Cuento con que
haya pasado la fiera secazón que imprime
en nuestro
rostro el tiempo ejercido por descuento.
Hay salitre en
la boca de tus ojos serruchados de miedo
solitarios.
Salpicado de
tinta el pergamino donde duerme tú sombra
el costado de
invierno se asoma en la ranura de nieve tornasol
Asemeja una Meca
desprovista de Dios. La ciénaga penetra el oído y
las luces añoran
las campanas de plata.
Por eso
cuento con que
regresen las agitadas grietas de tu voz.
El perfil de
sábanas y el almizcle perfumado a lavanda.
Cepillo enredado
con cabellos serviles.
Artimañas de
ungüento con sabor de damasco y alcanfores dormidos.
Y, cuento con tu
almanaque desprovisto de jueves, de mayos ofuscados
con bisiestos
sin febreros con veintinueve días, sin nombre, sin garganta
sin vitrales con
figuras de Uriel o Kazbeel o Hasmael abrasando
mi seno marchito
por el tiempo.
Mi piel rígida
de reiterar el momento de la muerte
que nos está
esperando junto al beso perdido.
Por eso...
cuento con apoyar mi frente en tu mano dormida
que espera mis tristezas apretando los
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