Si me preguntan: ¿Por qué escribí esta novela? Digo:
Generalmente se espera que las mujeres usemos la literatura para embellecer con
palabras bonitas, con dulzura y liviandad los temas; aunque últimamente se usan
hasta textos semi pornográficos para vender. Pero yo no me adhiero a lo
superficial, voy al oscuro hueco de la verdad, esa que en general se esconde. Ocultar
la verdad es una forma de aliviar la conciencia. No es lo mío. Tengo la
conciencia clara, no sé si tan pura porque de alguna manera todos los
argentinos y latinos en la década de los 60 y 70, fuimos partícipes directos o
indirectos de lo sucedido en nuestras tierras. ¡Qué duro, ¿no?!
El silencio no ha mejorado en nada la realidad. Todo sigue
igual o peor. Los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Con la
contraparte que ha ingresado una cultura de las adicciones: al juego, al
alcohol, a las drogas, el maltrato, el femicidio, a las armas y a la
tecnología. Los chicos nacen y ya les compran aparatos electrónicos para que
jueguen y no molesten. Chicos autistas, no por enfermedad sino por incapacidad
de comunicarse con los sentimientos y la familia o amigos. Ya no se juega con
muñecas ni autitos, se juega con electrojuegos. Me declaro enamorada de la palabra.
La oralidad y la escritura debe ser el sustento de un mundo mejor. ¡Por eso
para no perder la “Memoria” he escrito esta novela!
Es mi grito de justicia para que Nunca Más se vuelva a ver el
mundo bajo la mirada de las armas. Es inútil, la guerra no resuelve sino las
cuentas en bancos de ciertos sectores que no
trabajan para alimentar, vestir y educar a los pueblos. Es más, ha llegado un
punto que la guerrilla urbana o rural, se unió a los Cárteles de las drogas,
para financiarse. ¡Un horror! Muerte para los humanos sin distinción de edad,
género o ideales.
En la oscura noche de la década del setenta, corrieron ríos
de sangre en Latinoamérica.
Una miríada de jóvenes “idealistas”, creyeron poder cambiar
el mundo y traer justicia a las masas de campesinos, obreros y humildes. Es
duro decirlo pero fracasaron.
Conversando con algunos ex guerrilleros, víctimas de los
atentados terroristas, como el caso de una conversación personal que tuve con
Clara Rojas, en Colombia y con E. R. Castro, una venda se cayó de mis ojos. El
fracaso fue rotundo pero el dolor y las consecuencias, fueron desastrosas.
Clara Rojas, estuvo atada a un árbol con cadenas y un enorme candado varios
años en la selva colombiana; todas las guerrillera y hombres eran analfabetos o
casi; E.R. Castro fue perseguida por el ejército regular y la guerrilla durante
años, que vivió escondida en lugares increíbles como cementerios, hospitales y
las calles de Argentina; pero nuestra guerrilla salió de las universidades y de
la clase media y alta, pocos obreros y campesinos intervinieron. Ella murió en
la más penosa pobreza material arrepentida de haber creído en “la ideal del
Justicialismo y de los grupos armados que incluso mataron a Ruccci”.
No me quiero callar. Quiero contar como sufrieron y sufrimos
esa época. Hoy algunos de esos ex guerrilleros viven en Países de América como
México, o Europa (Suecia, España, Francia, Bélgica, ninguno se fue a Rusia,
Corea del Norte, China Popular o Cuba) con las ganancias de las generosos
dólares cobrados como indemnizaciones de los estados que quieren reivindicar
sus errores: haber matado y desaparecido
a muchos y haber quitado de en medio a otros. ¡Lo increíble es que hoy
muchos de ellos son o han sido gobierno! Muy pocos se arrepintieron de las
masacres hechas: pasaban por los cuarteles ametrallando soldados que cumplían
el servicio militar, mataron con bombas familias y caían a veces inocentes como
en el caso de la niña Lambruschini, robaron bancos para comprar armas, raptaron
empresarios, torturaron y fueron torturados.
Todo fue un horroroso fracaso: en Mi Argentina hay más
pobres, la educación está casi en lo más bajo del resto del mundo y ni hablar
la corrupción de los políticos y sectores sindicales. De esto no le gusta
hablar a nadie. Yo lo quiero decir a mi manera, con una novela. No creo que sea
un placer para nadie hacer un “MEA CULPA”. Pero tampoco aceptar el cuento de
los que quieren hacernos creer que eran sólo jóvenes idealistas. En todo eso
hubo muchos intereses económicos y hoy se van desenredando.
Síndrome de traición tiene mucho de los relatos de los que la vivieron
desde adentro y he puesto parte de mi amor por la palabra, mi imaginación y mi
deseo de un ayornamiento de la verdad. Investigué mucho, leí mucho, hablé con
toda clase de gentes: militantes, paramilitares y guerrilleros o subversivos.
Han muerto ya los “represores”; Cuba está a los abrazos con los
norteamericanos, Venezuela se está despoblando por su política y quedan muy
pocos políticos que defienden a la guerrilla. Después del 11 de setiembre, el
mundo quedó encadenado en la otra faz de la guerra sucia, la religiosa de un
puñado de oscuros fanáticos. Y son los pueblos, los campesinos y los pobres de
Me siento sola en esta patriada. Sé, que seré juzgada y
criticada, pero no espero aplausos, espero mostrar un pedacito de una verdad
que viví y vivimos los de mi generación. Los jóvenes hoy metidos en las
tabletas, los jueguitos electrónicos y el alcohol o las drogas, ignoran lo
sufrido en Latinoamérica. Las familias destruidas, las lágrimas derramadas y
las duras historias de ambas veredas de esa patriada. En esta Guerra nadie
Ganó, Todos perdimos y lo triste es que todavía no cerramos las heridas de lo pasado.
¡Creo que pasarán varias generaciones para que llegue un verdadero Perdón!
Abrazo a Todos mis queridos compatriotas y agradezco a Dios
que me permite expresar esta historia.
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