Me dijo que en la noche escondiera
el jadeo de la sombra
no mostrara la luna sin la cinta de
cristal amarillo
que despejara el bosque de pájaros
e insectos
que acallara el murmullo en las ramas de los altos pinares
y también me dijo, que el rocío
será mi lecho de espuma
donde descansaré la cabeza
adormilada. Almohada de azabache
el cielo milenario y altanero de
estrellas fugases.
Cabrá un sangriento despertar de
rayos en el horizonte,
morirá la noche, me dijo, y será el abrasador
saqueo de tu sueño.
Vendrá la encendida pared de
pétalos a cubrir tu desnudez
para rivalizar con Venus o Ariadna
en la epopeya de la suerte echada.
Me dijo que mirara en el desierto
amargo de los pajonales
donde el viento arranca ruido y
quejas, cediendo a un amo incontrolable.
Ven, me dijo, espérame en la
duna inmutable, en el Edén atávico de tu
fragilidad
y domínate en el dulce despertar
travieso del guía pendular de los sueños.
Todo eso me dijo y finalmente se
fue.
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