domingo, 3 de abril de 2022

HA MUERTO EL HOMBRE DE MACONDO

 

            ¿Qué preguntas viciosas atormentarán tu fantasma?

            ¿Qué lamento entrañable llegó a tu despedida?

            Un millar de rosas amarillas inspirarán tus silencios

            no será una apuesta perdida, ni un fracaso de otoño.

            Ni en la casa de al lado espiarán tu vuelo sin arrojar

            al descuido una oreja del hombre del café,

            que llegará a las doce, con tu fantasma a cuestas,

            en el límite del patio donde florece el nogal y la tristeza.

            Volaste como la sábana que se alejó con la dama impuntual

            al rito taciturno del funeral con cofre de cerezo en la vivienda,

            donde no había nada de metal reluciente. Como tu campana costeña

            estremeciendo al mundo de los Buendía, guerreros de otros tiempos.

 

            Te alejas hacia túnel donde se esconde Aureliano y Soledad

            armando las hamacas en el lugar más fresco de tu frente.

            Vi payasos por doquier en tus funerales vestidos de levita.

            Mariposas de viento aleteaban sobre tu pequeña memoria

            Una lágrima suelta sobre el rostro sombrío de tu Amada

            tus hijos apretando los labios para no repetirte los cuentos

            de la pianola, único instrumento que tocan los fantasmas;

            esperando el silencio para escuchar un ballenato en ese laberinto.

 

            No te fuiste, has quedado entre las calles de barro, en Bogotá y

            Barranquilla, en Cartagena de Indias, en los ranchos, la selva.

            México te llora junto a todo el Universo de palabras, tus libros.

            Poeta de poetas, maestro de insipientes poetas que lloramos tu partida

            ¿Estarás esperándonos en algún suburbio provincial latinoamericano?

            En este enredo trágico de tu viaje sin pitanza de almejas,

            emborrachando el corazón con sonajas de hiedra y café;

            me estremezco como quien va a una fiesta en la plaza Mayor de Medellín.

           

            Tal vez es el final de una historia en Aracataca y empieza otra en…

            los brazos de un puñado de ángeles del Dios de los Pobres.

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