viernes, 8 de julio de 2022

UNA TARDE EN TOLEDO, narrativa


 

De paso por España, aprovechamos una excursión por Toledo. Era un día de fiesta: “Corpus Cristi”, y el pueblo estaba d fiesta. Todas las calles lucían banderas y blasones, escudos y colchas en ventanas y balcones.

De lejos, parece que se dibuja una ciudad de ensueño, de película. El Alcazar se alza como un castillo bellísimo y majestoso. Los campanarios de iglesias y catedrales sobrepasan los límites de las nubes bajas y el río… una enorme marejada de aguas espumosas que salta entre piedras milenarias. De pronto, comenzó a llover con fuerza y nos protegimos bajo las arcadas del ayuntamiento.

La plaza quedó de repente desierta y descubrimos allí un enorme artefacto que representa el mal, una gran semiesfera de metal con cabeza pequeña y cola, alas y patas cortas… muy simpático, nos dijeron que lo sacan en ese día como símbolo de la lucha entre el Bien y el Mal.

Cesó la lluvia y por altas escaleras mecánicas trepamos a las murallas antiguas desde donde se puede admirar un paisaje de ensueño. El perfume de las lavandas florecidas nos embargaba.

Me senté con algunas compañeras en una confitería porque nos invadió un calor húmedo y estábamos sedientas. Bebimos cuanto líquido pudimos, mientras otros se compraban recuerdos de Toledo. Pronto dejamos ese lugar mágico rumbo a Madrid, donde estábamos alojados y muy temprano al día siguiente partimos para Bosnia y Herzegovina. Allí en Toledo descubrí el menú más simple y sabroso: “Huevos rotos y cerveza sin alcohol”.

 

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario