UNA APUESTA.
-¡Vos
Julián no te vas y menos hoy!- escuchó el hombre- Sos indispensable y lo
sabés, no jodás- y el miedo hizo que se metiera más y más en su silencio.
Las palabras del “Mosca” no eran ni media broma. La amenaza le decía clarito
que no podría irse. Un terror feroz le indicaba que esa noche, si desobedecía,
iba a ser “boleta”. Cerraron más temprano las puertas. El ruido infernal de los
otros que golpeaban con los platos, era otra amenaza. Vino un guardia, no era
el que les traía las armas. Era otro, ese no sabía nada. Los hizo callar y se
fue. Al rato vino el que entraba las drogas y las cosas que tenían prohibidas.
Se acercó y le metió un papel en la boca. Miradas solapadas, le decían que no
tenía alternativa. Apagaron las luces y como todas las noches sacaron los
espejos y con golpes en los caños del desagüe mandaron el “mensaje” –
Julián, ni pensés que te podés ir. No se pudo dormir. En toda la noche se
desenredó su sueño de ver a los pibes y a la vieja.
A la mañana
siguiente, el director enojado, le había obligado a presentarse en la oficina.
– Usted Julián Manrique, ha demostrado que puede. Su buena conducta, le
permite irse, está en libertad. Cumplió la condena que la sociedad le
impuso..., bla..., bla y bla.- Pero ¡Julián sabía, que afuera también lo
estarían esperando! Las apuestas adentro y desde afuera eran muy fuertes. Salió
cabizbajo y escuchando su voz, que no podía creer había pronunciado un rotundo
NO.
Los billetes
brillaron en su cucheta, cuando vio que el “Chulo” le mostraba la hoja afilada
de una chuza contrabandeada por el guardia “Ese”. Trató de dormir. No pudo. A
las diez en punto esa otra mañana, comenzaba el campeonato. Todos habían
apostado a él. No tenía escapatoria.¡La puta madre, justo ahora, que se le
cumplía la condena!
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