lunes, 29 de enero de 2018

EL GRAN CAMBIO.


            La mañana era soleada y una fresca brisa envolvía el balcón donde me había apoyado buscando un pequeño respiro a la desagradable tarea que me había autoinmpuesto. El parque del sanatorio daba una imagen de paz y frescura inimaginable. Comencé a recordar un sin fin de situaciones pasadas que se acercaban a mi memoria trayéndome la infancia y la adolescencia de la mano de esos tristes momentos.
            Comenzamos la escuela primaria en un jardín de infantes , éramos cinco niños brillantes. Agustina con sus enormes ojos de color café y siempre enroscándose un mechón de pelo mientras se chupaba el pulgar ; Federica con su barriguita redonda como osito de peluche y sus pecas ; Renato el pequeño salvaje que nos inventaba constantemente alguna travesura y a quien seguíamos incondicionalmente ; Héctor un flaquirucho con pelo rubio, ojos de color celeste y un tartamudeo casi imperceptible, inteligente y gracioso hasta para caminar. Finalmente yo con mi pertinaz ¿por qué? ,que seguía o mejor dicho perseguía a toda la familia y a todos los maestros. Así estaba conformado ese grupo compacto y feliz de niños sin problemas. Seguimos afables hasta un momento en que de repente se desencadenó todo ésto.
            El pequeño Héctor no apareció por la escuela. Su lugar vacío y el silencio de los profesores a nuestro constante ¿Y Héctor , por qué no viene? y el silencio y miradas raras que no comprendíamos . Teníamos nueve años y estabamos acostumbrados a hacer todo juntos.
            Después de casi dos meses volvió pero estaba más delgado aún, pálido, ojeroso y muy, muy callado. Su alegre sonrisa estaba muerta y se sentaba lejos de todos nosotros, cuando nos acercábamos se paraba y se iba a algún rincón gris del colegio.
            La maestra lo hablaba de otra manera y cuando la profesora de gimnasia tomó licencia para tener a su bebé, sucedió algo inesplicable. Vino un profesor nuevo, joven , atlético y muy simpático, que nos hacía reir mucho. Pues bien en un momento que lo tomó a Héctor de la cintura y quiso hacerle hacer una palomita, éste pegó un grito desgarrador y soltándose salió corriendo. Nunca más volvió.

            ¡ Ningún adulto nos dijo nada y quiero olvidar el resto por ahora!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario