En las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte. Honoré de Balzac
Espera. Sigue caminando aunque te duelan los pies. Búscalo entre los árboles que rodean el lago. Allí estará ese duende o curandero que puede cambiarte la vida. Huele el aire con sabor de pinos y setas. La tierra húmeda y cubierta de hojarasca tiene un perfume fuerte a oscuridad y misterio. Pero, no te detengas.
Si tú, miras hacia el monte verás la nieve. Ya es tiempo de nevadas largas, de frío que hiere la piel y destroza el cuerpo a la intemperie. Busca. Husmea. Encuentra. Estará en algún lugar escondido, inerte o accidentado. La soledad te penetrará hasta los tuétanos, el sonido del viento entre las ramas será tu amigo, único y ferviente.
Estará muy lejos o no, la cercanía será otra de las cosas que necesitas ver. ¡Tienes mucho frío! ¿Tal vez tienes hambre y tus tripas se doblan chiflando debajo de la pobre ropa que cubre tu pellejo? Mira, tal vez entonces puedes detenerte un poco y buscar unos huevos de algún ave que desprevenida dejó su nido con confianza. ¡La confianza! No es amiga de los animales. Si recuerdas, cuando tu Tata, te llevaba a cazar al bosque y un cervatillo se descuidaba y caía bajo la flecha o el tiro certero de su antigua escopeta.
La carne asada en una fogata inesperada, olía a hogar a familia a cercanía. Era puro amor. Te arropaba en la piel de un zorro de esos curiosos que solían allegarse a la casa. Pero ese tiempo pasó. Ya no hay ciervos. Ni conejos, ni maras, ni liebres. Es el ahora. La civilización, le dicen. ¡Y estás solo!
No es época de pesca en el lago. El frío invita a los peces a buscar el fondo a huir a otras zonas. El río, dicen, está contaminado. Neyén, despierta de ese sueño que te cierra los ojos. Está nevando. Y no tienes la posibilidad de hacer una buena hoguera. Sientes que tu corazón estalla, pero son tus pulmones los que suenan como las ramas de los matorrales y los pinos.
Muchacho es mejor que sigas tu ruta de búsqueda incesante. El Vilka debe estar en su rancho, haciendo la vida que hizo siempre. Si puedes, no te detengas. Él, tiene la magia para curar a tu madre. Tiene los yuyos y el remedio de embelezo que devolverá la luz a los ojos de ella.
Huele el viento. El aire te dirá dónde encontrar al hombre, viejo sabio y certero para las curaciones. Camina. La nieve va a cubrir tus pasos y te perderás en la manta alba de su gélida maldad sombría. Mira. Otea. Camina y no te detengas. Si llega la noche, la muerte espera como una serpiente enroscada en cada piedra o sendero.
Neyén te transformarás en roca, en piedra y tu corazón será un cristal rojo que lata como late la vida en cada pájaro que vuela sobre tu cabeza. Tus venas se esconden para no perderte. Tu mirada no se distrae en la invisible oscuridad del bosque. Allá, allá, está el humo azuloso que te envía el Vilka. Ya estás a unos pasos de su puerta, de su corazón que espera. Es un sabio que intuye tu presencia cercana. Ya llegas, unos metros más.
El Vilka, siente el ruido sedoso de unos pies que se detienen ante su puerta. Abre y encuentra al muchacho. Está exhausto, lo levanta y lo ingresa en el calor rojizo de un fuego que crepita con perfume de pino. Lo ayuda con un caldo caliente. Sabe que tienen que partir con urgencia de huracán de tormenta y la nieve les va marcando el dolor y la esperanza que duerme entre las orillas del lago.
¿Llegarán a tiempo? Sólo el murmullo que agita las ramas de los árboles, hablan. ¡Vamos, no hay mucho tiempo! Ahora dos corazones latiendo a un ritmo alocado persiguiendo la vida los empuja en el bosque.
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