¡HE COMETIDO
JORGE LUÍS BORGES
Nadie podía imaginarse que el prisionero era un alto jefe, un héroe de
la partida contra el enemigo. Su voz algo disonante, con un dejo de tartamudeo
parecía fuera de lugar mientras era interrogado por los desarrapados enemigos.
Estaba parado, semidesnudo, bamboleándose sobre las botas rotas y sucias. Sus
manos atadas con una gruesa cuerda de esparto, comprometían su gallardía.
Había sido el mejor en el conflicto, el más enérgico y sensato. Pero
para esa chusma descarriada, odiosa y malparida, sólo importaba tenerlo así,
humillado.
Ellos, creían que lo humillaban, pero en lo más profundo de sus sucias
mentes, admiraban al hombre. Era un jefe con todas las palabras. Fuerte y
justo.
Comenzaron a presionarlo con insultos y gritos. Él, impávido, sólo
repetía su nombre y su grado. Su lugar como jefe de la compañía y su número de
documento.
Uno de los inexpertos combatientes, se acercó con un poco de agua y se
negó a beber. ¡No era digno de tener un trato especial, sabiendo que sus
jóvenes de la tropa, carecían de todo! La rabia que provocó su actitud, hizo
que un hombre alterado le diera un golpe en las pantorrillas que lo derribó.
Cayó sobre la tierra caliente y un hilo de sangre comenzó a manar de su pierna.
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