El calor agobiante desbarataba cada idea de Tatiana. Le hubiera gustado caminar por la senda preparada bajo los árboles umbrosos, o correr una maratón con su querido cachorro. No se podía. El calor, la humedad y el sol que parecía desprender lenguas de fuego sobre los pocos habitantes de la ciudad.
Tatiana, comenzó despertando esa mañana de domingo con la esperanza intacta de disfrutar cada minuto, cada hora hasta que se ocultara el sol. Pero hasta esa hora era imposible. Del pavimento parecía que brotaban hogueras invernales o de las antiguas cavernas del neolítico.
Se duchó, el agua fría le provocó un deleite inigualable. Esa noche casi de insomnio le había hecho soñar con un día maravilloso. Luego se preparó un café que refrescó con leche fría. Comió unas galletas, que le supieron a viejas y olvidadas. ¡Tengo que hacer compras! Mi heladera llora. Hay sólo agua, leche y alguna fruta achicharrada.
Siempre salía del trabajo a una hora en que los negocios cerraban. Ella quería ingresar y alguien se lo impedía... "Vuelva mañana". Siempre lo mismo. Mañana era salir corriendo a tomar el bus para llegar a la oficina y comenzar con los papeles de algún extraño que necesitaba, le resolvieran un problema. Su jefe, indiferente cuando ella le entregaba los trabajos, le agregaba otra montaña de expedientes. No conocía caras, ni personas, sólo sus problemas y ella trataba de ser fiel a sus convicciones. Servir a la gente.
Pero esa mañana de domingo, había soñado con volar, con salir del círculo vicioso de papeles y problemas ajenos. La humedad y el calor, le apretaban la garganta. Sacó la bicicleta y una bolsa mediana, montó y se fue al supermercado. Pudo entrar y ver las caras de los empleados que parecían robot de cera. Tomó un carrito y comenzó a pasar por entre las góndolas buscando alimentos que duraran en su alacena y en la heladera. Puso un enorme bolsón de comida para el cachorro. Alguna verdura fresca, embutidos, pan y huevos. Cuando fue a pagar, le revisaron la mercadería con un aparato que según vio en otros cliente chillaba si no estaba bien etiquetado. ¡Todo es mecánico ahora! En poco tiempo ya no habrá en estos sitios personas que te hablen. Pagó con su celular, una nueva forma de manejar el dinero. Otro trabajo que quedará en el olvido... el empleado de banco. Salió y buscó su bicicleta. No estaba, la habían robado. Enojada quiso ingresar para quejarse y no se lo permitieron. Entonces, caminó por la vereda caliente y húmeda como otro robot de la ciudad, tal vez, ella pronto se transformaría en uno de ellos.
Tatiana llegó a su departamento y encontró un grupo de personas que gritaban. Ella había olvidado dejar su cachorro atado y el animal, ladraba como un desaforado en la puerta. Se quejaron... Era el calor. Tal vez si les regalaba una de las frutas que compró se calmarían. Los vio como a otros robot, sin piedad vociferando. Les pidió disculpas y sólo un anciano le contestó. Era el único que le hablaba en el edificio. Le dio una manzana, ingresó al mono ambiente y se metió en la ducha. Era la única manera de sentirse humana.
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