La mañana
era soleada y una fresca brisa envolvía el balcón donde me había apoyado
buscando un pequeño respiro a la desagradable tarea que me había autoinmpuesto.
El parque del sanatorio daba una imagen de paz y frescura inimaginable. Comencé
a recordar un sin fin de situaciones pasadas que se acercaban a mi memoria
trayéndome la infancia y la adolescencia de la mano de esos tristes momentos.
Comenzamos
la escuela primaria en un jardín de infantes , éramos cinco niños brillantes.
Agustina con sus enormes ojos de color café y siempre enroscándose un mechón de
pelo mientras se chupaba el pulgar ; Federica con su barriguita redonda como
osito de peluche y sus pecas ; Renato el pequeño salvaje que nos inventaba
constantemente alguna travesura y a quien seguíamos incondicionalmente ; Héctor
un flaquirucho con pelo rubio, ojos de color celeste y un tartamudeo casi
imperceptible, inteligente y gracioso hasta para caminar. Finalmente yo con mi
pertinaz ¿por qué? ,que seguía o mejor dicho perseguía a toda la familia y a
todos los maestros. Así estaba conformado ese grupo compacto y feliz de niños
sin problemas. Seguimos afables hasta un momento en que de repente se
desencadenó todo ésto.
El pequeño
Héctor no apareció por la escuela. Su lugar vacío y el silencio de los
profesores a nuestro constante ¿Y Héctor , por qué no viene? y el silencio y
miradas raras que no comprendíamos . Teníamos nueve años y estabamos
acostumbrados a hacer todo juntos.
Después de
casi dos meses volvió pero estaba más delgado aún, pálido, ojeroso y muy, muy
callado. Su alegre sonrisa estaba muerta y se sentaba lejos de todos nosotros,
cuando nos acercábamos se paraba y se iba a algún rincón gris del colegio.
La maestra
lo hablaba de otra manera y cuando la profesora de gimnasia tomó licencia para
tener a su bebé, sucedió algo inesplicable. Vino un profesor nuevo, joven ,
atlético y muy simpático, que nos hacía reir mucho. Pues bien en un momento que
lo tomó a Héctor de la cintura y quiso hacerle hacer una palomita, éste pegó un
grito desgarrador y soltándose salió corriendo. Nunca más volvió.
¡ Ningún
adulto nos dijo nada y quiero olvidar el resto por ahora!
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