jueves, 7 de abril de 2022

UNA VENGANZA

 

Jordán se arrinconó en la porqueriza. Ya sabía lo que vendría después de semejante escándalo. ¡Una lluvia de palos y palabrotas del salvaje! El vecino de la finca de “La Llorona” era un colorado grandote, malicioso y malhumorado. Siempre prepotente y gritón. Por nada o casi nada se venía a pelear con su patrón. Siempre estaba armado y su voz tronaba entre los durazneros y perales. Jordán le tenía mucho miedo. Ya había recibido varias zurras del matón. Y su patrón no podía hacer nada por su pierna de palo y metal que tenía desde el choque con la “chata” en la Feria. Jordán se tapó los ojos y los oídos con las manos entre las piernas canilludas y sucias. Acurrucado y tembloroso. El miedo lo atormentaba. Un estruendo lo achicó contra los tablones. Luego un pegajoso silencio sombrío lo adormeció.

Cuando se atrevió a salir, el patrón de espalda en tierra, con los ojos abiertos, vidriosos y mudos, yacía sobre un enorme coágulo bordó, con un agujero en la frente. “Chispa” el perro echado junto al viejo lamía la pata de palo tratando de hacer mover al dueño.

El grito de Jordán hizo vibrar el callejón y los árboles. Como un trueno de horror, comenzó la tiniebla de la vida del pobre muchacho. 

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