lunes, 24 de febrero de 2020

UN PROBLEMA DE CONCIENCIA




En una de esas tarde de otoño, Antonia, quiso sacar las cartas de truco de la gaveta del secreter. Junto a ellas, en el cajón del viejo estaba el revolver sobre unos guantes azules.
Abrió la boca y los ojos sorprendida. Tomó coraje, lo sacó, y apuntando al piso, temblorosa, casi corriendo, encaró al tío.
-¡Fuiste vos, hijo de puta…! ¡Fuiste vos!- gritó al borde del desmayo.
Con parsimonia calculada el hombre dejó la lectura y la miró. Severo, por sobre los anteojos la observó iracundo.
-¡Qué mal mijita, qué mal! Tan viva que parecés. Tan viva y no te pusiste los guantes.
Ella petrificada sostuvo el revolver con todo el peso del mundo.
-¡Sí, no me puse los guantes, tío! Pero ayer compré veneno para roedores en un barrio alejado de casa. Tu desayuno, tu almuerzo y ese té que de tu hermosa taza de porcelana bebes ahora, me servirán para explicar tu deseo de suicidarte al morir tu amada hermana y la Yaya.
-Estás loca.- dijo el hombre aterrado.
-Mira ya te está haciendo efecto, lo veo en tu color ambarino, en la espuma que sale de tu boca y toca tu bigote…
El hombre se llevó la mano al pecho, un sordo ronquido lo despidió de la vida.
Antonia guardó el arma, nunca le había dado veneno. La conciencia sucia del tío y un corazón débil por la vida disipada y el miedo se cobró venganza.

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