domingo, 1 de mayo de 2016

ESTUDIANTES.


ESTUDIANTES

En Villa la Virtud, contaba el tío Pepo, los estudiantes se sentían agobiados por las horas de encierro entre cuatro paredes del aula. Se escapaban por una puerta lateral. Tomaban el Bondi y se iban a lo del “Cañito Azul”, un bodegón de mala muerte. El viejo Eleuterio, que ya no veía bien, les servía una ginebra doble y comenzaban a jugar “truco”, cuando escuchaban el reloj de la Catedral dar las seis, salían corriendo. Entraban a la escuela por la misma puerta que habían escapado, y salían por la fachada principal, porque muchos padres los iban a buscar. De más está decir que nunca ninguno terminó quinto año. 



ENVIDIA
Como en la Villa había un arroyo no muy lejano, los muchachos se arremolinaban en sus aguas para refrescarse en las siestas. Siempre atentos a las turbulencias, no nadaban en las aguas más profundas. ¡Pero, pero una tarde llegó el Délfor, con su bañador impecable, gafas de “Rayban” y su Siambreta reluciente! Los muchachos, que le tenían envidia, lo invitaron a nadar hacia un remanso. Luego se fue alejando con la suave corriente hasta un lugar muy hondo. No hacía pie. La corriente le arrancó la malla y quedó como Dios lo trajo al mundo. Abrazado a un tronco que boyaba, se quedó esperando que los otros lo auxiliaran. Ya anocheciendo, aterido de frío y miedo, logró llegar hasta la orilla. Los vecinos de la Villa Virtud, asombrados vieron acercarse al hijo del contador del banco desnudo y arrastrando su motito, porque le habían desinflado los neumáticos.

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario