El
avión había aterrizado sobre la pista húmeda y el viento arremolinaba todo lo
que encontraba a su paso. Me sentía especial. Había logrado la beca más
importante, como premio a mis investigaciones. Llegar al viejo continente era
una meta única para todos los estudiantes de Antropología. Y ni puedo recordar
desde cuándo mis padres me habían inculcado ese afán. Ya estaba allí. Madrid
primero y luego Sevilla eran los puntos de mi deseo. Una joven azafata me
sonrió ofreciéndome un impermeable descartable con la marca de la compañía aérea que yo recogí agradecida. Pasé los
controles necesarios y cuando me liberaron salí a un ambiente enorme. Estaba
atestado de gente de todo tipo. Para mí algunos resultaban muy simpáticos por
sus raros atuendos y coloridos equipajes.
¡
Ya estaba por salir del edificio aéreo, cuando entre la multitud divisé un
cartel en alto con mi nombre completo !. Me acerqué y una sonrisa plena de una
muchacha morena me recibió entusiasmada.
-Tú
eres Ariela, bienvenida a mi país.- dijo mientras me tomaba de la mano que
tenía libre, tengo mi coche afuera - me llamo Serena y esperaba tu llegada en
nombre de tus futuros compañeros de la universidad. Somos siete locos que
vivimos entre piezas del mesozoico y del
paleozoico.
Así
comenzó mi hermosa estadía entre un grupo extraordinario de investigadores y un
mágico tiempo de aventuras.
Tenía
un mundo fantástico para descubrir. Así fue desde mi arribo. Madrid me fascinó
por ser una mezcla de tiempos históricos y de una modernidad resplandeciente.
Tan rápido como te puedes mover entre paseos llenos de pasado como tienes
frente a tí un edificio del futuro. El tránsito infernal a las horas pico igual
a cualquier capital de un país rico.¡ De la noche ni hablar, pues el vértigo
acompaña a los madrileños constantemente !. De café en café, de pista de baile
en pista...y el vino y la risa...pero todos a la mañana al trabajo.
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