Soy un caminante devorando la desgarradora simiente
de la vida
árida siento mi saliva
que duerme en la roja forma de una queja
huyo soberbia como suspiro
en espiral anaranjado a sotavento
amargamente huyo murmurando mi nombre
que tú sólo conoces
intacta está la muerte que seguirá el camino
sé murmurar
sé ver la verdad intacta
enérgica vocifero
sé que en cada herida se violará mi suerte
echada está
lo sé amargamente
mi mañana
muerdo los ojos
los suspiros muerdo
cada cuerda del violín se rompe
para dar forma al cadáver del espanto
vacíos los hogares sin lumbre
mudan sus ritos
los fantasmas, los magos ateridos, los ángeles
su aliento son gemidos
los ojos amuletos
chocan entre los muros de peltre
las palabras de ónix y basalto
lloran ávidos
los labios azulados, lloran.
Besan las orillas escabrosas de la herida y
mi mano yace
indicando el incendio de tu boca
extrañamente, murmuran algunos caminantes
quejumbrosos
por la latitud sideral de mi cintura y
en las manos llevo aferrada la cabeza de un dios
desfalleciente
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