viernes, 13 de mayo de 2016

NI UNA MÁS. "TANGO II"


ERA UNA MUJER SOBREVIVIENTE

Toda vestida de negro, arrastrando el dolor de su vida sin nombre y sin descanso. Descalza y con los huesos en arco desgarbado como las cañas solitarias que le cubrían la cueva en la que vivía. Era un hoyo en la tierra húmeda de la orilla del canal. Fuente de agua marrón y cenicienta. Un gigante dormía en su memoria. Un grotesco malón cabrío que azotaba su cuerpo contra el jergón mugriento de chala y trapos. Tuvo como diez pariciones. Algunas a término otras apenas esqueletos deformes inconclusos y verdes por los golpes de la afilada verga del monstruo que la rajaba en horario de soles o de lunas. Hijos, hijas, muertos, vivos. Todos ausentes. Como su esperanza.
Se llama Dionisia y como sobreviviente un día  de tormenta, desparramó las entrañas del castigo diabólico llamado por algunos: “marido”.

Escapó del campo, caminó noche y día hacia el poniente. Como animal salvaje fue borrando la huella de sus plantas heridas. Así llegó la Dionisia a la orilla de una ciudad dormida. Sedienta y furiosa cavó su guarida. La tapó con cañizo para evitar miradas. Con barro hizo un apoyo y una mesa de piedras.
Durmió sobre la tierra. Y vivió el resto de su triste vida.

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