viernes, 26 de enero de 2018

2ª Parte EL ESCABEL DE PETITE POINT

Mi nombre es Dorotea. Ayer, mi tía Cornelia y mamá, me regalaron este precioso cuaderno para que escriba y anote todo lo que pasa por mi corazón. Mis diez años están llamando desde mi mundo interior a cambiar nuestra realidad que es muy triste.
Nos han desalojado por cuarta vez. ¡Otra vez nos mudamos! ¿ Adónde iremos esta vez? Mamá dice que 1925 será un año desastroso para los obreros acá en el sur. Por supuesto que Fernando comenzó a embalar la vajilla heredada de la abuela, con diarios viejos que nos dio el párroco, es el rito que tenemos con cada mudanza... cada plato, taza  o fuente envuelto celosamente con un suave paño de lana y papel de seda. Un bello papel que vino desde la vieja casa de mi bisabuela Etelvina, por 1859. Luego se ubican prolijamente en un baúl, que cuenta mamá, trajo ella cuando vino con la tía Cornelia desde Gales. ¡ Las copas brillan con la luz, como si quisieran reflejar toda la belleza del universo. Los cubiertos de plata, van  en un estuche precioso todo tallado y tienen labradas las iniciales de Etelvina y Leonard... su fiel esposo, mi bisabuelo.
Nuestra pobreza es extrema. Papá dice que se resolvería si mi mamá acepta llevar esas reliquias a la capital para venderlas a algún coleccionista... pero se arma una guerra de sólo decirlo.
Hoy mamá se desmayó, sufrió un colapso cuando papá tomó la caja de los cubiertos para venderlos. Pasará una semana enferma, seguramente, como sucedió antes. Discutirán y papá aceptará que todo quede como está. ¡ Nada se toca! Mamá nos inculca que: “jamás debemos desprendernos de los objetos heredados de tía Cornelia ”- y lo que sí ha sido motivo de otra lucha es el “famoso escabel de la bisabuela”... - ¡Nunca sirvió para nada, sólo para peleas y discusiones! Por lo menos la vieja Biblia es interesante. Papá suele pasar su dedo, curtido por los fieros trabajos en el corral con las ovejas, sobre las líneas que escribiera mi tatarabuelo: - “ el día que tengas una dificultad insalvable, desármalo...”- pero mamá impávida cuida que nada le  suceda. Así, deslucido  por el tiempo y con algunos insignificantes bordes deshilachados, el escabel preside nuestras largas vigilias de necesidades y de hambre que pasamos algunas veces. En casa falta todo... pero allí están esos valiosos objetos rescatados del incendio. ¡ Esa es la otra historia!
Se cuenta en toda la Patagonia. La muerte de mis abuelos en el  año 1902. Fue una historia repetida por muchos, pero sufrida por mi mamá y mis tíos. En ese tiempo llegaron de la capital unos hombres del ferrocarril, que intentaron comprar las tierras y las majadas a un precio impensable, comenzando con problemas  de todo tipo. Eran ingleses o del norte de América. Los obreros comenzaron con huelgas por la fuerte presión que ejercían los inmigrantes que traían algunas ideas  revolucionarias. Comenzaron a no ayudar con las pariciones y morían los animalitos.
Mi abuelo, necesitó pedir un préstamo al banco para poder superar la falta de majadas. No pudo pagar y las deudas lo agobiaron hasta que llegó el momento en que le remataron el campo, las herramientas y los animales. Peleó como su sangre mestiza de criollo nativo y madre galesa, pero ganaron los más fuertes. El abuelo perdió  hasta el deseo de comer... en un ataque de desesperación, mandó a los hijos hasta el templo para que llevaran un mensaje al pastor. Sacó a un descampado junto al molino, el ajuar  que le dieron sus padres antes de atravesar el océano. Luego encerrándose con su amada esposa en la casa, prendió fuego y abrazados quedaron juntos para siempre. Ardieron en la soledad de  la tarde hasta que oscureció y el sudario azabache cubrió con cenizas la tierra apelmazada. Se transformaron en una leyenda, repetida en toda la Patagonia. Quedaron, ellos, mi mamá y mis tíos, en la más increíble de las pobrezas, los envolvían las necesidades como los tentáculos de un animal hambriento y a eso se agregó el rencor y el odio, que cada día visitaba sus corazones enfermos. Y tardó mucho hasta que mi madre aceptó y cambió su actitud hacia la vida.
El tiempo cambia todo. Mis padres se han transformado en un par de rivales en guerra perpetua. Yo siento que cada día estamos peor. La tierra ya no produce y los nuevos dueños, extranjeros que no la aman, sólo pretenden tener ganancias sin sacrificios. Por eso somos expulsados de la tierra.
Hoy, mi hermano con obediente cariño, sigue con los ritos. Es tan calmo, con mamá,  acomoda cada objeto antiguo con amor, por lo que nos ha dado estas raíces tan fuertes. Yo lo admiro, pues mi rebeldía, me hace que sienta la necesidad de romper con las promesas. Así mi lucha es tan dura como la de mis padres.
Mientras pasa esto, papá se reúne con  algunos obreros en los galpones, allí hablan y tienen ideas nuevas, revolucionarias. Ellos  dicen que son los eternos explotados y se han cansado, se llaman entre ellos...”anarquistas”.  Cientos de papeles se amontonan en una novedosa imprenta que llegó en un barco sueco. Las ideas revolucionarias – dice mamá- complicarán todo aun más. Se esconden de los ingleses y de los patrones. Se esconden también del ejército que ha llegado desde Buenos Aires armado y provisto de gente dispuesta a usar los nuevos “Rémington”.  Hablan de represión y mano dura. Mamá sufre y discute. Nosotros tenemos mucho miedo, pero papá no escucha y sigue en sus reuniones clandestinas. He visto armas debajo del sofá donde ahora duerme él. Mi hermano lo ha visto armar botellas de gasolina con pellones que hacen las veces de mechas. Otras son de alcohol. Las ubica en cajones, las cubre con paja y mientras las almacena murmura con ira que nadie lo va a doblegar. Mamá llora y llora...

Esta noche hay una reunión en el galpón del “chileno” y papá nos ha abrazado a cada rato, murmura cuánto nos ama y nos besa en la frente con mirada turbia y afiebrada. Antes de ir a dormir quiero dejar escrito que el ruido que provocan los soldados me tiene muy asustada. Hoy los vi merodeando por la calle cerca de nuestra casa. Si llegan a entrar yo correré hacia la habitación de mamá donde estaré segura.

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