO
HACE
TIEMPO, BUENOS AIRES, YO ATRAVESÉ TUS CALLES
RECORRIÉNDOLAS
EN BONDI, EL VERDE QUE AUN RECORRE
POR
LA AVENIDA LA
PLATA Y LAS ESQUINAS DEL ALBA
CUANDO
SONABA EN LA RADIO UN
TANGO MALEVO Y TRISTE
Y
EL CHOFER LOS TARAREABA COMO PARTE DE SU ALMA
APRENDÍ
TU LUNFARDO ENTRE BOCINAS Y ESPERA
CONOCÍ
TUS EMPEDRADOS DANDO SALTOS EN LOS BACHES
Y
LAS PIEDRAS. CALLES ANTIGUAS Y NUEVAS.
EN
LA ESQUINA DE
BOEDO, UN LINYERA,
UN
TIPO VENDIENDO DIARIOS, UNA MANGUERA EN LA ACERA ,
UNA
MILONGA DE GARDEL, UN FULANO QUE SILBABA
CAMINITO,
GIRA-GIRA, SUR CON TODO LOS OLVIDOS.
SON
LOS RINCONES QUE ESCONDEN LA MÚSICA DE
TU ESTIRPE
QUE
INSPIRAN AL MALEVAJE, CUCHILLEROS Y "CAFISOS".
UN
ASTOR PIAZOLA Y SU “ADIÓS NONINO”, “AMANECE EN BUENOS
AIRES”, UN MARIANITO MORES CON “ADIÓS PAMPA MÍA”
BIEN
BOHEMIO COMO ERAN LOS MUCHACHOS CON GOMINA
AHORA
NO SE ESCUCHAN A DEMARE NI A FRESEDO
PERO
EL TANGO SIGUE VIVO… Y ES EL BAILE ARGENTINO
QUE
EL MUNDO COMIENZA A AMAR. MI BUENOS AIRES
QUERIDO
CUANDO YO TE VUELVA A VER, NO HABRÁ
LLANTO NI OLVIDO.
martes, 24 de septiembre de 2019
SABÍAMOS
Sabíamos los dos
qué pasaba junto a nuestra casa
los sueños huyendo sin destino
y nuestras manos despertaron ocupadas de soledad
sin guijarros de turquesa o malaquita.
Sabíamos que las violetas estaban
mustias.
Su perfume era la huella del pálido
amor que nos ataba
en racimos de uvas frescas.
El vino cae en los toneles con
perfume todavía.
Tú, aún lo sabes. Bebo vino tinto
en copa de plata
sobre tu pecho pálido cada mañana
gota a gota, en cada lágrima de
besos.
ENCONTRANDO LA FORMA Leerlo después del cuento súper largo.
LOS CHICOS ACUERDA UNA ESTRATEGIA.
Juntos podemos hacer algo.
Dale Rolo te vamos a ayudar. Mi abuelo dice que los molestes dejando entrar la
luz, o poniendo música fuerte o qué se yo. Todos opinan todos saben que
tiene que existir una forma de ayudarlo. La verdad que piensan que así no se
puede seguir viviendo, ya no tienen ganas de jugar y les falta el mejor defensa de la cancha.
Toman una decisión difícil...ir a la habitación de Rolo.
Al entrar, la pandilla no ve nada diferente...¡claro, con el pulgar el
chico les señala hacia el techo y, ¡oh!, sorpresa, como si fuera una araña
cuelga el cuerpo translúcido del músico que hace malabarismo para que no se le
caiga la mandolina! Señala hacia la cortina que es grande y oscura y medio
escondida se ve una muchacha transparente está acomodando sus cintas y
puntillas para que no se noten...debajo de la cama...una señora gorda parece
una burbuja a punto de explotar...! ya están todos allí. También el soldado.
Leandro comienza a tirar pelotitas de golf hacia el techo...malhumorado
el músico se mueve de una punta a la otra, parece una araña nerviosa. Todos
toman pelotitas y una lluvia al revés lo acorrala y sale como si fuera una
lagartija de la habitación y se pierde por una hendija de la persiana.
Divertidos comienzan a pinchar a “Nicolasa” que estornuda y hace ruidos
extraños que les da mucha risa...la anciana, resopla y hace muecas que no los
asusta. Muestra sus largas uñas descarnadas y trata de rasguñarlos, pero se le
caen, una a una a la alfombra y desaparecen. Salta y enredándose en unos cables
del equipo de música se despedaza. Llorando se va por el ventilete del baño.
Los chicos ya saben qué hacer le ponen la gabardina a Rolo y salen. De
inmediato ingresan a su espalda el soldado y la muchacha. A la mujer, la sacan
con un pinchazo de alfiler, sale aullando y se esconde en el placard. El
soldado sigue firmemente aferrado a la espalda de nuestro amigo. La calle a esa
hora está tranquila. Los vecinos que los ve, no imaginan todo lo que les
sucede. Tiene un secreto de amigos. Eso los une para siempre. En la calle
buscan un bache grande, caminan tres cuadras y lo encuentran. Tiene agua sucia,
podrida y barro, que le servirá para lo que piensan hacer. Se detienen
estratégicamente junto al bache...Rolo se pone a decir: Dios...Jesús y se
sacude fuerte...cae el soldado en el hueco y embarrado, sucio y maloliente,
parece un alma en pena...que lo es en realidad. Llora el pobre fantasma y los
chicos muertos de risa, salen corriendo. Rota la mandolina, con su cuerpo dolorido
y su dignidad de fantasma herida, se
eleva por entre los árboles y se pierde en el jardín de la casa abandonada.
Cuando vuelven encuentran a la muchacha, que llora quejosa diciendo:-¡ No es justo que me hagan ésto! Soy una dama en desgracia, pobre de mí,
pequeña Aldonza, sin un amor, ni siquiera mi músico enamorado...!- llamarse
Aldonza...¡pobre mujer...si le tocaron todas! Nos sentamos rodeándola.
Comenzamos a elevar el sonido del compact disk de rock pesado y apretándose los
huecos de los oídos se fue achicando hasta transformarse en una mosca y voló,
voló hasta desaparecer. Cuando llegó la madre de Rolo estábamos tranquilos
charlando. Nos miró sorprendidas y vio una luz nueva en los ojos del hijo.
Nos fuimos contentos al club y allí el abuelo Ever y Don Celedonio
dijeron :- bueno muchachos...lograron entrarlos a su lugar, los
espantaron..., tendrán una hermosa historia para relatarle a sus nietos...y
ellos descansarán después de esta aventura.-
-Sí, dijo Renzo- hasta que algún chico, medio tonto, vuelva a querer hacer pagar una prenda... “una
noche de tormenta en la casa abandonada de la esquina...”. una sonora
carcajada salió de todas nuestras gargantas.
NUESTRO PARAÍSO
A la saga de un centauro correremos...
me dijiste empinando mi cuello sobre el muro
de espejos de la
alcoba
el mundo pareció
descalabrarse en estallidos
caían rastros de
tormentas en el lino blanco de la cama
fuego mucho fuego de antorchas
destruyendo la
calma de nuestro paraíso.
Y el paraíso se
transformó en un mar embravecido.
Cada ola era una
ráfaga de pétalos de suave terciopelo,
donde una mano
atrapaba los suspiros.
Hoy somos un
puñado de loicas que cantan lejos
y los nidos
están desparramados como fuentes sin agua.
Me dijiste haz
silencio mientras besamos la piel
mientras vemos el sol apagarse tras los muros.
Las montañas se
abren en bramidos rotundos y voraces.
La nieve cae
entre las sábanas que lloran el néctar
de tus
besos y mis besos que perdimos en la
noche.
¡Mira el
centauro que nos quiere tentar con sus rugidos!
LA CASA DE LA ESQUINA
Al fin papá consiguió ese trabajo
nuevo donde quería desarrollar una nueva
vida. Vivimos desde hace veintitrés días en un nuevo barrio de calles
tranquilas, con arbolados antiguos que ocultan con raras sombras el frente de
las casas.
Lo primero que me llamó la atención
fue una reja alta, negra, cubierta de hiedra que retorcida como serpientes
venenosas, esconden una casa vieja y maltrecha. Digo maltrecha porque está
deshabitada, con las ventanas rotas, las tejas caídas por las gallerías y yuyos
altos que crecen por todos lados. En la cuadra viven otras familias que tienen
chicos, algunos de mi edad. Pronto nos hicimos amigos. La pandilla,
que ha creado una cofradía, una sociedad secreta, sólo para varones,
con votos de silencio y ayudas mutuas. Al principio no me aceptaron pero yo
demostré valentía y pasé todas las pruebas...no les puedo contar cómo fueron ya
que los iniciados no pueden romper
con los compromisos, sino debemos cumplir con el peor de los castigos: ¡
Pasar la noche en la casa de la esquina! Los muchachos le tienen
terror, pero no lo dicen para que nadie los tenga por unos cobardes. Así
comencé a escuchar de sus bocas y de otros vecinos, unas historias
espeluznantes.
Resulta que Rolo, hace unos días le
regaló sus figuritas a una pituquita de la otra manzana. Rompió la promesa
número 2 que dice: “no tener ningún contacto con esos extraños seres
llamados mujeres”. Las chicas son entrometidas y chismosas, además de
tontas.
Bueno sigo, a Rolo le dieron la
máxima pena...; “La casa abandonada de noche” Y
después que sus padres se durmieron, salimos todos a la hora exacta en que los
brujos salen para viajar sobre los techos de las casas y entran por chimeneas y
ventanas, aunque estén cerradas. Él, se demoró todo lo que pudo, pero el
Valerio, Leandro y Renzo, lo apuraron y así lo acompañamos hasta la puerta de
reja que se abre apenas con un ruido que despierta hasta a los fantasmas. Le
dieron un empujón y desapareció en la tremenda oscuridad. Ellos salieron
corriendo hasta el farol de la esquina contraria.
Entonces...¡pronto él, comenzó escuchar ruidos extraños! Una luz
temblequeante que aparecía y desaparecía desde una vela que se movía entre
largos pasillos, entre las enormes habitaciones ocupadas sólo por muebles rotos
y telas de araña que envuelven cada objeto. También comenzó a escuchar una voz
rumorosa que lo llamaba. Parecía que una persona hablaba y pedía ayuda: -¡
Rolo...Rolo...ven, acércate, necesito que me ayudes a salir de aquí!-
La mujer, porque era una
mujer, vestida con un largo camisón hecho jirones, con puntillas y cintas
rotas, que le colgaban del pálido cuerpo flaco. Medio verdoso. Despeinada, con
el pelo larguísimo y enredado, que le caía sobre la cara, escondiendo sus ojos
hundidos y transparentes. Tenían una mirada triste. Alargaba las manos con
dedos afilados de uñas larguísimas como las garras de un animal en acecho para
tocarlo a Rolo. Él trató de hablar pero parecía de yeso. El pobre tiritaba,
tartamudeaba, trató de gritar pero la voz no le salía de los labios. Yo imagino
que en su lugar hubiera salido corriendo, me escaparía como un perro galgo,
como el de mi abuelo.
Dice que ella se detuvo un momento frente a la ventana donde la luna
llena iluminó la habitación. Rolo vio que la figura penetró por la pared de la
chimenea y desapareció justo cuando el reloj de la municipalidad sonó la
campanada de la una de la madrugada. Como él no salía y ya había cumplido el
castigo, Leandro dijo que lo fuésemos a buscar. Lo encontramos como muerto, y
no podía hablar. Lo sacamos entre todos casi a la rastra.
Al día siguiente en la escuela quiso contar, pero se había puesto “tartamudo”.
Nunca más haremos algo así, pero seguro que “el fantasma”
sigue viviendo adentro.
ROLO COMIENZA A HACER COSAS RARAS...
Después del suceso que vivimos esa noche , los
padres se reunieron preocupados para pedir a las autoridades municipales que
clausuraran la casa de la esquina. Rolo seguía tartamudo y el médico de la familia
lo envió a un especialista que lo ayudó bastante, sin curarlo del todo. Cuando
llegó el camión municipal con varios “tipos ruidosos” nos reunimos todos los
chicos de la cofradía en la vereda. Además aparecieron varias mujeres del
barrio a curiosear y eso, dijo, Leandro traería mala suerte. Pero cuando
limpiaron de maleza y suciedades varias, cortaron la hiedra de las rejas, a
plena luz del día la casa parecía un gato peludo al que han metido en agua.
Nada podía asustar en ese caserón deshabitado. Así fue que, ya limpia,
clausuradas las ventanas, cerradas las celosías y las puertas, sólo parecía una
triste casa sin gente. Nada anormal en vista.
Mamá me recomendó ciento de veces que no entrara...-¿ Ever no te
quiero ver ni asomar en esa casa llena de fantasmas!- y yo sin decir ni
mu, pero no tengo intenciones de meterme en líos...pero...quién se
atreve a decirle a Leandro, el jefe, que no. Pasaría a ser el cobarde...
Asentí con la cabeza sin pronunciar palabras, así no rompía con mis votos.
A las siete después de tomar la media tarde, vino Rolo a buscarme. Me
pidió que le prestara mi “ discman” y fuimos en “bici” a dar vueltas por el
barrio. Nos cruzamos con varias vecinas y chicas de la escuela que nos rodearon
( en realidad lo rodearon a Rolo) y comenzaron
a preguntarle por la extraña mujer fantasma que él había visto. No se
cómo se las arregló, pero casi sin tartamudearles contó: - Yo estaba allí en
la noche, cuando comencé a caminar por
las habitaciones llenas de telas de arañas que se me pegaban al cuerpo, a la
cara, a las manos...de pronto, vi en la oscuridad una figura humana. De los
ojos huecos, salía una luz que parecía dos brasas encendidas de carbón. Allí,-
dijo mientras su voz se iba quebrando- me quedó pegado un vapor gelatinoso
que despedía por el agujero de la boca dentada. Era un aliento asqueroso y
sucio que me envolvió la cara. Comencé a ahogarme.- ahí se quedó pensando y
temblaba, juro que se estremecía- salté hacia atrás. Desprendió “eso”
y salieron volando unos murciélagos tibios que chillaban. Se perdieron en la
oscuridad...- a esa altura del relato la mitad de la chicas se abrazaba y
gemía de miedo- Yo, seguí- dijo Rolo- caminando hacia la puerta
principal...pero una mano descarnada y con huesos grisáceos, se prendieron de
mis hombros...sentí que me levantaban por el aire me sacudían contra las viejas
cortinas roñosas que echaban polvo...tierra acumulada por años y años...y luego
volé hacia un hueco que se abría en la pared. Estábamos solos ya no quedaba nadie
escuchando, sólo yo que paralizado escuchaba hechizado de terror.
-Seguí, Rolo, seguí, yo te acompaño. No tengo miedo mentí. Así el pobre
se sacaba eso de encima.
De ese lugar sólo recuerdo la oscuridad..., no sentía sino un viento
helado que me congelaba hasta llenarme de escarcha el pelo. Mi ropa no era
suficiente, sabés, tenía la sangre congelada. Caminé a tientas palpando con las
manos hacia delante. Toqué algo tibio, húmedo y suave. Con un aullido que
escuché salía de mi garganta, se asustó un pequeño animal peludo que escapó por
la tierra mojada. Mis ojos se estaban acostumbrando a la oscuridad y pude mirar
bien...¿ me pregunté dónde estaba? Y, ¡ay!, era un jardín debajo de la tierra,
cavado debajo de donde nosotros caminamos. – un escalofrío me cortó el
habla- allí crecían extrañas plantas con flores de color negro, las ramas se
movían tratando de envolverme y unas enormes mariposas que brillaban en la
oscuridad revoloteaban sobre mí... raíces deformes colgaban de la tierra sobre
mi cabeza, que como si fuera una bóveda pesada, cubría el pasadizo del jardín
subterráneo”- se quedó callado y pálido, temblando, me tocó un hombro y yo
pegué un grito. Salió con su bici como si alguien lo persiguiera y yo me quedé
allí mirando la casa con desconfianza. ¿Sería cierto lo que me contó? Por las
dudas regresé a casa y no dije nada, me puse los auriculares y escuché un disco
de mi músico favorito, pero esa noche no pude dormir.
DE CÓMO ME ENTERO POR RENZO QUE PARTE ERA MENTIRA.
CUANDO ME ANIMÉ A CONTAR...
Me vestí con desgano, pero tenía
clases de jockey y me esperaba el entrenador del colegio. Mamá me preguntó qué
me pasaba y yo la evité. ¡Cómo le iba a contar! Así llegué al club. Allí
Leandro, Renzo , Valerio y Rolo me miraron y se echaron a reír. Yo los miraba
boquiabierto, se agarraban la barriga y lloraban de risa. El desconcierto mío
era total y comprendí que era una broma, lo de ayer. Se arrastraba en el pasto
de la cancha, apretándose la panza... yo, juro, lo quise matar. Me enojé tanto
que no lo hablé toda la tarde y me volvía casa sin saludarlo. Dos días después,
mamá me llamó y me dijo que Rolo estaba internado en el hospital de niños. Me
sentí muy mal y aún enojado le pedí a mi papá que me llevara a verlo. Antes nos
juntamos en la placita con los chicos de la pandilla y allí me contaron que
sólo lo de la cueva y el jardín bajo tierra era mentira...lo demás era verdad.
Renzo se puso serio por primera vez y nos dijo que los padres de Rolo estaban
muy asustados. Que no podía dormir y que de noche y de día veía y escuchaba
cosas raras. Cuando entre en la sala donde estaba acostado, parecía un chico a
la mitad del que era antes. El pelo rojo que siempre le brillaba estaba
ceniciento y su cara era como más chiquitita. No se le veían las pecas de la
fiebre que lo penetraba y deliraba. Los padres y los abuelos lloraban. Varios
médicos hablaban en murmullo sin decir nada y nos miraban con ojos de:- ¡
Lo que hicieron fue malísimo...demonio de chicos!- quedamos sin
palabras. Un señor de barba, que era un famoso siquiatra se sentó con nosotros
y nos estuvo hablando sobre las consecuencias de los actos y las
enfermedades que acarrean ciertas acciones. No entendimos nada pero vimos que
estaba muy enojado con nosotros. Por un mes no me dejaron salir, ni ver tele,
ni ir al club. Mamá tenía razón. Pero no pensamos que fuera para tanto.
Pronto volvimos a vida normal. Íbamos a la escuela, al club donde el
abuelo nos reúne para contarnos cuentos o para jugar ajedrez...en fin lo
normal. Los domingos fútbol y campo, pero algo era distinto. Rolo ya no era el
mismo y cuando nos juntábamos en la plaza, parecía ausente. Ni miraba las
figuritas de Valerio, que tiene una colección extraordinaria de todo los
jugadores de básquet del mundo y que a él, le deliraban, ni pasaba como antes
por la vereda de la pituquita del otro barrio, ni siquiera hablaba. Según
Leandro tiene depresión. Yo le digo que está chiflado, que esa es una
enfermedad de gente grande y sin ganas. Él me dice que habló con su tía que es
sicóloga y que le contó que ahora por los problemas del mundo hay muchos
jóvenes que la padecen. En fin terminamos todos tristes. La verdad que nos
mandamos un gran lío.
Mi papá me mira con una seriedad que me asusta, a pesar que nunca nos
reta, siempre nos habla, lo veo muy pensativo y cuando llego me pregunta cómo
está Rolo.
Yo le cuento y él se queda mirando hacia la casa de la esquina. Esa
maldita construcción vieja nos ha traído un montón de problemas. El abuelo
Ever, nos contó que allí vivía una familia de varias personas y que un día la
señora joven apareció muerta en forma muy misteriosa. Además antes parece que
vivió otra gente que también tuvo una historia de tragedias...en fin a mi cada
día me gusta menos vivir a tan poca distancia de todo estos misterios.
COMIENZAN LOS PROBLEMAS GRAVES.
UN MONTÓN DE FANTASMAS HACEN CONTACTO.
Nadie se anima a pasar por la vereda de la casa. Todos tenemos mucho
miedo. Además han aparecido las ventanas sin las maderas que puso la
municipalidad, y , las puertas están abiertas. Según los chicos, de noche deben
entrar vagos para tomar vino o para dormir y esa explicación no convence a
nadie. ¿Quién puede ser tan valiente? Si la mujer fantasma debe seguir allí.
Rolo dice que es imposible que salga y tartamudeando dijo:- Ella sólo
aparece de noche- y como si nada se fue a mirar tele. Al volver a mirarlo
vimos que de la chaqueta le sobresalía algo parecido a una cola. Nos quedamos
callados y realmente asustados. Además caminaba con un ritmo extraño como si
alguien lo empujara, pero él, estaba tranquilo y se fue por el pasillo del cole,
dobló la esquina y no lo vimos más.
Con los chicos nos fuimos al centro de jubilados a buscar a mi abuelo
Ever, que nos acompaña a jugar al metegol y como el bar donde está hay grandes,
él se queda a jugar con nosotros. ¡Es re piola! El bar está pasando un pastizal
detrás del puente de hierro del viejo ferrocarril y se juntan allí un montón de
personajes re interesantes. Mi abuelo, se pone siempre contento cuando lo vamos
a buscar y el dice que tiene veinte años en el corazón pero que no le alcanza para
un partido de fútbol con nosotros...¡por la artritis y el corazón! Pero tiene
alma de pibe y siempre nos pregunta si es cierto que pertenece a la pandilla.
Era normal que le contáramos los sucesos después de aquel día y se puso un poco
serio, lo llamó a su amigo
Celedonio que sabe unas historias de
terror bárbaras y después de contarle dijo:- ¡ Muchachos hay tienen una
auténtica historia de fantasmas para recordar toda su vida! – se miró las
manos y tocándole el hombro al abuelo sostuvo- Yo, cuando era muy pequeño,
conocí a la familia que vivía en esa casa, la hija del ujier Joaquín Valledor y
su hermosa esposa doña Nicolasa. La muchacha era hermosa pero la casaron con un
viejo soldado de cómo treinta años mayor que ella. La muchacha lloró muchos
días y se encerró en la buhardilla para no tener que ver al vejete que era su
marido. Él, un día partió para Europa a una de las tantas guerras que hubo y no
venía, no venía; entonces...apareció un joven músico que andaba de pueblo en
pueblo, de ciudad en ciudad, tocando un instrumento antiguo parecido a una
mandolina, y cuando la joven lo vio se enamoró...cosa de las mujeres...- acá
tengo que agregar que Celedonio tiene más de noventa y dos años - Quisieron escapar pero ni el
padre, ni la madre lo permitieron y dicen...que debe haber regresado el marido,
porque apareció atravesada por una espada en su lecho- yo caí en cuenta que
lo que le sobresalía a Rolo del saco, era una espada...oxidada y larga- Me
parece que la madre se enloqueció de pena y después el padre, murió de viejo,
pero dicen que ciertas noches de tormenta aparecen el soldado, la muchacha y
que se escucha una canción cantada por una voz muy varonil, desde las sombras.
– nos quedamos un rato callados y recordé parte de la historia que me contó
Rolo en la plaza. Las cosas no eran pura coincidencia. Don Celedonio,- pregunté
-¿ usted sabe mucho de fantasmas? Porque Rolo ha cambiado mucho desde el día de
la prueba. -dije. El anciano, me miró con sus ojitos astutos y me dijo:-Es
cuestión de creer o no creer. Yo he visto varios casos. ¡ Claro que no es
cuestión de reírse, los muertos se pueden enojar! – Nos recorrió un
escalofrío y nos dispusimos a jugar pero en general quedamos pensativos. El
abuelo nos compró helado a todos y eso nos tranquilizó y predispuso al juego.
Leandro hizo tablas y salimos con buen ánimo. Una vez que dejó a cada chico en
su casa el abuelo me trajo a la nuestra y después de cenar viendo que se venía
una tormenta, papá sacó el auto y lo llevó a su departamento, que queda a diez
cuadras. Me fui a la pieza las nubes
cubrieron rápidamente el cielo, parecía que habían corrido un toldo de plomo el
barrio. Un viento frío comenzó a soplar desde el sur moviendo frenético las
copas de los árboles. Los truenos y relámpagos comenzaron una danza furibunda y
no me pude dormir. Me coloqué el discman para no despertar a nadie y me senté
en el descansillo de la ventana y me quedé contemplando la furia del cielo.
Desde donde estaba se veían los techos de todas las casas. Algo despertó mi
curiosidad. De pronto vi pasar a Rolo hacia la casa de la esquina. Iba con una
enorme gabardina oscura. ¡Sí, era él! ¿ A dónde se dirigía sino a la casa
maldita? No se si me había quedado dormido y estaba soñando. No, es él, no cabe
duda va hacia la puerta principal. Un rayo iluminó el cielo y pude ver como
entraba en el jardín. Miré y vi de repente una luz amarillenta que iba y venía
de ventana en ventana. Luego subió al mirador. Un escalofrío me recorrió la
espalda. Tenía todo los pelos de punta. ¡Qué miedo! Yo debo haber parecido un
alfiletero lleno de aceritos. La luz aparecía y desaparecía intermitente.
Pasaba de un lugar a otro y la figura de Rolo se recortaba agigantada por las
luces de los relámpagos. El ruido de la tormenta despertó a papá. Cuando vio
luz en mi cuarto apareció con un vaso de leche tibia con cocoa. Yo le señalé la
luz en silencio. Tenía que compartirlo con él. Mi papá quedó perplejo y me
tranquilizó diciendo que “siempre hay una explicación para ese tipo de cosa”.
Lo inexplicable en la noche de día se hace fácil. Yo lo tranquilicé, pero no
pude dormir hasta el amanecer que soñé con un sin fin de monstruos.
Desayuné rápido y me fui al colegio. Allí estaban los chicos,...¡ con
unas caras! Algo andaba mal. ¡ Claro, yo imaginé que tenía que ver con lo de
esa noche!
Por la galería apareció Rolo...con esa gabardina que era tres tallas más
grande. Algo abultada su espalda y sus brazos. Y por atrás le sobresalía algo
extraño. Era la famosa espada que se arrastraba en los mosaicos y
rechinaba haciendo que nuestros dientes sufrieran. Parado frente a nosotros nos
dio la sensación que sus ojos eran de súplica. Unas ojeras violetas subrayaban
los ojitos, que de no dormir, era pequeñitos. Estaba aterrado sin dudas y no
podía hablar. Desde ese día quedó mudo. Nos miraba como pidiendo socorro.
Algo terrible le pasaba y no nos podía explicar.
La espalda tenía movimientos extraños. De entre su manga apareció una
cadavérica mano pálida, que sobresalía, tratando de tocarnos...estiraba unos
dedos descarnados y azulados...De repente, se cayó esa mano, y como por arte de
magia desapareció. Un grito desgarrador salió de la boca de Rolo y salió
corriendo. Nosotros gritamos también y mientras nuestro pobre amigo desaparecía
por la galería; un profesor, el director y la profe de inglés aparecieron
corriendo. ¡Algo muy malo estaba pasando y tenía que ver con la casa de la
esquina!
LOS PROBLEMAS SE
AGRAVAN.
LOS FANTASMAS SE ADUEÑAN DE
ROLO.
Me levanté temblando. Maldije, sí, maldije a la pandilla que me trajo
todos los problemas. Yo era un chico tranquilo, juguetón y alegra. Me encantaba
jugar a las figutitas, al boleybol y al
fútbol, pero desde ese maldito día mi vida es un infierno. Cada día me
despierto con más miedo. Ayer, sin ir más lejos, en la computadora muy sentado
el viejo soldado afilando la espada, que de oxidada ya no tiene filo...y
antesdeayer...la mujer sentada en la alfombra mirando contentísima el álbum de
las estampillas. Ni hablar de cuando al guitarrista o qué se yo que toca, se
pone a dar recitales entre las sombras. ¡ No me dejan en paz! Si salgo al baño,
me siguen y me espían, si voy a la escuela, ella, corre con el impermeable de
mi abuela y se abraza por dentro a mi espalda y sale conmigo, pero el soldado,
que está re loco, se agrega y no puedo, casi, caminar. Voy a perder el año y
seguro que mi mamá me “mata” siempre salí entre los primeros...y ahora tengo
varios regulares. Hace dos días que aparece otra señora...una tal Nicolasa que
parece que adora a la tonta, que se pega a mí, para todo.
Hoy si no me equivoco, los chicos en la escuela se quedaron fritos. Yo
no les puedo hablar porque ellos, los fantasmas, me tapan la boca o qué
se yo, la cuestión que no puedo decir palabra. Lo único que falta que ese
médico que me ve, diga que estoy loco y me encierren. Quisiera explicar que me
llevan a la casa de la esquina todas las noches, que no me dejan dormir, que me
usan los libros, los juguetes, hasta he visto que intentan usar la
computadora...gracias a Dios, que de tecnología no saben nada, los muy ignorantes.
Ya en mi cuarto tengo instalado a cuatro fantasmas, y son tan pesados, a pesar
que por ahí son transparentes...Cuando quieren asustar a alguien para alejarlo,
sacan partes de sus viejos cuerpos y lo muestran. Hay días que me han ayudado a
hacer la tarea. El soldado sabe mucha matemática y la chica, dibuja bárbaro. La
tal Nicolasa, me tiende la cama y ordena. Mi mamá cree que por lo que me pasó
estoy más ordenado...pero son ellos los que juntan las cosas. Si no arreglan,
no entran en mi cuarto y por eso son educados y tienen todo bien. Ni decirle al
sicólogo que ellos conviven conmigo...eso sería mi ruina. Mañana, que tengo
prueba de historia, me llevo al soldado que sabe un montón. Y si la profe de
música se pone pesada, me llevo al otro, al de las serenatas.
Por ahí me traigo a la pandilla y les doy un buen
susto a este montón de extraños. Según me contó Luchito, Don Celedonio y
su abuelo Ever, me aconsejan buscar la
forma de echarlos. He descubierto que si nombro a Dios o a Jesús empiezan a temblar
y se van por un rato. ¡ Esa sería una forma! Pero regresan y a veces traen a
otros.
Me voy a la placita, los chicos están reunidos y yo quiero jugar. ¡Eh,
amigos...Dios...Jesús...Alá...Dios, Dios...Dios...! Se fueron por un rato.
LA SEÑORA DE TAL
Llegó en
verano, con altiva mirada. No saludó a ninguna de las personas de la cuadra.
Vestía con la última moda que mostraban
los magacines y vidrieras de los escaparates más caros. Sus largas piernas
perfectas, su cabellera hermosa, larga y de un dorado perfecto. Manos
impecables y cuerpo escultural.
La casa era
muy bella, grande, iluminada y discreta. El personal llegaba temprano y se
retiraba tarde. Tres automóviles diferentes esperaban en el garaje.
Un cambio
en la economía me dejó sin mi puesto en el banco y salí del apuro, cuando
Ernesto me ofreció su taxi. ¡Sólo de noche! Claro, de día lo trabajaba él. Salí
de 23 a 6
de la mañana. Difícil acostumbrarme a ese horario, pero Carmelita, mi
esposa trabajaba en una escuela y el salario
era escaso.
Ella, la
vecina nueva jamás nos saludó y menos ahora que yo salía de noche con el taxi.
Y un día, como por casualidad me mandan a un motel de lujo a buscar una pareja.
El muchacho era joven y salió muy nervioso. Detrás, ¡Oh, sorpresa! Ella,
nuestra vecina. Un sudor frío le recorrió la frente. Subió atrás y el hombre me
pidió que la llevara a su casa, que el viajaba en unas horas. ¡Era el amante!
Pero no mostré el más mínimo asombro. Me suplicó silencio. Yo le prometí
discreción y secreto. Unas lágrimas le hicieron correr el rimel. Le pasé un
pañuelo de papel y se secó las lágrimas.
¡Si mi
marido sabe… me mata! Yo no la he visto, dije. La dejé en la puerta de su casa,
luego de dar unas vueltas para que se tranquilizara. ¡Gracias!
Ahora cuando
sale me saluda afable. Y a mi esposa le dije que la traje del cine junto a unas
amigas. ¡Cómo nadie se imagina, no quiero una muerte en mi conciencia!
MOLE DE PIEDRA
Alguna vez
Fui arcilla
adorada por un dios de piedra.
Otra
Fui
esculpida en oro blando como lluvia.
Fui fría
tal una diosa agreste y taciturna.
Con olor a
sombra y cascada en mi sonido.
Con sabor
indefinido a magia verde.
Cuando el
roce gélido sea agresivo,
mi piel
pondrá el zumbido de citros y cascabeles de plata
en los
oídos.
El gris me
vestirá los pies descalzos
El pasado
emitirá suspiros
Caminaré
por la ruta misteriosa del olvido.
Mole de
piedra, seré.
Alas de
esmeralda crecerán luego
y volaré
como un ave en la aurora.
EL EUNUCO
El disipado
eunuco se ufanaba por merecer una mirada bondadosa de la diosa.
“Minouca” era una semidiosa de un Olimpo creado en un siglo
disparatado. No había en los anales nada concreto sobre esa semidiosa, excepto
que apareció su hermosa estatua de mármol en los baños y hubo quien inventara
su historia. No le creían sus compañeros que en los baños de la isla, había una
fuente en la que podía entrar con su gruesa barriga deforme y salir luego de
los festines de la “mujer” con su vientre plano y sin esa espantosa blancura
que se aferraba a su piel como araña cristalina.
Manatiel había sido vendido a una caravana, a
unos traficantes de humanos en el desierto. Otros eunucos se reían a pesar de
sus dolorosas vidas, rotas y deformadas por la práctica innoble de los
esclavistas.
Había unos
de piel tan oscura como la noche sin luna, otros de ralo pelo rojo y ojos
glaucos, estaban los que tenían cabellos blancos como la nieve y ojos rojos
como sangre; todos movían las manos de dedos regordetes como brazos del pulpo
del Mediterráneo.
La única
posibilidad de regresar a la vida anterior, era la muerte.
Tal vez, al
renacer, serían hombres enteros. Lo despertaba, las campanillas y cencerros que
sus amos le ajustaban en los tobillos al venderlos.
Su vida con suerte, era ser juguete de unas jóvenes en algún
harem. Le temía a los amos que eran crueles y lascivos. En su infancia,
recordaba, había conocido el amor de los brazos de su madre. Su vida se
transformó en un territorio de dolor y furia.
Cuando,
siendo casi niño, le arrancaron los testículos, fue una muerte interior y se
juró no volver a vivir, a soñar o a reír. Pero con el tiempo su cuerpo se fue
ablandando y su ánimo desestructurando.
Un maestro
le enseñó a respirar, a armonizarse con la naturaleza. Conoció nuevos dioses,
nuevos semidioses y a otros eunucos, que como él, no tenían voz en el concierto
humano.
Le
cambiaron el nombre. Ahora se llamaba Plotino y le dejaron en claro que no
tenía derechos. Era un esclavo.
Salió el
raro vapor que envolvía todo el baño, y la vio. La diosa Minouca había
cambiado. Su dulce sonrisa lo abrazó y se fue quedando dormido en el sopor que
le despertó un sabor agridulce. Soñó por primera vez desde aquel día. Voló como
un águila blanca sobre valles y montañas, sobre el mar que calmo transformaba
suave la costa bravía.
Regresó a
ser niño. Y unas alas que crecieron en su cuerpo; de plumas doradas fueron
tornando color rubí, luego morado y finalmente negro.
Cuando,
abrió los ojos, la que fuera de mármol, se había transformado en “mujer”, bella
y apetitosa. Lo besaba en todo el cuerpo que por efecto de la sensualidad se
había transmutado en hombre. No quiso volver a la vida.
BRINDO
Brindo por la palabra que embriaga mis sentidos
Las que arrebatan mis sombras y las llevan al espacio
Brindo por los poemas que como fuego me encienden
Un fuego que juega limpio entre las manos hambrientas
Esas poetas que viajan al extremo, al paraíso esperado
Fuerza de diálogos vivos atravesando la vida
Reto a la magia del viento desparramando belleza
Brindo por ojos lejanos, por labios que dicen poemas
Por pasos de duendes que engarzan, melodías azules
Cascabeles celestiales, arpegios que crepitan en las calles.
Brindo por los que sueñan, los que trafican palabras,
Los que construyen montañas con versos y mariposas.
Por toda la poesía que vuela entre nubes blancas. Brindo.
viernes, 20 de septiembre de 2019
ME DIJO QUE...
Me dijo que en la noche escondiera
el jadeo de la sombra
no mostrara la luna sin la cinta de
cristal amarillo
que despejara el bosque de pájaros
e insectos
que acallara el murmullo en las ramas de los altos pinares
y también me dijo, que el rocío
será mi lecho de espuma
donde descansaré la cabeza
adormilada. Almohada de azabache
el cielo milenario y altanero de
estrellas fugases.
Cabrá un sangriento despertar de
rayos en el horizonte,
morirá la noche, me dijo, y será el abrasador
saqueo de tu sueño.
Vendrá la encendida pared de
pétalos a cubrir tu desnudez
para rivalizar con Venus o Ariadna
en la epopeya de la suerte echada.
Me dijo que mirara en el desierto
amargo de los pajonales
donde el viento arranca ruido y
quejas, cediendo a un amo incontrolable.
Ven, me dijo, espérame en la
duna inmutable, en el Edén atávico de tu
fragilidad
y domínate en el dulce despertar
travieso del guía pendular de los sueños.
Todo eso me dijo y finalmente se
fue.
TAL VEZ EL DESTINO QUISO…
Mi avión había
aterrizado sobre la pista helada. Los flaps se desperezaban en la fría mañana
cuando anunciaron que el vuelo no continuaría hasta el día siguiente. Problemas
de tránsito aéreo.
Protestas, quejas
y hasta llanto en algunos pasajeros ansiosos. Frankfurt era mi destino y el de
muchos otros. Pero allí nos quedábamos por una noche. Apenas entramos a la
manga, unos jóvenes exquisitos nos entregaban los “tikets” de comida y hotel,
para esa etapa impensada. El transporte estaba allí regulando motores para que
no se congelara el gas oil. -22º a esa
hora impedía hablar.
-¡Qué clima
asqueroso tiene París! – despotricó un yanqui. Lo miré indiferente. Con el
efecto invernadero, en todas las regiones del planeta hay problemas climáticos,
pensé. Seguí mi camino hasta llegar al bus que nos esperaba. Un africano al
volante sonreía más por el frío que por alegría. ¿Pensará en su tierra natal
con 50º sobre un desierto inhóspito? Con sólo mi mochila por equipaje, me acodé
en la barandilla observando a los que me rodeaban e imaginé la vida de cada uno como
distracción. Odio la soledad de los viajes de trabajo.
Luego de
atravesar la zona del aeropuerto y dejar atrás los suburbios, el bus subió a la
autopista. La bruma me impedía visualizar París.
Nos detuvimos en
un hotel de segunda categoría. Parecía pasable. Me alojé en una habitación
pequeña. Ya solo, atiné a mirar por la ventana. Un extraño paisaje se inmiscuyó
en mi vista. Desde la pequeña ventana se podía observar un túnel, en una
autopista secundaria.
La velocidad de
los vehículos le infundía vida. Parecía un carrusel de luces que iban y venían
como el tiovivo de un parque de diversiones. Me detuve a ver los enormes
tensores de acero que sostenían las columnas y parte del puente de ingreso.
Dejé de mirar
para acomodar mi pequeño equipaje. Sentí un chirrido. Un grito. Un estruendo.
Desde el pequeño recuadro pude ver humo. Como médico que soy, salté y corrí
escaleras abajo. Atravesé la recepción del hotel y quedé frente a una verdadera
lujuria de autos con sus cláxones y luces que
se detenían frente al derrame de petróleo de un vehículo, que volcado comenzaba
a incendiarse.
Frente a mí un
cuerpo cobijado en sangre tibia sollozaba. Con pudor me identifiqué. Un policía
me permitió acercar a regañadientes. De rodillas tomé el pulso de la joven cuya
belleza había escapado con la misma velocidad del estruendoso destino. La
oscuridad de su fatalidad me dejó más helado que el aire helado que me
atenazaba el rostro. Yo temblaba. Frío. Hacía mucho frío. Me mordí los labios
cuando limpiándole el rostro reconocí a la hermosa modelo Aleida Irazú. Actriz
famosa por su belleza y talento. Yacía ahí, moribunda. Me tomó el rostro con
sus manitas finamente manicurazas. Tenía varias uñas rotas y el carmín competía
con la sangre. Acercó mis labios a los de ella y dándome un besó inesperado
cerró los ojos. Así penetró en la distancia y oscuridad del túnel.
Una suave nevisca
deslizó su pena sobre ese pequeño espacio de París. Eran apenas las 18,30 horas.
En mi lejano país del tercer mundo, tan sólo se hablaría de ella y la tragedia.
Sobre las piedras un palomo arrulló a una palomita blanca acurrucada junto al
bolso de piel violeta de la muchacha.
CUENTO INÉDITO
“Odio la mentira...he mentido por amor”
Llamarla
Olvido es una premonición. ¿Cómo se les ocurrió ponerle ese nombre a una
muchacha hermosa? Siempre me pregunto si yo me llamo Victorio porque mi vida
debía ser una victoria constante contra las dificultades. Y sí que las he
tenido. Desde que era chico, siempre me contagiaba de las enfermedades que
viajaban por los pupitres de la escuela. No me salvé de ninguna: varicela,
bronquitis, rubéola, otitis y hasta me quebré el fémur jugando al fútbol. Me curé
bien de todas y soy un tipo saludable. ¡Pero cuando la conocí Olvido...me
imaginé que siempre se estaría yendo, despidiéndose y sin amigos! De amor ni
hablar, porque como la letra de un tango, las calles empedradas le dirán adiós
cada vez que abrazada por un hombre se moviera por el piso lustroso de cada
pista de baile del arrabal. Algunas veces perdí plata en la `rula´ nada
especial, otras gané, gané amigos en los burros, en la timba, en los
café...cuando voy por Avellaneda o por Congreso en bondi siempre siento un
¡Chau Victorio! Sos un grande...amigo. Y sí, yo tengo que decirle que mi casita
en Villa Urquiza está siempre abierta para los amigos. Pero usted Olvido,
cuando llega a su casa, a su cuarto ¿quién la espera? La gata y el canario. Yo
tengo un perro, esos que se llaman de plaza,
esos que en primavera se enamoran y se traen a cuesta los perritos de arco iris. Son leales como yo. Bueno ya
me va a conocer mejor. Mire mujer bonita, es agradable decirle que apenas la vi
detrás del mostrador en Gat & Chávez me pareció un paraíso. Paradita allí
con su cabello recogido, sus sedosas manos, una bocanada de pétalos nacarados.
Cuando me nombró: ¡Victorio que alegría volver a verlo! Le juro Olvido, que las
vidrieras se me hicieron chiquititas. Eran fanfarrias sus palabras. Otra
victoria más en mi empecinada vida y solté el revolver con el que apuntaba... y
me olvidé a qué venía. Ahora espero los días de visita para verla. Me trae esos
buñuelos y esos pañuelitos de dulce de leche que me enloquecen. Sólo le pido que
vaya a darle de comer a Chicho, el pobrecito no tiene a nadie, sólo a mí y a
usted, mi bienhechora. Si me teje un suéter, le ruego que las mangas sean un
poco largas, así me caliento las manos. Hace mucho frío acá. ¿Se acuerda el día
que la conocí en el Parque Japonés? No podía creer que existiera una muchachita
más flaca y débil. Usted tropezó en uno de los carromatos del tren fantasma y
yo la levanté. Era liviana y perfumada. Tomamos un cortado y me contó su
historia. Su nombre me hizo pensar que hay padres para todos los gustos. Mire
el mío. Venir a suicidarse porque mi madre se fue con su mejor amigo. ¿Qué
sería de la vida de ella? Nunca más la vi. Es cierto que muchos me ayudaron y
fui a la escuela, hasta sexto solamente, pero aprendí más cosas de lo que nadie
se imagina. ¡Olvido tengo que nombrarla para saber que me espera! La casa de
Villa Urquiza será nuestro nido de amor. Le prometo que voy a abrir un
tallercito para reparar radios. Acá aprendí a repararlas con un tipazo. Se
escucha mucha radio aquí porque uno se siente solo. Ayer vino Gervasio, el
vecino, el que tiene el reparto en el barrio, me contó algo extrañado que la ve
siempre ir y venir. Yo le rogué que la ayude en todo lo que pueda. No es fácil
trabajar todo el día y después viajar para asear la casa y hacer comida para el
animal, es cierto, pero todo será por amor. Porque yo la amo Olvido y cuando
salga nos casaremos. Usted es lo más precioso que he tenido y tengo en la vida.
Juntos formaremos una familia. Con todo mi amor. Victorio.
¡Eh,
Victorio, desde cuando está de vuelta? Ya no se la ve a la muchachita rubia que
venía siempre. ¿Qué fue de ella? Era guapa vino siempre a limpiar, darle de
comer a Chicho y regar las plantas. Parecía buena. No me diga que se fue con
otro. Y bueno, a veces se cansan de esperar y usted es un hueso duro de roer.
¿Nunca se quiso casar por la historia de su papá? Es lógico. Es difícil digerir
ciertos temas. Igual no se olvide que vino siete años todos los días, con
lluvia, sol, viento calor y un sin fin de inconvenientes para ayudarlo. Ah, y le pagó a todos los que usted le debía para
que pudiera salir adelante... ¡Qué mujer! ¡De hierro!
Al ingresar hoy a la
casa recordé su dirección y le envío un mensaje para que comprenda mi
situación. Cuando salí de la penitenciaría y no la encontré casi me volví loco.
Hasta lloré. Después necesité sobreponerme como de todas las cosas. Me enamoré
de la sicóloga que me ayudó y me casé. La vida continúa y creo que ambos hemos
sufrido mucho. Ella, mi mujer me acepta con mis defectos. Sabe que me tira la
timba y los burros y me comprende. Es una santa, como usted, Olvido que supo
ayudarme en los peores momentos de mi vida. Ahora la molesto para pedirle si no
nos puede prestar quince mil pesos. Se lo agradecería por esta mujer que está
junto a mí ahora Ya sabe apenas tenga una buena racha se los devuelvo.
Afectuosamente Victorio.
Amigo Victorio: después de los años que lo acompañé en su situación de
espera, alimentando sueños, le ruego me haga el regalo de comprender mi
situación. Usted sabe que me enamoré de
Gervasio y que gracias a él sacamos adelante las deudas que usted tenía
con todo el que pasara cerca suyo. Conociéndolo ¿Cree realmente que le mandaría
ese dinero, que no tengo, para seguir en la misma ronda de juego? Sálvese
Victorio y salve a esa mujer de usted mismo. Afectuosamente Olvido.
Cerró
la persiana. La calle estaba desierta y Chicho se acurrucó entre los pies
cansados. Ya no tendría noticias de Olvido y Gervasio, pero supo que había
logrado con una pequeña mentira, la aceptación del alejamiento para siempre. Ya
sus amigos serían felices sin nubes de reproches o culpas en su relación. Solo
en la casa, con sus viejos recuerdos y anhelos sabía que había realizado una
última obra de justicia. Que ellos fueran tan dichosos como podían ser. Se
sentó a mirar una película en su viejo T.V. blanco y negro, se prendió un
`negro´ y sintió que de alguna manera su victoria era superar el egoísmo.
Olvido lo merecía. Era una gran mujer.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)