sábado, 16 de abril de 2022

SÍNDROME DE TRAICIÓN, expliacción.

 

Si me preguntan: ¿Por qué escribí esta novela? Digo: Generalmente se espera que las mujeres usemos la literatura para embellecer con palabras bonitas, con dulzura y liviandad los temas; aunque últimamente se usan hasta textos semi pornográficos para vender. Pero yo no me adhiero a lo superficial, voy al oscuro hueco de la verdad, esa que en general se esconde. Ocultar la verdad es una forma de aliviar la conciencia. No es lo mío. Tengo la conciencia clara, no sé si tan pura porque de alguna manera todos los argentinos y latinos en la década de los 60 y 70, fuimos partícipes directos o indirectos de lo sucedido en nuestras tierras. ¡Qué duro, ¿no?!

El silencio no ha mejorado en nada la realidad. Todo sigue igual o peor. Los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Con la contraparte que ha ingresado una cultura de las adicciones: al juego, al alcohol, a las drogas, el maltrato, el femicidio, a las armas y a la tecnología. Los chicos nacen y ya les compran aparatos electrónicos para que jueguen y no molesten. Chicos autistas, no por enfermedad sino por incapacidad de comunicarse con los sentimientos y la familia o amigos. Ya no se juega con muñecas ni autitos, se juega con electrojuegos. Me declaro enamorada de la palabra. La oralidad y la escritura debe ser el sustento de un mundo mejor. ¡Por eso para no perder la “Memoria” he escrito esta novela!

Es mi grito de justicia para que Nunca Más se vuelva a ver el mundo bajo la mirada de las armas. Es inútil, la guerra no resuelve sino las cuentas en bancos de ciertos sectores que no trabajan para alimentar, vestir y educar a los pueblos. Es más, ha llegado un punto que la guerrilla urbana o rural, se unió a los Cárteles de las drogas, para financiarse. ¡Un horror! Muerte para los humanos sin distinción de edad, género o ideales.

En la oscura noche de la década del setenta, corrieron ríos de sangre en Latinoamérica.

Una miríada de jóvenes “idealistas”, creyeron poder cambiar el mundo y traer justicia a las masas de campesinos, obreros y humildes. Es duro decirlo pero fracasaron.

Conversando con algunos ex guerrilleros, víctimas de los atentados terroristas, como el caso de una conversación personal que tuve con Clara Rojas, en Colombia y con E. R. Castro, una venda se cayó de mis ojos. El fracaso fue rotundo pero el dolor y las consecuencias, fueron desastrosas. Clara Rojas, estuvo atada a un árbol con cadenas y un enorme candado varios años en la selva colombiana; todas las guerrillera y hombres eran analfabetos o casi; E.R. Castro fue perseguida por el ejército regular y la guerrilla durante años, que vivió escondida en lugares increíbles como cementerios, hospitales y las calles de Argentina; pero nuestra guerrilla salió de las universidades y de la clase media y alta, pocos obreros y campesinos intervinieron. Ella murió en la más penosa pobreza material arrepentida de haber creído en “la ideal del Justicialismo y de los grupos armados que incluso mataron a Ruccci”.

No me quiero callar. Quiero contar como sufrieron y sufrimos esa época. Hoy algunos de esos ex guerrilleros viven en Países de América como México, o Europa (Suecia, España, Francia, Bélgica, ninguno se fue a Rusia, Corea del Norte, China Popular o Cuba) con las ganancias de las generosos dólares cobrados como indemnizaciones de los estados que quieren reivindicar sus errores: haber matado y desaparecido a muchos y haber quitado de en medio a otros. ¡Lo increíble es que hoy muchos de ellos son o han sido gobierno! Muy pocos se arrepintieron de las masacres hechas: pasaban por los cuarteles ametrallando soldados que cumplían el servicio militar, mataron con bombas familias y caían a veces inocentes como en el caso de la niña Lambruschini, robaron bancos para comprar armas, raptaron empresarios, torturaron y fueron torturados.

Todo fue un horroroso fracaso: en Mi Argentina hay más pobres, la educación está casi en lo más bajo del resto del mundo y ni hablar la corrupción de los políticos y sectores sindicales. De esto no le gusta hablar a nadie. Yo lo quiero decir a mi manera, con una novela. No creo que sea un placer para nadie hacer un “MEA CULPA”. Pero tampoco aceptar el cuento de los que quieren hacernos creer que eran sólo jóvenes idealistas. En todo eso hubo muchos intereses económicos y hoy se van desenredando.

Síndrome de traición tiene mucho de los relatos de los que la vivieron desde adentro y he puesto parte de mi amor por la palabra, mi imaginación y mi deseo de un ayornamiento de la verdad. Investigué mucho, leí mucho, hablé con toda clase de gentes: militantes, paramilitares y guerrilleros o subversivos. Han muerto ya los “represores”; Cuba está a los abrazos con los norteamericanos, Venezuela se está despoblando por su política y quedan muy pocos políticos que defienden a la guerrilla. Después del 11 de setiembre, el mundo quedó encadenado en la otra faz de la guerra sucia, la religiosa de un puñado de oscuros fanáticos. Y son los pueblos, los campesinos y los pobres de la Tierra los que siguen sin pan, sin remedios, sin agua, sin hogar y sin esperanza.

Me siento sola en esta patriada. Sé, que seré juzgada y criticada, pero no espero aplausos, espero mostrar un pedacito de una verdad que viví y vivimos los de mi generación. Los jóvenes hoy metidos en las tabletas, los jueguitos electrónicos y el alcohol o las drogas, ignoran lo sufrido en Latinoamérica. Las familias destruidas, las lágrimas derramadas y las duras historias de ambas veredas de esa patriada. En esta Guerra nadie Ganó, Todos perdimos y lo triste es que todavía no cerramos las heridas de lo pasado. ¡Creo que pasarán varias generaciones para que llegue un verdadero Perdón!

Abrazo a Todos mis queridos compatriotas y agradezco a Dios que me permite expresar esta historia.

Graciela Elda Vespa- Mendoza- República Argentina

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