Yo creí en mi padre hasta los siete años,
también entonces creía en los Reyes Magos, en Papá Noel y en el Ratón Pérez. La
cigüeña me duró algo más, porque me crié con mis abuelos.
Yo era la hija prematura
de una pareja unida por ideas muy locas. La que me cuidaba era mi abuela
paterna. Se llamaba Belisaria. Era modesta, trabajadora y su cabello blanco. Me
contaba cuentos. Me hacía comidas especiales, caseras y sabrosas. En realidad
como papá y mamá estudiaban. Además me explicó el abuelo que militaban en
política, yo no los veía mucho. Todos eran muy buenos conmigo en la familia. No
conocí a los padres de mi mamá hasta después de los sucesos.
Crecí jugando, leyendo
cuentos, disfrazándome y siempre hablando con mi abuela. Pasé, del jardín de
infantes a primer año, en la escuela del barrio. Era buena con mis tareas.
Todos me acariciaban y me miraban con ternura. Yo no conocía a los amigos de mi mamá ni de mi papá. ÉL era
alto. Moreno. De ojos grandes, así lo recuerdo. Algunas veces venía a verme con
barba larga. Yo lo abrazaba y le decía: - ¿Juguemos a que sos Jesucristo? Y él
se reía o protestaba porque la abuela me metía cosas tontas en la cabeza. Tenía
dientes blancos. Grandes y brillantes. Otra vez vino con el pelo de color rubio
y con bigotes. Le faltaba un diente. Esa vez estaba triste y apenas me tuvo
paciencia para jugar. La abuela lloró. Mamá se vivía disfrazando. Bueno yo creo
que se disfrazaba porque era actriz de teatro. A veces era como una secretaria
de las novelas que ve la abuela en la tele. Otra vez parecía más vieja, pero, ¡
fue muy divertido verla un día vestida de soldado! Ese día me abrazó con mucha
fuerza y me besó largamente. Mucho, mucho, muchísimo. Dormimos juntas. Yo, la
oí llorar en la noche. Pensé que estaría peleada con la abuela o con mi papá.
Yo la escuché discutir mucho por teléfono con su mamá. Cuando se fue a la
madrugada, me despertó. Me dijo que me " amaría siempre". Se fue. Era
casi de noche. Papá vino a los pocos días. También era de noche y estaba muy
enojado y nervioso. Se encerró en la piecita del fondo con el abuelo. Allí el
abuelo Pedro, tiene mil cachivaches que adoro. Juego siempre con todos los
objetos viejos y en desuso. Allí está mi castillo mágico lleno de sorpresas. A
los pocos días vino un hombre y dejó un cajón con "algo" en el rincón
de mis juegos. Yo no lo conocía y el abuelo parece que tampoco, pero dijo que
era el amigo " incondicional" de papá y mamá. Estaba muy serio.
Mañana igual voy a ir a curiosear. ¡Adoro ese lugar!
El barrio está
conmocionado. Las ambulancias rugen con sirenas insistentes. Una terrible
explosión ha destruido media manzana en el tranquilo barrio obrero. La policía,
los bomberos, los militares y los periodistas van y vienen. De los escombros
extraen los cuerpos destrozados de dos ancianos. De las casas colindantes sacan
cuerpos ensangrentados y mutilados de una docena de vecinos. La investigación
lleva a los peritos a la pequeña habitación de las herramientas. Nadie imaginó
lo que había en el cajón de aquel armario. Sacan restos de una sustancia
extraña, un explosivo plástico nuevo. No se fabrica en el país. Alguien lo puso
allí para esconderlo.
Por la calle, vengo saltando por la vereda, de
la mano de una amiga de mi abuela Belisaria. Me fue a buscar al colegio. Yo no
comprendo qué está pasando. De un hermoso auto nuevo baja un señor con una
gorra gris y abre la puerta de atrás. Baja una señora hermosa llorando y un
señor de traje negro. Se acercan a mí y me abrazan. Yo no los conozco. Me dicen
-¡Pobre nietita mía! Lloran con tanta tristeza que me dan pena. Yo trato de
consolarlos. Algunos hombres se acercan y comienzan las preguntas. Mi abuelo,
ese que acaba de llegar, me toma de la mano y me aleja de esa gente que me
asusta. ¿Qué pasó con mis abuelos, dónde estarán mi papá y mi mamá? ¡ Cuántas
preguntas que nadie me quiere responder! Sólo escucho la palabra"
bastados".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario