viernes, 20 de septiembre de 2019

CUENTO INÉDITO


“Odio la mentira...he mentido por amor”

                       
                        Llamarla Olvido es una premonición. ¿Cómo se les ocurrió ponerle ese nombre a una muchacha hermosa? Siempre me pregunto si yo me llamo Victorio porque mi vida debía ser una victoria constante contra las dificultades. Y sí que las he tenido. Desde que era chico, siempre me contagiaba de las enfermedades que viajaban por los pupitres de la escuela. No me salvé de ninguna: varicela, bronquitis, rubéola, otitis y hasta me quebré el fémur jugando al fútbol. Me curé bien de todas y soy un tipo saludable. ¡Pero cuando la conocí Olvido...me imaginé que siempre se estaría yendo, despidiéndose y sin amigos! De amor ni hablar, porque como la letra de un tango, las calles empedradas le dirán adiós cada vez que abrazada por un hombre se moviera por el piso lustroso de cada pista de baile del arrabal. Algunas veces perdí plata en la `rula´ nada especial, otras gané, gané amigos en los burros, en la timba, en los café...cuando voy por Avellaneda o por Congreso en bondi siempre siento un ¡Chau Victorio! Sos un grande...amigo. Y sí, yo tengo que decirle que mi casita en Villa Urquiza está siempre abierta para los amigos. Pero usted Olvido, cuando llega a su casa, a su cuarto ¿quién la espera? La gata y el canario. Yo tengo un perro, esos que se llaman de plaza, esos que en primavera se enamoran y se traen a cuesta los perritos de arco iris. Son leales como yo. Bueno ya me va a conocer mejor. Mire mujer bonita, es agradable decirle que apenas la vi detrás del mostrador en Gat & Chávez me pareció un paraíso. Paradita allí con su cabello recogido, sus sedosas manos, una bocanada de pétalos nacarados. Cuando me nombró: ¡Victorio que alegría volver a verlo! Le juro Olvido, que las vidrieras se me hicieron chiquititas. Eran fanfarrias sus palabras. Otra victoria más en mi empecinada vida y solté el revolver con el que apuntaba... y me olvidé a qué venía. Ahora espero los días de visita para verla. Me trae esos buñuelos y esos pañuelitos de dulce de leche que me enloquecen. Sólo le pido que vaya a darle de comer a Chicho, el pobrecito no tiene a nadie, sólo a mí y a usted, mi bienhechora. Si me teje un suéter, le ruego que las mangas sean un poco largas, así me caliento las manos. Hace mucho frío acá. ¿Se acuerda el día que la conocí en el Parque Japonés? No podía creer que existiera una muchachita más flaca y débil. Usted tropezó en uno de los carromatos del tren fantasma y yo la levanté. Era liviana y perfumada. Tomamos un cortado y me contó su historia. Su nombre me hizo pensar que hay padres para todos los gustos. Mire el mío. Venir a suicidarse porque mi madre se fue con su mejor amigo. ¿Qué sería de la vida de ella? Nunca más la vi. Es cierto que muchos me ayudaron y fui a la escuela, hasta sexto solamente, pero aprendí más cosas de lo que nadie se imagina. ¡Olvido tengo que nombrarla para saber que me espera! La casa de Villa Urquiza será nuestro nido de amor. Le prometo que voy a abrir un tallercito para reparar radios. Acá aprendí a repararlas con un tipazo. Se escucha mucha radio aquí porque uno se siente solo. Ayer vino Gervasio, el vecino, el que tiene el reparto en el barrio, me contó algo extrañado que la ve siempre ir y venir. Yo le rogué que la ayude en todo lo que pueda. No es fácil trabajar todo el día y después viajar para asear la casa y hacer comida para el animal, es cierto, pero todo será por amor. Porque yo la amo Olvido y cuando salga nos casaremos. Usted es lo más precioso que he tenido y tengo en la vida. Juntos formaremos una familia. Con todo mi amor.                                                                                                                            Victorio.

                         ¡Eh, Victorio, desde cuando está de vuelta? Ya no se la ve a la muchachita rubia que venía siempre. ¿Qué fue de ella? Era guapa vino siempre a limpiar, darle de comer a Chicho y regar las plantas. Parecía buena. No me diga que se fue con otro. Y bueno, a veces se cansan de esperar y usted es un hueso duro de roer. ¿Nunca se quiso casar por la historia de su papá? Es lógico. Es difícil digerir ciertos temas. Igual no se olvide que vino siete años todos los días, con lluvia, sol, viento calor y un sin fin de inconvenientes para ayudarlo. Ah,  y le pagó a todos los que usted le debía para que pudiera salir adelante... ¡Qué mujer! ¡De hierro!

                        Al ingresar hoy a la casa recordé su dirección y le envío un mensaje para que comprenda mi situación. Cuando salí de la penitenciaría y no la encontré casi me volví loco. Hasta lloré. Después necesité sobreponerme como de todas las cosas. Me enamoré de la sicóloga que me ayudó y me casé. La vida continúa y creo que ambos hemos sufrido mucho. Ella, mi mujer me acepta con mis defectos. Sabe que me tira la timba y los burros y me comprende. Es una santa, como usted, Olvido que supo ayudarme en los peores momentos de mi vida. Ahora la molesto para pedirle si no nos puede prestar quince mil pesos. Se lo agradecería por esta mujer que está junto a mí ahora Ya sabe apenas tenga una buena racha se los devuelvo. Afectuosamente Victorio.

                        Amigo Victorio: después de los años que lo acompañé en su situación de espera, alimentando sueños, le ruego me haga el regalo de comprender mi situación. Usted sabe que me enamoré de  Gervasio y que gracias a él sacamos adelante las deudas que usted tenía con todo el que pasara cerca suyo. Conociéndolo ¿Cree realmente que le mandaría ese dinero, que no tengo, para seguir en la misma ronda de juego? Sálvese Victorio y salve a esa mujer de usted mismo. Afectuosamente Olvido. 

                        Cerró la persiana. La calle estaba desierta y Chicho se acurrucó entre los pies cansados. Ya no tendría noticias de Olvido y Gervasio, pero supo que había logrado con una pequeña mentira, la aceptación del alejamiento para siempre. Ya sus amigos serían felices sin nubes de reproches o culpas en su relación. Solo en la casa, con sus viejos recuerdos y anhelos sabía que había realizado una última obra de justicia. Que ellos fueran tan dichosos como podían ser. Se sentó a mirar una película en su viejo T.V. blanco y negro, se prendió un `negro´ y sintió que de alguna manera su victoria era superar el egoísmo. Olvido lo merecía. Era una gran mujer.

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