Pero estará ya
tan resignado a morir,
que acaso muera de resignación. “La tercer resignación” Ojos de Perro Azul. Gabriel García Márquez.
¡Sargento, el coche está
abandonado en la mitad de la calle… Sí, tiene nafta y las llaves puestas.
Además, cuando la encontré hasta había un cassette de Roberto Carlos, cantando…
Sí, le digo que no hay nadie… ¡No, no es chiste, venga, yo espero!
No,
Señores, mi número de documento es 6.975.749. Si, de
Dos
coches patrulleros llegan raudos hasta el lugar. Se bajan los oficiales con
desconfianza. Sacan las llaves que están puestas y abren el baúl! No hay nada
extraño. Lo de siempre, unos juguetes. Herramientas y un bolso de lona con
botines de fútbol. Bolsas con papeles con dibujos infantiles. Un matafuego
descargado y la llave cruz intacta. No robaron nada.
El
coche patrulla examina el coche. Llaman a la jefatura. Dan el número de la
matricula y los datos de color, modelo, etc. Buscan algo en el coche y sólo
encuentran una “estampita” de bautismo, que tiene el nombre: Sol Cuenca. Nací el 27 de marzo de 1969 y me bautizaron el 15 de abril de
La
estampa es muy importante para identificar a los dueños del automóvil. La grúa
lo corre del centro de la calle hacia un costado. La gente curiosa se ha
juntado alrededor mirando y comentando sobre los atentados cada vez más
frecuentes. Bombas, asaltos, raptos y desapariciones inexplicables.
Llega un patrullero y da la orden de despejar. El auto enganchado se
mueve como un dinosaurio herido. Puede tener una bomba. Los policías
intranquilos dispersan a los curiosos. ¡Con sumo cuidado revisan la parte
inferior y el motor! Pasan más de dos horas y se acercan hasta allí dos uniformados
que toman huellas dactilares y fotografías. Los agentes de investigaciones
consiguen el nombre del dueño:
Peugeot
color bordó, modelo 1967.
MATRICULA
X CORDOBA N° 754-976
NOMBRE
DEL TITULAR:
CAPITAN
DEL EJERCITO ARGENTINO
Gabriel
Dacosta
N°
de motor RU: 5380-B36
El primer indicio de que es un nuevo atentado se los da la identidad del
dueño.
En una semana han tenido doce bombas, y cuatro secuestros en dos meses.
Es el mismo método, que usaron con el general Rodríguez Montes y con el
industrial norteamericano gerente de Xpress Oil & Cia.
A través del radio del coche patrulla dan el
nombre de la “estampita” encontrada en el auto. Ambos apellidos coinciden.
El oficial más viejo se sienta en el coche patrulla y se agarra la
cabeza. Sabe que están frente a un callejón sin salida… Hace dos meses que no
duermen buscando a los otros tipos.
¡Al rato, llega un jeep y de él bajan tres oficiales de ejército con
uniforme de gala! Uno de ellos se identifica:
- Capitán
Gabriel Dacosta. ¡Este es mi coche! Pero lo manejaba mi esposa Delfina! ¿Dónde
está ella? Necesito verla.
- Lo siento… no está acá, ni
estuvo desde que este hombre, encontró su automóvil… es un médico del vecindario.
- ¿Vio usted a mi esposa?
- ¡No, yo encontré
el coche así… aún se podía escuchar un cassette de Roberto Carlos… pero no
había nadie!
- ¡Dios, a ella no! Malditos, los destruiré mi
esposa tiene veinticinco años! ¡Dios…! Le dije mil veces que se cuidara, que
podía pasar, que estamos rodeados de enemigos.
- ¡Cálmese!
Busque dentro del coche… Tal vez usted note algo…
- Sí, tenemos un lugar secreto…Se
acerca al coche y mete la mano entre los asientos delanteros… allí encuentra la
sortija de brillantes de la boda. El anillo de Delfina… Algo le había dicho
ella al respecto… pero no recordaba ¡Ah, si! Si me encuentro con desconocidos
que me tratan de hacer daño, siempre trataré de salvar el anillo de tu abuela. “Desconocido”
“daño”. Son palabras claves. Sale del auto. ¡El hombre, llora como un niño!
El viejo oficial de la policía, le toma pronto el hombro en un gesto
casi paternal. Gabriel no está acostumbrado a ese modo de contacto con personas
extrañas, pero es tal el desconsuelo, que se le pasa por alto.
- Mi capitán, encontraré a su esposa…se lo
prometo. Miente. - ¡No mi amigo, con éstos no se juega! Son
malos y asesinos. Pero no entiendo ¿Por qué a una mujer, como ella?
- ¡Son realmente… no sé,
alevosos, crueles..!
- Siento que
voy a vomitar… disculpen. Gabriel se aleja y descompuesto, aligera su estómago
abrazado a un enorme roble. ¡Es miedo…! El que ha sido preparado para sufrir… ¡Se
siente estúpido, pero no puede más!
- Mi esposa Delfina es muy joven, tiene cuatro hijos. ¡Mis
hijos! ¿Dónde están mis hijos?
- Calma mi capitán están con gente nuestra y una joven
llamada María Clara se ha hecho cargo. Le avisamos recién.
- ¡Pobrecita, tengo que ir con ellos y tranquilizarlos!
Primero debemos hacer algunos trámite, señor.
¿Tiene una foto de su esposa?
- ¡Sí, acá tiene ésta, es algo pequeña!
- Servirá, no se aflija. ¿Cómo estaba vestida?
- Con una falda blanca de lino y una blusa de mangas
cortas. Llevaba una chaqueta blanca encima de los hombros.
- ¿Usa lentes de contacto o de los otros?
- No, ella ve bien. Usa de sol, a veces y carga siempre
una cartera grande. ¡Allí puede llevar cosas de lo más insólitas!
- ¿Tiene alguna cicatriz o marca? ¿Lunares
visibles o de los que no se ven? ¿Operación de apéndice?
- La caída de un caballo cuando era
chica, en la espalda, acá, una marca de unos siete centímetros. ¡Un lunar en el
seno izquierdo! Se señala en la espalda y el pecho. No se atreve a decir que
tiene una mancha de color vino tinto en la ingle. Es algo muy privado.
- ¡Bueno ahora… nos irá
dando, otros datos, de a poco! Se llevan
a Gabriel en el auto del compañero, detrás de la grúa; con su Peugeot y un
patrullero!
Delfina se ha acostumbrado
ya a ese silencio que le permite meditar. Saca la foto de los chicos. Los mira
y les da un beso. No debe hablar sola. Se fija que no tiene el reloj y se da
cuenta que ya debe ser el medio día siguiente. Tacha en el almanaque que se ha
fabricado en la pared con un clavo la fecha: 18 de noviembre, jueves. ¿Cuántos
días le quedarán allí?
Toma un
poco de agua. Interiormente bendice al tipo que le cambio por agua limpia. ¡Debe
cuidarla mucho! Se sienta en la vieja silla que le han dejado. La tiene
inquieta no hacer nada. ¡Piensa en todo lo que tiene que preparar para navidad
y año nuevo! Luego si no tienen “el pase a otro destino” podrán ir al campo de
Córdoba. Juntarse con su madre y hermanos. Cuando les cuente la historia, no le
van a poder creer ni la mitad! Ya sabrá Gabriel y la estarán buscando. ¡Pobre
esposo amado! ¿Cómo la extrañará? En el silencio le parece escuchar algo de
música, es apenas un murmullo lejano. ¡Pone el oído pegado a la puerta! La
música la entretiene y calma un poco. Ella ama la música. Siente ruidos,
alguien abre la puerta. Confusa se sienta. Es el mismo hombre de la mañana. Le
trae un plato de sopa y pan.
- Perdone ¿no me puede traer algo para coser o tejer?
¿Algún diario o libro? Yo nunca tengo las manos inútiles y me gusta hacer algo!
- ¿Usted cose y teje?
- ¡Por supuesto! Mi
ropa y la de los chicos, la hago yo. Bueno, tapados y chaquetas, me
ayuda mi mamá, porque me cuesta un poco.
- Nunca me imaginé… ¡usted cosiendo! ¿Y sabe tejer?
- A dos agujas y al crochet…
todo. Hago hasta medias. Aprendimos de niñas. Según mi padre es indispensable
que una chica sepa hacer de todo tipo de tareas domésticas.
- ¡Estamos todos locos…!
- ¿Por qué, loca no soy?
- Con todo los apellidos
que arrastra… y mejor me callo!
- Hable, ¿qué tiene que ver
mi nombre, con las costumbres de la vida de cualquier muchacha de mi edad?
- Nada, que deba decirle. ¡Cómase eso!
- ¿Cuándo será el juicio?
- ¿Quiere morirse?
- ¡Por Dios… no me haga
morir, pero de miedo!
- ¿Cuántos años tenía, cuando
se casó?
- ¡Me recibí de maestra y a
los dieciocho años me casé con Gabriel, van a ser ocho años…!
- ¿Por qué eligió un
milico? ¡Y para colmo verde!
- Yo no elegí… es decir, me
enamoré… nunca lo había visto…
- Bueno, termínela, no me
importa. ¡No me venga ahora con historias de amor!
- No se vaya… le ruego. ¡Le
suplico… no se vaya!
- Tengo que irme. ¡Sabe,
que tengo orden de no hablar con usted, ni siquiera una palabra!
- ¡Pero por qué… está bien,
perdone!
- ¡No sé… la veo, tan…
diferente… Me la imaginaba: arrogante, altanera, histérica y horrible!
- Soy una mujer común, como
su novia o esposa. Vulgar, sencilla y aterrada. ¡Además: sucia y me duele como
diablo esta herida!
- ¿Con qué se hizo eso? ¡Déjeme
ver… está feo!
- Ayer al subir o bajar, me
lastimé en el vehículo, camioneta o coche no puedo decirle. ¡No veía nada,
tenía la cabeza cubierta! Me limpié como pude. Me duele. ¡Creo que se ha
infectado!
- ¡Le
traeré algo… si puedo! ¡Ah… no tengo
novia ni esposa… le digo algo… no me va a cambiar la idea que tengo de las
mujeres! En general… son todas iguales… Insaciables, mentirosas, vagas,
estúpidas y brutas, no piensan y sólo sirven para dejar hijos por ahí.
Sale y da
un golpe en la puerta, deja por un rato resonando todo el montón de madera y lata
que envuelve el cemento del habitáculo.
Delfina con el estomago algo revuelto, se tira
en la manta y recuerda…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario