No hay agujas que penetren los recuerdos
Ni magnolias que cubran las ventanas sin cristales
No estarán los campanarios en silencio por sus muertes
Ni abrirán los portales sin aldabas los morrales.
Trece flores despeñadas por las calles pedregosas
Trece rosas que de púrpura se cubren
Trece besos que nunca verán labios amados
Trece vientres que serán enajenados de la vida
Las mujeres eligieron las palabras, y la muerte,
enfada, se acurrucó en sus enaguas. Rosas rojas.
Las hembras juntan rosas empapadas de su sangre.
Sólo trece y las otras con sus ojos asombrados.
Los secretos asomaron las narices asustados.
Los mirones refregaron sus ojos en los vidrios de la muerte.
Ya no quedan modistas ni muchachas juguetonas.
Trece rosas blancas se han manchado con la sangre
de un sueño inevitable de militancia soñada.
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