sábado, 29 de junio de 2019

EL POETA




            Quedé parado en éxtasis  frente al incansable aplauso de un puñado de personas que me miraban embelesadas. Era yo, no otro el que estaba recibiendo una admiración incomprensible para mi confusión. Un hombre desmelenado y profuso me abrazaba con lágrimas delirantes. Yo, mudo, me dejaba tocar sin hacer nada. Una mujer  arrebatada de admiración, ponía entre mis dedos rígidos y transpirados un cheque. Otro joven barbado y sospechoso, de mirada gelatinosa, mostraba al público una cantidad inapropiada de libros. Mis libros, mis novelas, los cuentos... y eso que desde mi más tierna infancia tuve esa obsesión...
            Entre los primeros asientos, un niño pequeño, no tanto en realidad, me hacía burla sacándome la lengua, luego bizqueó y eructó ruidosamente. Supe que era la respuesta. Era yo, el niño, cuando buscaba afanoso el revés de las palabras. El sentido inverso del pensamiento y de las ideas. Toda mi existencia dando vuelta el mundo, lo invertí y derramé dentro del contexto de lo “normal”. ¿ Por qué si era versátil, frente a la realidad, debía aceptar  lo que me daban los diccionarios inventado por sesudos idiotas?
            Ha creado usted, como todo genio, la novela más singular desde la oscura noche del medioevo..., le expresaba un erudito. Sólo un sabio ilustrado en clásicos y sabios, puede disolver los convencionalismos, decía aquella experta en lenguas muertas.
            Mi risa, sorprendió a todos y cada uno. Me reía y ellos se reían. Mi gran creación era la psicosis del revés, de lo invertido, de lo enredado. Ni el analista pudo ayudarme con la fobia por la manera de mi obsesión heroica contra lo establecido. El único diagnóstico que pudieron darme: Usted es psicótico. Y viendo al niño, recordé a la maestra que me obligaba a escribir largas tareas contradiciendo la manera única de escribir el nombre. Deseé tener la fortaleza de ese niño, que ahora me hacía más y más burla desde el techo, desde la ventana, desde las nubes. Y soñé con matar a  mamá y a los profesores y los médicos.  Yo, Sacul  Zerép  Oteuc, trato distraído de acomodar las letras impresas en la portada.  El revés de una vida, por Lucas Pérez Cueto. ¡ Pero no puedo, me distraen los aplausos de los admiradores de mi exitosa obra literaria!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario