Pequeña ciudad adormecida: te trepas como hiedra
en los muros de mi alma como una serpiente venenosa
que lame mis entrañas y mis ojos con ponzoña de muerte
y de un fango pegajoso y pestilente que me ahoga.
Tus muros de piedra enmohecida y un pájaro agorero
de la negra experiencia de la muerte, revolotea en mi aurora.
El miedo y el dolor y la distancia y un lejano temblor de alas
y de picos que golpean la piel y mis quimeras.
Un Dios que me olvidó y que sonríe lejano.
No le encuentro el latido ni las lágrimas de roca
dormidas en su antigüo rostro de incienso. Y mirra.
Se aleja, no me mira y está quieto en un horizontede palomas.
Palomas negras que aletean en los muros oscuros
y callados golpeteos y murmullos de voces silenciosas que nadie oye.
¡ Ya nadie oye !
Las flores se marchitan y lloran las lloronas y fantasmas
que aparecen con la tarde y el duende de la noche.
Apártate, ¡oh, enemiga o muerte amiga que me esperas!
Enemiga agorera con tus manos abiertas y proféticas sonrisas.
Me esperas y me espías para hacerte de mí
y de mi ingrávido cuerpo de mujer soñadora y poeta.
Yo vuelo. Vuelo hacia el poniente tan lejos como puedo.
Escapo por los campos de la vida preñados de simientes.
Me espera un territorio de amapolas azules y un mar
de caracolas y de espumas y gaviotas. Te despido.
Tendrás que esperarme un tiempo aún amiga mía.
Hasta mañana, amiga muerte, tu fantasma no puede doblegarme.
El tiempo se detiene y me contempla.¡Oh, tú,espérame dormida!
Mañana el sol estará en mis montañas y en mi alma.
La nieve...y el dolor. Sigue la vida.
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