El detalle
de una batalla lo da el que triunfa. ¿Para qué más detalles? Facundo. Domingo F.
Sarmiento.
La soledad y el tener las manos inútiles, le hacia daño. Delfina,
comenzó a zurcir la vieja frazada a cuadros, que le habían dado, con el hilo,
que tenía en si pequeñísimo costurero de cartera. Logró una aguja prometiendo
portarse bien. Mientra trabajaba casi sin luz y ensimismada escuchó voces, que
llegaban a través de la puerta metálica. Oyó atentamente. Había una terrible
discusión. Una vos de mujer, sobresalía de las voces masculinas. De golpe se
escuchó un disparo y se hizo un silencio total. Delfina sintió tremendo miedo.
¿Sería el final de un juicio? ¿Había llegado algún extraño? ¿Otro rapto?
El silencio se mantuvo un rato.
Luego el murmullo de voces le trajo a la normalidad… La voz de la mujer seguía
sobresaliendo, a pesar de eso no alcanzaba a escuchar bien lo que decía! Algunas
palabras sueltas llegaban, pero no le servían para armar ideas o frases. Se quedó
inmóvil. Apenas si respiraba. El rumor cesó. Pasó un tiempo quieta. Eran las
siete, calculó, pero ya había perdido la noción del día y la noche. ¡Ya habrían
pasado entre siete y ocho días, desde que la llevaron allí!
No sentía nada, ni frío, ni calor, ni hambre, ya su
cuerpo se había adaptado al lugar. Sólo le molestaba la herida de la pierna,
que se había infectado y supuraba. Aparte estaba el miedo ese miedo, que la
había transformado en un felino. Su vista se aguzaba, su oído dimensionaba
hasta el más mínimo sonido. Todo lo que antes le parecía fútil, ahora colmaba
una dimensión especial. Cuando entraba un guardia a traerle algún alimento, en
contados segundos le captaba si era hombre o mujer, le calculaba la edad.
Hasta se le había
mejorado el olfato. Con su olor, podía distinguir si era estudiante o si
trabajaba en alguna fábrica. Se sorprendió cuando, descubrió que uno de ellos
usaba un “extracto francés”! Nada proletario. ¡Por detalles deducía, que la
mayoría, eran chicos de familias más o menos educadas! ¡Lastima que siempre
usaban esas negras capuchas y que algunos no le decían ninguna palabra!
Delfina, sintió de pronto, que ya nunca sería la misma mujer. Ahora, con esta
dura experiencia, tomaba una dimensión humana diferente. De pronto se abrió la
puerta y entró un muchacho, que le entregó unos libros y papeles.
Debe leer esto! Además escriba acá una
nota para su marido! ¿Qué tipo de nota? La que quiera. De cualquier
manera servirá para que sepa que aún esta viva.
Por favor ¿que harán conmigo?
Ya lo sabrá, ahora leerá todo esto!
Le deja cuatro libros, impresos en papel ordinario. Unas hojas de papel de
carta y una lapicera. Ella se acomoda y escribe:
Mi querido esposo
Mauricio:
Recién me han permitido escribir unas líneas. Estoy bien, es decir,
viva. ¡Los amo y extraño a los niños! Sufro pensando en tu dolor y siento mucho
miedo. Acá la soledad es total, nadie me habla y no puedo moverme mucho. No sé
qué pasará conmigo. Dijeron que me harán un juicio. No pierdo
Te amo
Delfina Besos a los chicos. Sol tiene turno al dentista el día 18 de
noviembre!.
¿Está bien así?
El jefe dirá luego. ¡Ahora lea!
Delfina toma el primer libro y lee
el título: “La lucha obrera en Latinoamérica”, el segundo: “La bota militar y
la denigración proletaria”, el tercero: “La mujer oligarca, en las calles de
las ciudades” y el cuarto: ”Así habló el “Che” en
Se entusiasmó cuando la lectura, le
trajo a la memoria las charlas y detalles en la facultad. Recordó al profesor
de Filosofía, era un gran intelectual. Todo lo que había estudiado, ahora le
servía, para refutar las ideas equívocas. Por otro lado señalaba si coincidía
con algo. Realmente el libro estaba escrito con inteligencia. Siguió leyendo
hasta que sintió deseo de dormir. Se acomodó en la colcha y se durmió con la
idea de que ahora tenía algo importante para hacer. Debía estar bien lúcida.
La oficina del Coronel Bermúdez,
estaba en un caos ordenando. Fotos y planos pinchados en la pared de corcho.
Tres escribientes en sus maquinas y cinco teléfonos en el escritorio. A cada
rato llegaba un cabo o un soldado con un papel o carpeta. Otro traía mate.
El coronel manejaba con mucha
habilidad las novedades que llegaban. Llamó por un timbre y llegó su
secretaria. La joven: morena, de ojos grandes, inteligentes y fríos, cabello
negro y lacio, parecía la estatua de una aborigen en acecho. Su figura
soberbia, imponía autoridad. Un cierto aire masculino, se desprendía de sus
movimientos, pero tenía labios y senos sensuales y bien femeninos. ¡Era una
mujer extraña: seria, callada, poco comunicativa, casi antipática! Pero tenía
una eficiencia y capacidad ilimitada.
Nadie recordaba, quién o cómo, la
trasladaron a esa sección del Comando. Llegó un día con sus papeles y su
capacidad. La responsabilidad la hizo granjearse, el respeto del Coronel
Bermúdez, un hombre simple, de pocas palabras y bondadoso. Algo simple para sus
obligaciones, confiado y muy provinciano.
Él, recurría a su secretaria para
todo. Su esposa estaba muy enferma y no tenía hijos por lo que pasaba la mayor
parte del día en la oficina del Comando..
Siempre que tenía algún problema la consultaba, porque
Reina López era una enciclopedia andando, sabía el nombre de cada oficial,
suboficial y hasta los civiles que trabajaban como choferes o carpinteros. Era
insustituible.
Siempre distante le daba su opinión y él llegaba a la
conclusión, que si bien era lejana y carente de subjetividad, decía lo cierto.
Esa mañana, como siempre la llamó y le dijo, que confiaba en su total ayuda en
el caso de Delfina Cuenca Izaguirre de O´Denilson Dacosta.
¡Mire señorita, tenemos acá el caso de un secuestro
complicado… la chica es esposa y madre, de cuatro niños pequeños, hasta acá
está todo el material, que tenemos! El Arzobispo ha solicitado que le demos una
atención especial. Es una mujer devota y querida en
Coronel… puede contar con mi ayuda!
No pestañeó, su voz clara demostraba la eficiente preparación que tuvo en la
selva en Cuba.
La “Mara” se acercó al panel con los
datos que habían logrado y de una mirada
comprendió, que la “organización” estaba en peligro. Le llamó la atención ver
la foto de “Camarada Jorge” uno de los enlaces que tienen en el caso de
Mientras el Coronel Bermúdez, saca
de un sobre otros datos recién llegados, se arregla para marcar en su manga
algunos datos que debía llevar al “Jefe”. Robó un papel.
Uno de los
escribientes, Marcelo Pedriel Echagüe, la miró de reojo y le pareció que movía
de lugar algunos papeles, pero como sabía que era de tanta confianza, se quedó
callado. ¿Cómo iba esa chica a robarse
un papel de allí? ¡El debía estar loco!
¡Durante toda la mañana se trabajó en forma
incesante! A cada rato llegaban datos nuevos, algunos iban a parar a la máquina
de triturar, otros eran archivados y otros se pinchaban en la pared! En la
oficina de al lado, se escuchó una voz
grave… De pronto entró en la sala una figura, que atrajo la atención de
todos.
Un hombre alto, de espaldas anchas y
músculos fuertes, característico de los deportistas, Con su cabello rojizo
despeinado y ojos enrojecidos e hinchados, ha penetrado, imponiendo una figura
inquisitiva.
El Coronel
Bermúdez, se acerca con una mirada inquieta, mientras el resto del personal sigue
en sus tareas.
¡Capitán…,
pase., pase, acá estamos con el caso de su esposa pérdida…!
¿Qué
noticias tiene para mí?
¡Pocas,
pero con algunas esperanzas! ¡Señorita traiga un café para el Capitán O´Donilson Dacosta, por favor! Ah, venga que
le muestro nuestros adelantos…
Mientras
ambos hombres se acercaban al panel la “Mara”, observa al recién llegado…
¡Con que ese
es el macho de Delfina, supo elegir a un tipo…! ¡Lástima que no estuviera en la
causa! ¡Era fuerte, viril y se notaba decidido! Se rió, en su fuero íntimo, se dio
cuenta que si no tuviera más a
Cuando
estaba terminando una nota, sintió la presencia del hombre a su lado. Se puso
tensa. El tenía un perfume suave y varonil. Sacó de su chaqueta una pipa, con
serenidad la llenó, mientras observaba a todos los que estaban allí, la
encendió. Y con voz profunda comenzó a hablarles:
Mi
nombre es Mauricio O´Donilson Dacosta.
Desde que mi esposa fue secuestrada, mi vida y la de mis cuatro chicos
es un verdadero infierno. Yo les doy las gracias a todos, por ayudarme a
encontrarla. Les quiero decir: que es una mujer buena, decente, casera, que ama
a sus hijos y me alegra decirles, algo personal e íntimo, me ama. Yo la amé
desde el primer día qué la vi. No se están fatigando por una mujer inútil, ni
hueca. Su vida es sencilla y luminosa. El hecho de ser hija de una antigua
familia cordobesa, con dinero: jamás la transformó en una muñeca de vitrina. Yo
les ruego su total apoyo y si algún día, la vemos regresar… Juntos les daremos
las gracias.
¡La
voz de Mauricio se quiebra en un sollozo! La gente no atina ningún comentario.
Se ha creado una aguda sensación de premura. ¡Tienen que encontrar a la mujer!
Sólo en la mente de una persona allí, se crea una idea fija… ella tiene que
destruir a esa melindrosa… burguesa…beata.
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