lunes, 10 de octubre de 2016

2°- parte de CUENTO:

A veces jugando, perseguía un perro callejero, iba tras un carro de mudanza o llegaba a la calesita. Don Cipriano, conociéndola, le permitía subir a dar unas vueltas. Ahí soñaba hipnotizada con su fantasía. El maquinista del “tío vivo” sabía que cuando le solicitara a los padres del amor, le pagarían.
Creció sin mucha instrucción, en la escuela, no duraba en el aula. ¡Era tan inquieta! El médico de la familia le hizo pruebas que superó. No era débil mental. Era indómita, les advirtió.
Creció alertando, a quienes conocía, de los extraños sucesos que le podían ocurrir. Si le creían evitaban una contrariedad. Caso contrario solía sobrevenir alguna catástrofe personal o familiar.
            Salió una mañana a caminar como cada día y se perdió en la ciudad. La familia cansada de sus extravagancias no la buscó. Regresaría cuando quisiera o necesitara volver. Ya lo sabían. Caminó y caminó. Frente a un edificio que creyó maravilloso, se detuvo. Ingresó a la biblioteca más completa del país. Comenzó a pedir libros que devoraba.
De noche bailaba en la calle y descubrió que los mirones le dejaban dinero por sus extrañas contorciones. Comía poco pero no sentía hambre de alimento, sólo de páginas y páginas. Anunciada, cuando había pasado varios meses, regresó a la casa. Se alegraron sin sorprenderse. Traía un bagaje de conocimientos que le había develado su condición de vidente nata. ¡Esa era su locura infantil! No era demente, era visionaria.
Cumplió quince años. Regresó al instituto y les relató cómo había descubierto las enfermedades de sus compañeras, quienes se iban del lugar, quienes pasaban a ser ángeles tutelares. Supo del amor de Lelio y Renata. Siempre se amaron y nunca se atrevieron a aceptarlo. En fin, ella tenía premoniciones. Sabía por qué la dejaron en el Instituto. Temor, horror a lo desconocido, escrúpulos frente a lo inexplicable. Ignorancia.
En sueños veía la cara de sus verdaderos padres que vislumbraron su condición de videncia. La tortura que sufrieron por dejarla abandonada. Pero creían que era hija de “Lucifer”.
Un vecino, le pidió ayuda para encontrar a un hijo perdido. Esa fue la primera vez. Lo encontró en un tugurio de adictos. Le valió para que llegaran muchos en búsqueda de auxilio a varios sucesos. Apoyó a todos. Quedaba agotaba por lo que cada tanto huía y se escondía vagando por la ciudad. Así conoció gente igual. Eran tildados de raros. Especialmente los que se negaban a asistir en oscuros hechos policiales.
El comisario Fretes, le envió un sobre con fotos, una mañana de verano del 2005. Necesitaba que encontrara la verdad en un caso de una rara muerte por estrangulación. Le cambió la vida.  Anunciada entró en un infierno.
No podía escapar de esa maraña de seres diabólicos. Los fantasmas del averno la querían doblegar hacia la oscuridad. Entonces, tomó la decisión de enmudecer. Nunca más habló y su silencio, la acompañó hasta ese día, que ella conocía bien, en que se sumergiría con el pequeño bote en el lago de la casa de campo donde envejeció.
           


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