¡Sabía que
las noticias malas llegan como las tormentas sin aviso!
-Señor
Gordon, tendrá que acompañarnos-
Llegó cantando. Estaba feliz. Se había tatuado
en la nuca cinco estrellas de cinco puntas. Eran de tamaño pequeño, pero se veían
hermosas. -¡Nosotros pusimos el grito en el cielo. ¡Un judío no puede hacerse
eso. La Ley lo
prohíbe. Ya verás como se enojará el rabino.- dijo la madre.
-Mamá, yo no practico, me he cortado la barba y
los peiot.- ¿Qué dirá el Seide? ¡Hay, qué fácil es para ustedes todo ahora!- ¡Cortala
mamá! Soy el mejor de mi clase y en básquet y tengo el record en natación en la
piscina juvenil.
-¡Ariel!¡Hijo Mío! Que Yahvé te proteja.-
Esa
madrugada del sábado llegó la patrulla hasta el edificio. Salió Esther con la
peluca sobre los ruleros y apenas cubierta con una bata gastada. -¿Familia
Gordon? El dueño de casa por favor, que baje a la vereda con documentos somos
de la policía estatal.-
Ismael se
puso un pantalones, se acomodó la kipá, como pudo en su calva y bajó corriendo,
con el documento en la mano y aterrado.
-¡Hay una
posibilidad que identifique a unos muchachos que se han accidentado!-
¡Mi Dios! ¡Subió,
se cambió bajo el diluvio de lágrimas de su mujer y su hija! Ya verán que no
pasa nada, les dijo. Subió a su coche; que como todas la familia de esa cuadra estacaba
en la calle. Siempre defendiéndose de los bribones, entre la vereda y las alcantarillas.
Siguió a los policías. Llegaron, como era de esperar a un edificio descascarado,
sucio y sombrío. Con olor a creolina y a cigarrillos, humedad que atravesaba
cada pared y arista de las habitaciones mugrientas. Lo hicieron entrar a una
sala donde estaban sentados unos tipos ignotos, groseros malolientes, con lentes
gruesos, ropa vieja; que se escarbaban con palillos comida de la boca mal
cuidada. Algunos sin rasurarse y silenciosos que lo miraron con desprecio
¿Quién sabe quién este fulano?
Señor Gordon pase. Sobre unas mesas de granito
negro lidiaban con tres cuerpos. Se acercó despacio; destaparon a uno de los
jóvenes. Sus ojos se agrandaron cuando
vio en la nuca del muchacho cinco estrellas de cinco puntas con un balazo en el
medio. Un grito se atascó en su garganta y cayó
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