He nacido varón, sí, hombre.
¡Gracias a Alá el Todopoderoso, el Magnífico y el Salvador! Siento cierta
dificultad para sostener esta maravilla que me dio el primo Shiahiuf. Con
dificultad busco apoyo en el viejo olivo; sin hojas, ni frutos, ni sombra.
Pienso con verguenza en quienes quedaron en la aldea, en especial en la mujer
que me dio la vida y que el anciano "imán" dice que no puedo nombrar
para no ofender el nombre del Profeta. La noche se acerca y siento mucho frío.
Me arropo con las gastadas prendas que me dio mi hermana Merien y las rotas
sandalias de quien fue mi padre. Él, fue encontrado cerca del pueblo fantasma
de Had Chekala después de la gran matanza en el tiempo del Sagrado Ramadán. Aún
me parece percibir el olor de los cadáveres a la distancia. Acá todo parece
estar tranquilo. Creo que esta noche podré dormir unos pocos minutos. Hoy el
sol me pareció más rojo y quemaba, pero en realidad lo que me quemaba, eran
estas granadas rusas que me han colgado en todo el cuerpo debajo de la raída
abba mugrienta. Tengo hambre y frío. Tengo sueño, pero todo sea por Él, el
Misericordioso, el que me hizo "hombre". Si pudiera, fumaría uno de
esos cigarrillos turcos que trae a la aldea, desde Ramka, el jefe Muqaddam Azzadine, pero hace una semana que
están cortadas todas las comunicaciones con
Tabainet y nadie pudo ir hasta allí a buscar noticias. Tengo miedo.
Tengo hambre. A pesar que soy un hombre, ya no tengo fuerzas para sostener el
fusil que me ha hecho una fuerte herida en el hombro. Me sangra mucho. Duele.
Miro, en
la oscuridad, hacia el hoyo donde se esconde el primo Sharuf. Veo su cabeza
quieta reposando sobre sus brazos que han quedado muy delgados después del
ayuno de Ramadán. Nada se mueve en la oscura noche. El silencio me ha hecho
perder el sentido del tiempo. No se si falta mucho para el amanecer. Me
sorprende el silencio, ya no aullan los desdentados perros del almuédano.
¡Hoy no llamó a la oración desde los escombros
del alminar! El sueño me está venciendo. Me pesa cada vez más el fusil. Miro mi
cuerpo y veo un río tibio que avanza entre las brillantes granadas que tengo
atadas. La sangre fluye desde mi garganta seccionada por un filoso cuchillo. Me
han separado, prácticamente, la cabeza del cuello. Pienso en mi madre y en
"Alá" el Todopoderoso, el Omnisciente... que me está esperando en el
Paraíso. ¡ Lamento... que no voy a poder peregrinar a
Argel. Un grupo de
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