“Odio la mentira...he mentido por amor”
Llamarla
Olvido es una premonición. ¿Cómo se les ocurrió ponerle ese nombre a una
muchacha hermosa? Siempre me pregunto si yo me llamo Victorio porque mi vida
debía ser una victoria constante contra las dificultades. Y sí que las he
tenido. Desde que era chico, siempre me contagiaba de las enfermedades que
viajaban por los pupitres de la escuela. No me salvé de ninguna: varicela,
bronquitis, rubéola, otitis y hasta me quebré el fémur jugando al fútbol. Me curé
bien de todas y soy un tipo saludable. ¡Pero cuando la conocí Olvido...me
imaginé que siempre se estaría yendo, despidiéndose y sin amigos! De amor ni
hablar, porque como la letra de un tango, las calles empedradas le dirán adiós
cada vez que abrazada por un hombre se moviera por el piso lustroso de cada
pista de baile del arrabal. Algunas veces perdí plata en la `rula´ nada
especial, otras gané, gané amigos en los burros, en la timba, en los
café...cuando voy por Avellaneda o por Congreso en bondi siempre siento un
¡Chau Victorio! Sos un grande...amigo. Y sí, yo tengo que decirle que mi casita
en Villa Urquiza está siempre abierta para los amigos. Pero usted Olvido,
cuando llega a su casa, a su cuarto ¿quién la espera? La gata y el canario. Yo
tengo un perro, esos que se llaman de plaza,
esos que en primavera se enamoran y se traen a cuesta los perritos de arco iris. Son leales como yo. Bueno ya
me va a conocer mejor. Mire mujer bonita, es agradable decirle que apenas la vi
detrás del mostrador en Gat & Chávez me pareció un paraíso. Paradita allí
con su cabello recogido, sus sedosas manos, una bocanada de pétalos nacarados.
Cuando me nombró: ¡Victorio que alegría volver a verlo! Le juro Olvido, que las
vidrieras se me hicieron chiquititas. Eran fanfarrias sus palabras. Otra
victoria más en mi empecinada vida y solté el revolver con el que apuntaba... y
me olvidé a qué venía. Ahora espero los días de visita para verla. Me trae esos
buñuelos y esos pañuelitos de dulce de leche que me enloquecen. Sólo le pido que
vaya a darle de comer a Chicho, el pobrecito no tiene a nadie, sólo a mí y a
usted, mi bienhechora. Si me teje un suéter, le ruego que las mangas sean un
poco largas, así me caliento las manos. Hace mucho frío acá. ¿Se acuerda el día
que la conocí en el Parque Japonés? No podía creer que existiera una muchachita
más flaca y débil. Usted tropezó en uno de los carromatos del tren fantasma y
yo la levanté. Era liviana y perfumada. Tomamos un cortado y me contó su
historia. Su nombre me hizo pensar que hay padres para todos los gustos. Mire
el mío. Venir a suicidarse porque mi madre se fue con su mejor amigo. ¿Qué
sería de la vida de ella? Nunca más la vi. Es cierto que muchos me ayudaron y
fui a la escuela, hasta sexto solamente, pero aprendí más cosas de lo que nadie
se imagina. ¡Olvido tengo que nombrarla para saber que me espera! La casa de
Villa Urquiza será nuestro nido de amor. Le prometo que voy a abrir un
tallercito para reparar radios. Acá aprendí a repararlas con un tipazo. Se
escucha mucha radio aquí porque uno se siente solo. Ayer vino Gervasio, el
vecino, el que tiene el reparto en el barrio, me contó algo extrañado que la ve
siempre ir y venir. Yo le rogué que la ayude en todo lo que pueda. No es fácil
trabajar todo el día y después viajar para asear la casa y hacer comida para el
animal, es cierto, pero todo será por amor. Porque yo la amo Olvido y cuando
salga nos casaremos. Usted es lo más precioso que he tenido y tengo en la vida.
Juntos formaremos una familia. Con todo mi amor. Victorio.
¡Eh,
Victorio, desde cuando está de vuelta? Ya no se la ve a la muchachita rubia que
venía siempre. ¿Qué fue de ella? Era guapa vino siempre a limpiar, darle de
comer a Chicho y regar las plantas. Parecía buena. No me diga que se fue con
otro. Y bueno, a veces se cansan de esperar y usted es un hueso duro de roer.
¿Nunca se quiso casar por la historia de su papá? Es lógico. Es difícil digerir
ciertos temas. Igual no se olvide que vino siete años todos los días, con
lluvia, sol, viento calor y un sin fin de inconvenientes para ayudarlo. Ah, y le pagó a todos los que usted le debía para
que pudiera salir adelante... ¡Qué mujer! ¡De hierro!
Al ingresar hoy a la
casa recordé su dirección y le envío un mensaje para que comprenda mi
situación. Cuando salí de la penitenciaría y no la encontré casi me volví loco.
Hasta lloré. Después necesité sobreponerme como de todas las cosas. Me enamoré
de la sicóloga que me ayudó y me casé. La vida continúa y creo que ambos hemos
sufrido mucho. Ella, mi mujer me acepta con mis defectos. Sabe que me tira la
timba y los burros y me comprende. Es una santa, como usted, Olvido que supo
ayudarme en los peores momentos de mi vida. Ahora la molesto para pedirle si no
nos puede prestar quince mil pesos. Se lo agradecería por esta mujer que está
junto a mí ahora Ya sabe apenas tenga una buena racha se los devuelvo.
Afectuosamente Victorio.
Amigo Victorio: después de los años que lo acompañé en su situación de
espera, alimentando sueños, le ruego me haga el regalo de comprender mi
situación. Usted sabe que me enamoré de
Gervasio y que gracias a él sacamos adelante las deudas que usted tenía
con todo el que pasara cerca suyo. Conociéndolo ¿Cree realmente que le mandaría
ese dinero, que no tengo, para seguir en la misma ronda de juego? Sálvese
Victorio y salve a esa mujer de usted mismo. Afectuosamente Olvido.
Cerró
la persiana. La calle estaba desierta y Chicho se acurrucó entre los pies
cansados. Ya no tendría noticias de Olvido y Gervasio, pero supo que había
logrado con una pequeña mentira, la aceptación del alejamiento para siempre. Ya
sus amigos serían felices sin nubes de reproches o culpas en su relación. Solo
en la casa, con sus viejos recuerdos y anhelos sabía que había realizado una
última obra de justicia. Que ellos fueran tan dichosos como podían ser. Se
sentó a mirar una película en su viejo T.V. blanco y negro, se prendió un
`negro´ y sintió que de alguna manera su victoria era superar el egoísmo.
Olvido lo merecía. Era una gran mujer.
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