El
viento juega con la silueta en la terraza antigua. Un rumor agiganta las
sombras. Llovizna y el cordel sostiene gotas de agua, pequeños diamantes que
reflejan tu ausencia. ¿Dónde estarás ahora? La pregunta juega con la camiseta
que envolvió tu cuerpo, mi hombre amado. Nadie responde. Sombras. Soledad. Una
ausencia que se agiganta en la tarde cuando el candado de silencio atrapa tu
recuerdo. Presiento que otro dolor aterrador despertó en tu pecho. Allí estará
peleando mi fantasma, tu atenazado
cuerpo acoplado a los golpes y horrores de esa cueva en la que seguramente
estás metido. El perfume de jabón y lavandina atraviesa la terraza donde busco
en cada prenda tu presencia. Se expande el perfume de la nostalgia celeste que
se agranda en tu alejamiento. ¿Volverás algún día? El cordel solitario acuna
broches. ¿Qué broches de metal atenazarán tu piel quebrada y gironeada? Ya,
hasta faltan tus risas colgadas al viento. Los broches parecen tus hombros
apelando a ser hombre en mi esperanza. ¿Volverás? Serás tan sólo un recuerdo en
mis noches solitarias. Apoyaré mi rostro en la almohada para percibir el
perfume de nostalgia. Ayer llamó un “hombre”, buscándote por tu apodo, no era
sino otro de esos malvados que persiguen aún tu persona. Ellos buscan más sobre
ti, saben que me atormenta no saber dónde estás y qué te ha sucedido Sabes,
presienten, muy en el interior que tú eres el verdadero arquitecto de mi
suerte, el que le devolvió el sentido a nuestra vida. Esa vida que buscábamos
entre la suciedad de una sociedad hipócrita y malvada. Yo sabré esperarte. Mi
corazón abrumado construirá un nuevo nido para acunarte. No sos más el niño que
se transformó en el hombre capaz de predicar y luchar por una idea diferente.
¿Maduran los duraznos en invierno sin el calor de unos brazos que protejan? Yo esperaré con mi silencio
retratando sonrisas en la calle, cocinando bollitos de anís y nueces, caminando
sobre los parques descalza sobre el césped. La lluvia volvió sobre el cordel y
sólo queda una camiseta que vuela llevándote mis esperanzas.
¡ Golpean a la puerta con
sus armas, son acaso quienes vienen a buscarme?
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